lunes, abril 14, 2014

EL LABERINTO DEL SUEÑO.

 

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Las líneas de las Pampas de Nazca son nada menos que una historia documental de la ciencia y de los hombres de ciencia del Perú prehispánico. En ella se encuentra registrada una tradición científica en donde los antiguos peruanos desarrollaron un abecedario para anotar los más importantes acontecimientos astronómicos de aquellos días. Las Pampas de Nazca son las páginas de un libro escrito con este extraño alfabeto".

http://pedromariafernandez.blogspot.com.es/2011/11/en-el-sur-de-peru-extendiendose-traves.html

Angelica archangelica

La Angélica (Angelica archangelica L., sin. Archangelica officinalis Hoffm., Archangelica officinalis var. himalaica C.B.Clarke), es una planta denominada así por ser creencia popular que la planta es un regalo del arcángel Gabriel debido a sus propiedades medicinales. Se denomina también como "hierba del Espíritu Santo"

http://es.wikipedia.org/wiki/Angelica_archangelica

AMÉRICA
(Amerika, 1927)
Franz Kafka             120

Bien pronto aprendió Karl a ejecutar también esas reverencias breves y profundas que se exigen
de un ascensorista y ya recogía la propina al vuelo.Desaparecía ésta en el bolsillo de su chaleco y
nadie hubiera podido decir, guiándose por la expresión de su semblante, si era grande o pequeña.
Ante las damas abría la puerta con una leve añadidura de galantería y con un movimiento airoso y
elegante entraba lentamente en el ascensor tras ellas que, preocupadas por sus faldas, sombreros y
adornos colgadizos, solían subir más vacilantes que los hombres.Durante el viaje se quedaba,
puesto que era ésta la forma menos llamativa, pegado a la puerta y dando la espalda a sus pasajeros
ysosteníalamanijadelapuertadelascensorafindeempujarlahaciauncostadoenelmomento
preciso de la llegada, de una manera súbita y a la vez nada alarmante.
Sólo en raras oportunidades le tocaba alguno en el hombro durante el viaje para pedirle una
pequeña información cualquiera, y entonces se volvía él rápidamente, como si lo hubiese esperado,
y en voz alta daba la respuesta.

TEXTOS DE LAS PIRAMIDES  120

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JAMES JOYCE
ULISES                  120

Elías, esquife, ligero billete arrugado,
viene bajando por el Liffey, pasa bajo el puente

Loopline golpeando en los remolinos que forma
el agua al rebullir alrededor de los pilares, y
navega hacia el oeste, pasando cascos y cadenas
de anclas, entre el desembarcadero de la
Aduana y el muelle de Jorge.

DON QUIJOTE DE LA MANCHA   120

—A este escuadrón frontero forman y hacen gentes de diversas naciones:
aquí están los que bebían las dulces aguas del famoso Janto; los montuosos
que pisan los masílicos campos; los que descubren el finísimo y menudo oro en
la felice Arabia; los que gozan las famosas y frescas riberas del claro
Termodonte; los que sangran por muchas y diversas vías al dorado Pactolo; los
númidas, dudosos en sus promesas; los persas en arcos y flechas famosos; los
partos, los medos, que pelean huyendo; los árabes, de mudables casas; los
citas, tan crueles como blancos; los etíopes, de horadados labios; y otras infinitas
naciones, cuyos rostros conozco y veo, aunque de los nombres no me
acuerdo. En estotro escuadrón vienen los que beben las corrientes cristalinas

del olivífero Betis; los que tersan y pulen sus rostros con el licor del siempre rico
y dorado Tajo; los que gozan las provechosas aguas del divino Genil; los que
pisan los tartesios campos, de pastos abundantes; los que se alegran en los elíseos
jerezanos prados; los manchegos, ricos y coronados de rubias espigas; los
de hierro vestidos, reliquias antiguas de la sangre goda; los que en Pisuerga se
bañan, famoso por la mansedumbre de su corriente; los que su ganado apacientan
en las extendidas dehesas del tortuoso Guadiana, celebrado por su
escondido curso; los que tiemblan con el frío del silboso Pirineo y con los blancos
copos del levantado Apenino. Finalmente, cuantos toda la Europa en sí
contiene y encierra.

Graves, Robert    el vellocino de oro   120

Pero ella le pregunto:

-Meleagro, ¿debo entonces quedarme en esta isla toda mi vida contigo? Pues, aunque lo que pueda
hacer aquí quizás no le incumba a Artemisa, ¿qué ocurrirá cuando reanudemos el viaje? Imagínate
que mis entrañas se llenen de nueva vida y que a mi regreso a Calidón dé a luz un hijo, ¿qué
ocurrirá entonces? ¿No le incumbirá eso a Artemisa? ¿Crees que una doncella cazadora puede
amamantar a un niño, alegando que fue engendrado antes de que lo fuera Artemisa?
Meleagro respondió:
-Sin duda Artemisa se enfadaría, como se enfadó con Calixto cuando Zeus la dejó encinta. Pero
suponte que por amor a ti consintiera en quedarme aquí en Samotracia. ¿No sería esta tierra lo
suficientemente buena para nosotros? ¿No podríamos vivir aquí juntos hasta la vejez, felices en este
amor mutuo?
Atalanta respondió:
-Aquí no existe el matrimonio, solamente la práctica de las ninfas, y ninguna mujer se ata a un solo
hombre. Tanto tú como yo tendríamos que relacionarnos promiscuamente con otros en honor de la
diosa; entonces unos terribles celos te consumirían, y a mí también. No, mí más querido de los
hombres, Samotracia no es mejor lugar para nosotros que lo era Lemnos.
Se quedó en el navío, meditando tristemente, y Meleagro se quedó para consolarla. Todos los demás
menos Hilas se marcharon en compañía de Tiotes -incluso Hércules, pues Meleagro juró por su
propia cabeza que no dejaría que Hilas hiciera ninguna travesura si Hércules lo dejaba con ellos.

Las baladas del ajo   mo yan 120

«¡Oh! —exclamó ella— mírame,
¡estoy embarazada!».
La multitud rugió alegremente. —
¡Maldito seas, viejo ciego! —gritó
una mujer. Una ventosidad cálida se escapó de Gran Hermana Li: «Ja,ja»,
la mitad de las mujeres del público se echó a reír.

Jinju era una de ellas. Maldito seas,Zhang Kou, ¿por qué tienes que
decir cosas así? Gao Ma murmuró para sí mismo. Cuando te doblas, se
te levanta el trasero y puedo ver la
línea de tu ropa interior a través de
tus finos pantalones. Eso mismo te
sucede cuando estás en los campos  durante el día. Zhang Kou, prueba a
contar el cuento de El Peñasco Rojo.
Quiero cogerte la mano, Jinju. Ya he cumplido los veintisiete y tú ya
tienes veinte años. Quiero que seas mi
esposa. Cuando estás con la azada en tu
campo de alubias, yo rocío mi campode maíz y mi corazón suena como
los pulgones que se posan sobre las mazorcas durante la temporada seca.
Los campos parecen no tener fin.
Hacia el sur se encuentra el pequeño monte Zhou, que tiene un cráter volcánico en cuyo interior se arraciman las nubes.

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos           120

No hace mucho tiempo apareció en los periódicos una breve mención de que el
otrora famoso pianista y compositor Bachmann había muerto olvidado del mundo
en la aldea suiza de Marival, en el asilo de Santa Angélica. La noticia me trajo a la
mente la historia de la mujer que le amó. Me la contó el empresario Sack.
Hela aquí.
Madame Perov conoció a Bachmann unos diez años antes de su muerte. En aquellos
días, el palpito dorado de aquella música profunda y delirante que él componía
empezaba ya a conservarse en soporte de cera, pero todavía podía escucharse en
directo en las salas de conciertos más famosas del mundo. Bueno, una noche, una de
esas noches de otoño de un azul límpido en las que se teme más a la vejez que a la
muerte, madame Perov recibió una nota de una amiga. Decía: «Quiero presentarte
a Bachmann. Vendrá a mi casa esta noche después del concierto. No dejes de
venir».
Me imagino nítidamente sus movimientos, cómo se puso un traje negro escotado, y
unas gotas de perfume en el cuello y la espalda, tomó su abanico y su bastón con
puntera de turquesas, y se contempló con una última mirada en las profundidades
de un gran espejo de tres cuerpos, para luego hundirse en una ensoñación que se
prolongaría a lo largo del camino que mediaba hasta llegar a casa de su amiga.
Sabía que no era guapa y que además estaba excesivamente delgada y que tenía
una piel tan pálida que casi parecía enfermiza; y sin embargo, esta mujer madura,
ajada, con el rostro de una Madonna que no acaba de serlo, resultaba atractiva
precisamente en razón de aquellas cosas de las que se avergonzaba: la palidez de su
cutis, y una cojera apenas perceptible, que la obligaba a llevar un bastón

 

 

    

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