MIGUEL DELIBES LAS RATAS
-¡Va a llover! ¡El Nini lo dijo! ¡Va a llover!
Y los hombres interrumpían sus tareas y sonreían íntimamente y las mujeres se asomaban a los ventanucos y murmuraban: «Que su boca sea un ángel», y los niños y los perros, contagiados, corrían alborozadamente tras el Pruden y aquellos gritaban a voz en cuello: «¡Va a llover! ¡Mañana lloverá! ¡El Nini lo dijo!».
En la taberna corrió el vino aquella noche. Los hombres exultaban y hasta Mamés, el Mudo, se obstinaba en comunicar su euforia haciendo constantes aspavientos con sus dedos sobre la boca. Mas la impaciencia no les permitía a los hombres del pueblo traducir su lenguaje y Mamés gesticulaba cada vez más vivamente hasta que el Antolianole dijo: «Mudo, no vocees así, que no soy sordo». Y todos, hasta el Mamés, rompieron a reír y, a poco, el Virgilín comenzó a cantar «La hija de Juan Simón» y todos callaron, porque el Virgilín ponía todo su sentimiento, y sólo el Pruden le dio con el codo al José Luis y musitó: «Eh, tú, hoy está cantando como los ángeles».
Al día siguiente, la Resurrección de la Santa Cruz, un nubarrón cárdeno y sombrío se asentó sobre la Cotarra Donalcio y fue desplazándose paulatinamente hacia el sudeste.
Y el Nini, apenas se levantó, lo escudriñó atentamente. Al fin se volvió hacia el Ratero y le dijo: - Ya está ahí el agua.
Y con el agua se desató el viento y, por la noche, ululaba lúgubremente batiendo los tesos. El bramido del huracán desazonaba al niño. Se le antojaba que los muertos del pequeño camposanto, conducidos por la abuela Iluminada y el abuelo Román, y las liebres y los zorros y los tejos y los pájaros abatidos por Matías Celemín, el Furtivo, confluían en manada sobre el pueblo para exigir cuentas. Pero esta vez el viento se limitó a desparramar la gran nube sobre la cuenca y amainó. Era una nube densa, plomiza, como barriga de topo, que durante tres días con tres noches descargó sobre el término. Y los hombres, sentados a las puertas de las casas, se dejaban mojar mientras se frotaban jubilosos sus manos encallecidas y decían mirando al cielo entrecerrando los ojos:
-Ya están aquí las aguarradillas. Este año fueron puntuales.
Mo Yan
RANA
Dos filas de dientes blancos brillaban constantemente.
»La película que vieron esa noche fue Así se templó el acero, una
adaptación de la novela de Ostrovski de mismo título. Tu padre dijo
que al principio trató de observar los movimientos de Wang Xiaoti
y de mi tía, pero, poco a poco, se fue sumergiendo en la historia
de amor y revolucionaria de la pantalla. En aquella época, muchos
alumnos chinos se comunicaban con alumnos soviéticos a través del
correo postal. La alumna que escribía frecuentemente a tu padre se
llamaba Dounia, así que era comprensible que se quedara absorto
en la pantalla. Pero en cualquier caso consiguió verle la cara a Wang
Xiaoti. Mientras cambiaban la cinta, ya que en aquella época no había
más que un proyector en el cine, le invadió un fuerte aroma a
caramelo de frutas, procedente de Wang Xiaoti. Por supuesto, también
oyó los chasquidos de la gente que comía pipas y cacahuetes. En
aquella época, estaba permitido comer en el cine y daba igual si lo
que comías tenía o no envoltorio. El suelo estaba cubierto de las cáscaras
de pipas y de cacahuetes, y de los envoltorios de los caramelos.
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