El escarabajo era sagrado para los egipcios porque era la criatura, junto con el ser humano, que mejor expresaba el orden divino, solo que estos pequeños coleópteros conseguían además resucitar.
Las hembras de un escarabajo valoran más el cortejo de los machos que su capacidad de lucha
Una vez que una gran cantidad de escarabajos hembras ha llegado al árbol, comienzan a vibrar y producir feromonas de agregación para atraer a otros machos y hembras no apareadas. Las nuevas hembras llegan y hacen lo mismo. A medida que llegan los machos, entran en las galerías, y comienzan a vibrar para dejar que las hembras sepan que han llegado, y también para advertir a los demás que la hembra en esa galería “tiene dueño”. En este punto, la hembra deja de producir feromonas de agregación y comienza a producir feromonas anti-agregación para disuadir a los demás escarabajos.
Contrariamente a las predicciones, los machos con una buena calidad genética no son buenos fertilizando huevos. Un nuevo estudio sobre el escarabajo 'Callosobruchus maculatus' llevado a cabo por el sueco Göran Arnqvist y el danés Trine Bilde muestra que cuando una hembra se aparea con varios machos, aquéllos con escasa calidad genética tienen más éxito a la hora de fertilizar los huevos.
El escarabajo sagrado (Scarabaeus sacer) es una especie de insecto coleóptero de la familia Scarabaeidae que se habita en las dunascosteras y pantanos de la cuenca del Mediterráneo. Es escarabajo pelotero que recoge bolas de estiércol que hace rodar hasta un nido subterráne para alimentar a sus crías. Este comportamiento inspiró a los antiguos egipcios, al cual compararon con el dios del sol Jepri, y consideraron al S. sacer como animal sagrado.
La cabeza del S. sacer tiene un amplio distintivo de seis proyecciones, se asemeja a los rayos.
El Escarabajo sacer es el más famoso de los escarabajos para los antiguos egipcios, era un símbolo de Jepri, la manifestación del dios del sol Ra en el amanecer, a partir de una analogía entre el comportamiento del escarabajo de hacer rodar una pelota de excrementos por el suelo y la tarea Jepri de rodar el sol por el cielo.
Los egipcios también observaron los escarabajos jóvenes salen de la bola de estiércol, y por error dedujeron que el escarabajo hembra era capaz de reproducir sin necesidad de un macho. De esto, se estableció un paralelo con su dios Atum, que también engendró solo
Escarabajos joya copulan con botellas de cerveza vacías al preferirlas a las hembras.
Según los investigadores, estas botellas (stubbies como se les conoce en Australia) se asemejan a una “super-hembra” escarabajo: grande y marrón anaranjado en su color, con una superficie ligeramente con hoyuelos en la parte inferior (diseñado para evitar que la botella se deslice fuera de su alcance ) y que refleja la luz de la misma forma que las cubiertas de las alas de las hembras.
Las botellas, en suma, resultan irresistible para los machos escarabajo, haciendo caso omiso de sus verdaderas parejas. Tal es así que los machos se afanan en montar a las botellas, negándose a soltarlas. Incluso se meten dentro y no quieren salir, friéndose a la postre hasta la muerte bajo el sol y siendo devorados por las hormigas hambrientas.
Escarabajos que saben contar
El insecto reconoce cuántos competidores tiene en el momento de la cópula con la hembra
El 'Tenebrio molitor' usa una habilidad que se creía hasta ahora exclusiva de vertebrados.
El Ruido de las Cosas al
Caer Juan Gabriel Vásquez
«Mierda», dice el piloto. «Arriba, chico, arriba.»
¿En qué piensa Elena Fritts? ¿Piensa en Ricardo Laverde?
¿Piensa en la temporada de fiestas que se le viene
encima? ¿Piensa en sus hijos?
«Mierda», dice el capitán en la cabina, pero Elena Fritts
no puede oírlo. ¿Tienen hijos Elena Fritts y Ricardo
Laverde? ¿Dónde están esos hijos, si es que existen, y
cómo han cambiado sus vidas después de la ausencia de su
padre? ¿Conocen las razones de esa ausencia, han crecido
envueltos en una red de mentiras familiares, de
sofisticados mitos, de cronologías revueltas?
«Arriba», dice el capitán.
«Todo va bien», dice el copiloto.
«Arriba», dice el capitán. «Suavemente, suavemente.»
El automático se ha desconectado. La palanca empieza a
sacudirse entre las manos del piloto, señal de que la
velocidad del avión no basta para mantenerlo en el aire.
«Más arriba, más arriba», dice el capitán.
«OK», dice el copiloto.
Y el capitán: «Arriba, arriba, arriba».
De nuevo suena la sirena.
«Pulí up», dice la voz electrónica.
Hay un grito entrecortado, o algo que se parece a un
grito. Hay un ruido que no logro, que nunca he logrado
identificar: un ruido que no es humano o es más que
humano, el ruido de las vidas que se extinguen pero
también el ruido de los materiales que se rompen. Es el
ruido de las cosas al caer desde la altura, un ruido
interrumpido y por lo mismo eterno, un ruido que no
termina nunca, que sigue sonando en mi cabeza desde esa
tarde y no da señales de querer irse, que está para
siempre suspendido en mi memoria, colgado en ella como
una toalla de su percha.
Ese ruido es lo último que se oye en la cabina del vuelo
965.
Suena el ruido, y entonces se interrumpe la grabación.
Me tomó un buen rato recuperarme. No hay nada tan obsceno
como espiar los últimos segundos de un hombre.
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