jueves, enero 02, 2014

PAYASO.

 

     

Graves, Robert El Vellocino de Oro  111

-¡Cuánto tardas para todo! Cuando yo era un hombre joven, tendría tu edad entonces, me invitaron a disfrutar de la compañía de las ninfas tespiadas en premio por mi matanza de la bestia de Citerón,yo me acosté con las cincuenta en el curso de una sola noche y las preñé a todas ellas. ¡Pero tú! ¡Tú
pareces haber pasado dos días y dos noches retozando sin resultado con la misma mujer. A este paso, ¿cómo esperas poder ganar algún día el vellocino de oro? Puedes estar seguro que no loganarás jugueteando por los campos de cebada de Lemnos. ¡Por el latón de mi maza! ¡Ningún
hombre se ha burlado hasta ahora de mí, y tú no vas a ser el primero!Con insultos acres y obscenos hizo salir a Jasón de la casa de Hipsípila. Esta, que se había limpiadola cara con una esponja, salió corriendo medio desnuda a la calle y empezó a gritarle a Jasón:
-¡Qué la bendita Madre te devuelva a mí, mi amor, ileso, victorioso y rodeado de todo sus
compañeros! Ya sabes cuál es mi promesa: tu serás el rey, y todos los compañeros tuyos que deseenestablecerse en Lemnos tendrán toda la tierra y el ganado que tú juzgues prudente concederles.
Recuerda a tu pobre Hipsípila cuando estés lejos. Pero antes de irte, dime, ¿qué debo hacer si me convierto en la madre de tu hijo?
Jasón respondió:
-Hipsípila, hemos pasado juntos dos días y dos noches exquisitos ¡ojalá se hubieran podido
convertir en años! Pero Hércules tiene razón en lo que dice. Nos esperan grandes trabajos y no podemos continuar aquí. Tampoco puedo prometer que regresaré para establecerme definitivamente
en tu hermosa Lemnos, porque Ptiótide es mi reino, y es peligroso para el hombre cabalgar sobre dos caballos. La soberanía de Lemnos debe quedar en tus manos; sin embargo, si das a luz un niño,y si llega a la edad adulta, puedes naturalmente convertirlo en rey; pero recuerda que también ocupa
el puesto siguiente al mío en la sucesión del trono de Ptiótide y que en el caso de mi muerte deberá
elegir, como hago yo ahora, entre los dos tronos. En cuanto hayas tenido la criatura -pues seguro que habrá una criatura hazlo saber a mis ancianos padres, y si algún día te ves forzada a abandonar esta isla ellos, en mi nombre, os proporcionarán un buen hogar para los dos -y se puso a llorar.

 

 

PAUL AUSTER
La trilogía
de Nueva York              111

No es seguro que Azul llegue a recuperarse realmente de los sucesos de esa
noche. Y aunque lo haga, debe advertirse que pasan varios días hasta que vuelve a ser
algo parecido a lo que era. Durante ese tiempo no se afeita, no se cambia de ropa, ni
siquiera considera la posibilidad de salir de su habitación. Cuando llega el día de
escribir su siguiente informe, no se toma la molestia de hacerlo. Se acabó, se dice,
dándole una patada a uno de los viejos informes tirado en el suelo, y que me aspen si
vuelvo a escribir uno.
Durante la mayor parte del tiempo está tumbado en la cama o paseando arriba y
abajo por la habitación. Mira las diversas fotografías que ha clavado en las paredes
desde que empezó el caso, estudiándolas una por una, pensando en cada una de ellas
todo el tiempo que puede y pasando luego a la siguiente. Está el forense de Filadelfia,Oro, con la mascarilla del niño. Hay una montaña cubierta de nieve y en la esquina
superior derecha una fotografía del esquiador francés, su cara encerrada en un pequeño
recuadro. Está el puente de Brooklyn y a su lado los dos Roebling, padre e hijo. Está el
padre de Azul, vestido con uniforme de policía y recibiendo una medalla de manos del
alcalde de Nueva York, Jimmy Walker

La selva de las almas Jean-Christophe
Grangé                                                      111

La frase del padre no cesaba de dar vueltas en su cabeza. «Creo que va a matar a
alguien esta noche. En el Distrito X.»
Le sería fácil comprobarlo: ella era magistrada. Podía llamar a la
prefectura de policía de París para saber si se había descubierto algún cadáver en la capital durante la noche pasada. Admitiendo que «el
hombre-niño» hubiera actuado y se hubiera librado del cuerpo en el
extrarradio parisino, podía incluso llamar a las distintas fiscalías de la Îlede-
France. Conocía a todos los fiscales. O a casi todos.
Segundo Nespresso. Se dirigió al salón y se sentó en el sofá frente a la
mesa baja. Sacó de su cartera la guía especializada editada por el
Ministerio de Justicia y descolgó el teléfono.
Primero llamó al despacho del fiscal de la prefectura de policía. Ningún
asesinato esa noche. En todo caso, ningún cadáver esa mañana. Pero
todavía no eran las diez. Y, dado que era sábado, el hallazgo podía
retrasarse dos días si el cuerpo estaba en una oficina, un almacén o
cualquier otro lugar de trabajo.

Vladimir Nabokov Lolita   111

A veces (nada puedo contestar a esa pregunta),
cuando Lolita se disponía fortuitamente a cumplir con sus deberes escolares y
chupaba un lápiz y se recostaba de lado, en un sillón, con ambas piernas sobre el
brazo, yo olvidaba toda mi contención pedagógica, perdonaba todas nuestras
riñas, renegaba de todo mi orgullo masculino y me arrastraba literalmente de
rodillas hasta tu sillón, Lolita. Tú me echabas una mirada con un gris signo de
interrogación en tus ojos. «Oh, no, no empecemos de nuevo» (incredulidad,
exasperación). Pues nunca te dignabas creer que yo pudiera sentir el deseo –sin
intenciones específicas– de hundir mi cara en tu falda tableada, amor mío. La
fragilidad de tus brazos desnudos... Cómo anhelaba envolver esos brazos, y tus
cuatro miembros límpidos, encantadores –un potrillo acurrucado–, y tomar tu
cabeza entre mis manos indignas y estirar hacia atrás la piel de tus sienes y
besar tus ojos achinados y... «Por favor, déjame en paz, ¿quieres?», decías.
«Dios mío, déjame tranquila». Y yo me levantaba del suelo, mientras tú me
mirabas crispando el rostro en una imitación deliberada de mi tic nerveux. Pero
no importa, no importa, soy un miserable, no importa, sigamos con mi
desgraciada historia.

Busto del faraón Akenaton en el Museo de El Cairo. (Foto: Wikipedia Commons)

Revelan que el faraón egipcio Akenaton pudo haber sido hermafrodita

http://www.elmundo.es/elmundo/2008/05/05/ciencia/1209991303.html

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