viernes, enero 13, 2012

DUERME VELA

3

   

ROBERT GRAVES-LA DIOSA BLANCA     175

Al final de su vida, cuando montó en el corcel-hada de
Niamh, la del cabello dorado, y corrió entre los lamentos de los fenianos a su isla
paradisíaca, tuvo una visión: un cervatillo sin cuernos perseguido en las aguas del mar
por los sabuesos blancos con orejas rojas del Infierno. El cervatillo era él mismo. Hay
algo semejante en el Romance de Pwyll Príncipe de Dyfed: Pwyll sale a cazar y se
encuentra con Arawn, el rey de Annwm, montado en un caballo pálido y persiguiendo a
un ciervo con sus sabuesos blancos con orejas rojas. Agradeciendo la cortesía de Pwyll,
Arawn, aunque lo envía a Annwm -pues el ciervo es el alma de Pwyll-, le permite reinar
allí en su lugar.

A la sombra de un granado

Tariq Ali
Una novela de la España musulmana  141págs   141-2=282-175=107

CAPÍTULO 11
Cisneros está sentado ante su escritorio, pensando:
«Aunque mi piel parezca demasiado oscura, aunque mis ojos no sean azules,
sino marrón oscuro, y mi nariz sea larga y ganchuda, estoy seguro, completamente
seguro, de que mi sangre es pura. Mis antepasados ya estaban aquí cuando vinieron
los romanos y mi familia es mucho más antigua que los antecesores visigodos del
noble conde, nuestro valiente capitán general. Entonces ¿por qué se corren rumores
de que tengo sangre judía? ¿Se trata sólo de una broma cruel? ¿O acaso algunos
franciscanos traidores divulgan esa ponzoñosa falsedad para desacreditarme dentro
de la Iglesia, con el fin de volver a falsear y confundir las distinciones entre nosotros
y los seguidores de Moisés o del falso profeta Mahoma? Sea cual fuere su
razonamiento, lo cierto es que no es verdad. ¿Me ois? No es cierto. ¡Mi sangre
es pura! Tan pura como conseguiremos que llegue a ser este reino algún día. No
lloraré ni me quejaré por estos constantes insultos, continuaré con la tarea de Dios.Los lobos me llaman bestia, pero no se atreven a atacarme porque son conscientes
del precio que tendrán que pagar por mi sangre. La adoración de María y el dolor
de Nuestro Señor, que murió crucificado, despierta misteriosas emociones en mi
interior. En mis sueños, a menudo me veo como un cruzado bajo las murallas de
Jerusalén o vislumbro Constantinopla. Mi memoria está firmemente arraigada en
la época cristiana, pero ¿por qué estoy siempre solo, incluso en mis sueños? Sin
familia, sin amigos, sin compasión por las razas inferiores. Yo no tengo sangre
judía, ni siquiera una pequeña gota. No me cabe la menor duda.»

EL PLAN INFINITO - ISABEL ALLENDE   175

Creo haber descubierto el secreto que explica la permanencia de la guerra. Joan y Susan sostienen que es un invento de los machos viejos para eliminar a los jóvenes porque los odian, los temen, no de-sean compartir nada con ellos, mujeres, poder, o dinero, saben que tarde o temprano los despojarán, por eso los envían a la muerte, aunque sean sus propios hijos. Para los viejos hay una razón lógica,pero ¿por qué la hacen los jóvenes? ¿cómo en tantos milenios no se han rebelado contra esas masacres rituales? Tengo una respuesta. Hay algo más que el instinto primordial de combate y el vértigo de la sangre: placer. Lo descubrí en la montaña. No me atrevo a pronunciar esa palabra en alta voz, me traería mala suerte, pero la repito calladamente, placer, placer. El más intenso que se puede experimentar, mucho más que el del sexo, la sed saciada, el primer amor correspondido o la revelación divina, dicen quienes saben de eso.

Ficciones
Jorge Luis Borges    86   86-3=258-175=83

A la realidad le gustan las simetrías y los leves anacronismos; Dahlmann había llegado
al sanatorio en un coche de plaza y ahora un coche de plaza lo llevaba a Constitución. La
primera frescura del otoño, después de la opresión del verano, era como un símbolo
natural de su destino rescatado de la muerte y la fiebre. La ciudad, a las siete de la
mañana, no había perdido ese aire de casa vieja que le infunde la noche; las calles eran
como largos zaguanes, las plazas como patios. Dahlmann la reconocía con felicidad y con
un principio de vértigo; unos segundos antes de que las registraran sus ojos, recordaba
las esquinas, las carteleras, las modestas diferencias de Buenos Aires. En la luz amarilla
del nuevo día, todas las cosas regresaban a él.

Un lugar incierto

Fred Vargas                     175

 

Yo conozco un hombre que se comió su propio dedo —dijo Arandjel levantando el pulgar—. Se lo cortó y lo coció. Lo que pasa es que al día siguiente no se acordaba, y fue por todas partes reclamando su dedo. Eso fue en Ruma. La gente estuvo un tiempo dudando si decirle la verdad o que un oso se lo había comido en el bosque. Al final, murió una osa poco después. Llevaron la cabeza al hombre, y él se quedó tranquilo pensando que el dedo estaba dentro. Y conservó la cabeza podrida.

—Como el oso polar —dijo Adamsberg—. El que se comió al tío de uno en los hielos y que el sobrino llevó a Ginebra, para entregárselo a la viuda, que lo guardó en el salón.

—Extraordinario —juzgó Arandjel—. Completamente extraordinario.

  

No hay comentarios: