Graves, Robert Rey Jesús
Para el bien de María, José decidió no regresar
a Emaús mientras Arquelao fuera rey, porque si se filtraba el secreto de la identidad de
Jesús, como bien podía ocurrir, se enviarían asesinos a matarlo.
Desde Rehoboth, José remitió un mensaje a sus hijos: se encontraba bien, pero partía en
un largo viaje; ellos podían tomar ya mismo su herencia, sin esperar la noticia de su
muerte.
José dijo a Maria:
-Este viaje da nueva fuerza a mi vida. Me estaba volviendo viejo y ocioso. En
Alejandría retornaré a mi antiguo oficio: en un tiempo era bien conocido por los yugos
para bueyes y las rejas de arado de madera que hacia. No es un trabajo agotador; es
cuestión de habilidad y no de fuerza. Pronto podré instalar una tienda, y tu hijo será mi
aprendiz.
En la antigua ciudad de On-Heliópolis el sobrino de Kenah se despidió de ellos; Maria
lavó los pañales de su hijo en el arroyo que había ante las puertas de la ciudad, y los
puso a secar al sol mientras descansaba a la sombra de un antiguo olivo. El día siguiente
llegaron a la ciudad de Leontópolis, así llamada en honor de Bast la Leona, situada unas
pocas millas al noroeste. Allí José vendió el asno blanco y la silla decorada, y con parte
del dinero compró, a un egipcio que abandonaba su oficio, un saco de herramientas de
carpintería. Halló un alojamiento cerca del templo judío fundado casi dos generaciones
porque los tres habían escapado con vida.
Pronto pagó la deuda a Simón, y Maria se convirtió en la esposa de José; y como las
ganancias de José eran escasas y los tiempos malos, ella vendía en el mercado las
hortalizas que un hortelano conocido producía, mientras el niño jugaba a su lado en el
suelo.
BIBLIA NUEVO TESTAMENTO-REINA-VALERA
El primer día de la semana, muy de madrugada, siendo aún oscuro, María
Magdalena fue al sepulcro y vio que la piedra había sido quitada del sepulcro.
2 Entonces corrió y fue a Simón Pedro y al otro discípulo a quien amaba Jesús, y
les dijo: — Han sacado al Señor del sepulcro, y no sabemos dónde le han
puesto. 3 Salieron, pues, Pedro y el otro discípulo e iban al sepulcro. 4 Y los dos
corrían juntos, pero el otro discípulo corrió más rápidamente que Pedro y llegó
primero al sepulcro. 5 Y cuando se inclinó, vio que los lienzos habían quedado
allí; sin embargo, no entró. 6 Entonces llegó Simón Pedro siguiéndole, y entró en
el sepulcro. Y vio los lienzos que habían quedado, 7 y el sudario que había
estado sobre su cabeza, no puesto con los lienzos, sino doblado en un lugar
aparte.
Sura 31. Luqmán
! Hijito mio! El dia de la Resurreción no será vejada ninguna alma,pues aunque en una roca,en los cielos o en tierra hubiese el peso de un gramo de mostaza,Dios lo traeria.Cierto.
JAMES JOYCE
ULISES
La familia de él era protestante, y,
naturalmente, Gerty sabía Quién vino primero y
después de Él la Virgen bendita y después San
José. Pero él era indiscutiblemente hermoso con
su nariz incomparablemente exquisita y era lo
que parecía, todo un caballero, también la forma
de la cabeza por la parte de atrás sin la gorra
puesta que ella conocería en cualquier parte
algo fuera de lo común y la manera en que daba
vuelta la bicicleta en el farol con las manos
fuera del manubrio y también el lindo perfume
de esos buenos cigarrillos y además los dos eran
del mismo tamaño
Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA
Deste modo salieron y se retiraron todas las dos figuras de las dos escuadras,
y cada uno hizo sus mudanzas y dijo sus versos, algunos elegantes y algunos
ridículos, y solo tomó de memoria don Quijote, que la tenía grande, los ya
referidos; y luego se mezclaron todos, haciendo y deshaciendo lazos con gentil
donaire y desenvoltura, y cuando pasaba el Amor por delante del castillo disparaba
por alto sus flechas, pero el Interés quebraba en él alcancías doradas.
Finalmente, después de haber bailado un buen espacio, el Interés sacó un
bolsón que le formaba el pellejo de un gran gato romano, que parecía estar
lleno de dineros, y arrojándole al castillo, con el golpe se desencajaron las
tablas y se cayeron, dejando a la doncella descubierta y sin defensa alguna;
llegó el Interés con las figuras de su valía, y echándola una gran cadena de oro
al cuello, mostraron prenderla, rendirla y cautivarla; lo cual visto por el Amor y
sus valedores, hicieron ademán de quitársela, y todas las demostraciones que
hacían eran al son de los tamborinos, bailando y danzando concertadamente;
pusiéronlos en paz los salvajes, los cuales con mucha presteza volvieron a armar
y a encajar las tablas del castillo, y la doncella se encerró en él como de nuevo,
y con esto se acabó la danza, con gran contento de los que la miraban.
“EL GATO NEGRO”, Edgar Allan Poe
Una mañana, a completa sangre
fría, le puse un nudo corredizo alrededor del cuello y lo colgué de una rama
de un árbol; lo ahorqué con los ojos arrasados en lágrimas,
experimentando el más amargo remordimiento en el corazón; lo ahorqué
porque me constaba que me había amado y porque sentía que no me
hubiese dado ningún motivo de cólera; lo ahorqué porque sabía que
haciéndolo así cometía un pecado, un pecado mortal que comprometía mi
alma inmortal, al punto de colocarla, si tal cosa es posible, fuera de la
misericordia infinita del Dios misericordioso y terrible.
En la noche que siguió al día en que fue ejecutada esta cruel acción, fui
despertado a los gritos de «¡fuego!» Las cortinas de mi lecho estaban
convertidas en llamas. Toda la casa estaba ardiendo. Con gran dificultad
escapamos del incendio mi mujer, un criado y yo. La destrucción fue
completa. Se aniquiló toda mi fortuna, y entonces me entregué a la
desesperación.
No trato de establecer una relación de la causa con el efecto, entre la
atrocidad y el desastre: estoy muy por encima de esta debilidad. Sólo doy
cuenta de una cadena de hechos, y no quiero que falte ningún eslabón. El
día siguiente al incendio visité las ruinas. Los muros se habían desplomado,
exceptuando uno solo, y esta única excepción fue un tabique interior poco
sólido, situado casi en la mitad de la casa, y contra el cual se apoyaba la
cabecera de mi lecho. Dicha pared había escapado en gran parte a la
acción del fuego, cosa que yo atribuí a que había sido recientemente
renovada. En torno de este muro agrupábase una multitud de gente y
muchas personas parecían examinar algo muy particular con minuciosa y
viva atención. Las palabras «¡extraño!» «¡singular!» y otras expresiones
semejantes excitaron mi curiosidad.Me aproximé y vi, a manera de un bajo
relieve esculpido sobre la blanca superficie, la figura de un gato gigantesco.
La imagen estaba estampada con una exactitud verdaderamente
maravillosa.
Había una cuerda alrededor del cuello del animal. Al momento de ver esta
aparición, pues como a tal, en semejante circunstancia, no podía por
menos de considerarla, mi asombro y mi temor fueron extraordinarios.
Pero, al fin, la reflexión vino en mi ayuda. Recordé entonces que el gato
había sido ahorcado en un jardín, contiguo a la casa. A los gritos de
alarma, el jardín habría sido inmediatamente invadido por la multitud y el
animal debió haber sido descolgado del árbol por alguno y arrojado en mi
cuarto a través de una ventana abierta.
MO YAN RANA OBRA TEATRAL
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