Alexander Cole
Coloso
Gajendra ve a dos chiquillos agachados al resguardo de la luz de luna. Los han arrinconado cuatro soldados, que se ríen de la situación. Uno de los chicos
empuña una daga y el más grande se ha refugiado tras él.
Por fin uno de los soldados decide que ya es hora de acabar con el asunto y
saca la espada. Con gesto perezoso, lanza un tajo a la cabeza del chico. Lo que
ocurre a continuación es impresionante. El crío se precipita como una flecha hacia
el golpe, le rebana el cuello al hombre y, antes incluso de que esté muerto, le quita
la espada de la mano.
Sucede tan rápido que los otros tres se quedan quietos, estupefactos.
Mientras ellos están ocupados sorprendiéndose, el crío va a por el que tiene más
cerca, le acuchilla el tendón de la corva y lo hace caer.
Los otros dos salen de su ensimismamiento. Tienen coraza y él no. Lo
acorralan contra la pared. Gajendra desea que el chico más grande coja una espada
y ayude a su compañero, pero aquél se limita a quedarse pegado a la pared, sin
moverse.
Esto no está bien, piensa, y se acerca con paso decidido. El chico, ya en el
suelo, sigue parando golpes con la espada, pero le sale sangre por todas partes y,
aunque es fuerte, parece derrotado.
—¡Alto! —les grita Gajendra.
Uno de los atacantes se vuelve, un feo veterano, con un chirlo que le cruza la
nariz y la cara llena de rociadas de sangre reciente. Está claro que, dado el estado
de ánimo en que se encuentra, tendría el mismo gusto en clavarle la espada a
Gajendra que al chico. Ninguno de los dos está muy satisfecho. Uno de sus
camaradas está muerto en el suelo y el otro profiere ruidos que parecen maullidos
de gato y trata de agarrarse las corvas.—¿Quién eres tú, aliento de perro?
—Soy el que tiene cuatro arqueros detrás protegiéndolo. ¿Quién eres tú?
Gajendra confía en que sus arqueros sigan estando allí, pero no puede
permitirse el lujo de darse media vuelta y buscarlos. A juzgar por la expresión de
los veteranos, alguien o algo lo respalda y los asusta. Oye el tintineo de una
campanilla y sonríe. Es Coloso.
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