jueves, enero 12, 2012

ESO PUEDE PASAR POR UN SUEÑO

 

    

Antonio Tabucchi  El tiempo envejece deprisa     89 págs   89-2=178-175=3

A lo mejor podía decirles que se le había venido a la cabeza la expresión leche y sangre,
realmente monstruosa, en su opinión, porque cuando era muy pequeña su
abuela se la llevaba con ella a veces por la noche al establo y ella miraba
fascinada aquel líquido cándido que su abuela extraía de las ubres de las cabras
en una palangana de zinc, y después lo llevaban a casa con la reverencia debida
a un regalo divino, pero si en ese cándido líquido hubieran caído unas gotas de
sangre, habría resultado monstruoso, habría huido espantada, pero no podía
decirlo, porque no era un recuerdo, era una fantasía, un falso recuerdo, ella
nunca había estado en aquel establo, y así, huyendo de un falso recuerdo, ahora
me hallo aquí, pensó, con esta amable familia que con tanto afecto me ha abierto
sus brazos, pido disculpas a todos, lo que digo no tiene lógica, será porque
estaba mirando mis manos algo más oscuras y la expresión leche y sangre me
ha sonado realmente extraña, es que quizá me haga falta un poco de aire fresco.

  

Erle Stanley Gardner 

El caso del loro perjuro  122págs   122*2=244-175=69

No me tomes por tonto. A ella le interesaba quitar de en medio al bicho, y tú deseabas conservarlo como prueba de algo. Sabías que mataría al loro si se le presentaba la oportunidad de hacerlo. Por eso hiciste que nosotros pudiésemos cambiar el pájaro. Debe de haber sido por lo que dice de: «¡Suelta esa pistola, Helen!» y «¡Dios mío, me has matado!»; pero sigo sin comprender por qué no mató antes al bicho en vez de esperar a hacerlo bajando por una escalera de incendios. Ayer creí que intentabas ayudar a Helen manteniéndola lejos de la policía. Y ahora sospecho que tus intenciones eran mantenerla alejada del loro.

Jean-Christophe Grangé    Esclavos de la oscuridad    175

Le Courrier du Jura, 13 de noviembre de 1988

la muerte azota sartuis

Sartuis, la célebre ciudad de los relojeros de la región de Doubs, acaba de sufrir un drama infame. Aproximadamente a las diecinueve horas de ayer, 12 de noviembre de 1988, el cuerpo de Manon Simonis, ocho años, fue descubierto en el fondo de un pozo de decantación cercano a la planta depuradora de la ciudad. Según el fiscal de Besançon (Doubs), no hay duda de que se trata de un crimen.

GAO XINGJIAN
LA MONTAÑA DEL ALMA
Traducción de Liao Yanping y José Ramón Monreal    175

Luego vio dos manos blancas que sacaban unas tijeras de la jofaina, cerraban las dos hojas y las
clavaban con fuerza en el vientre. La sangre fresca, de un rojo intenso, brotó debajo del ombligo.
Aterrado, el general no se atrevía a moverse y cerró los ojos.
Un instante más tarde, se reanudó el ruido del agua. Volvió a abrir los ojos y, fascinado, vio a la
monja de rapada cabeza bañada en sangre, pero sus manos no cesaban de agitarse ¡para sacarse las
vísceras y colocarlas dentro de la jofaina!
Nacido en el seno de una vieja familia de generales, este hombre había vivido innumerables
batallas. No se desmayó. Tomó una larga bocanada de aire fresco y, frunciendo el ceño, decidió
aclarar las cosas. En ese instante, la monja no presentaba el menor rastro de sangre en su rostro.
Con los ojos cerrados, los párpados caídos, los labios amoratados, temblaba ligeramente. Parecía
gemir, pero no resultaba perceptible ningún sonido. Sólo el ruido del agua seguía resonando.
Con sus dos manos ensangrentadas, cogió sus intestinos que masajeó con la punta de los dedos,
los lavó minuciosamente y acto seguido pasó un largo rato colocándoselos sobre los antebrazos.
Cuando hubo terminado de lavarlos, arregló sus entrañas, las levantó y volvió a colocárselas dentro
del vientre. Con la ayuda de un cacillo lleno de agua, se lavó sucesivamente los brazos, el pecho, los
pliegues de la ingle, los pies e incluso los dedos de éstos, como si tal cosa. El general se levantó a
toda prisa, regresó a la gran sala y la esperó de pie.
Un instante más tarde, la puerta se abrió y apareció la monja, llevando su rosario. Iba totalmente
vestida, avanzó hasta el altar donde el incienso acababa de apagarse en el pebetero. Encima de la
varilla, un hilillo de humo agonizaba. Fue a cambiarlo tan tranquila.
Como si despertara penosamente de un sueño incomprensible, incapaz de contenerse, el general
se puso a interrogar a la monja. Ella respondió con voz inmutable: «Señor, si aspiráis al trono,
vuestra suerte será la misma que acabáis de ver». Y desde ese día, el general que, de hecho,
fomentaba una conjura para apoderarse del trono, se sintió fuertemente decepcionado y no se
atrevió ya a apartarse del recto camino, conservando su reputación de ministro general íntegro. Al
principio, esta historia tenía, pues, un significado político.
Tú dices que, cambiando la conclusión, puede hacerse de ella un sermón moralizador, poniendo
en guardia al género humano contra la lujuria.
Esta historia puede constituir también una enseñanza religiosa que incite a los hombres a
convertirse al budismo.

Andrés Ibáñez

Memorias de un hombre de madera   98págs    98-2=196-175=21

Más allá de los principios», sumidos en el Ser, en el vacío total de la mente. La montaña es la mente: sus escarpadas laderas están llenas de resbaladeros y de precipicios. La montaña es lo que conduce a lo que está más allá de la mente. En ella hay carreteras de piedra, hay establos para el ganado, hay monasterios, hay estanques y ciudades, hay murallas que escalan en zigzag en dirección a las nubes, y atraviesan las nubes, y siguen subiendo por encima de las nubes, hay ventisqueros, hay glaciares sólo hollados por los yaks. La montaña es grande como el mundo. Todos vivimos en la montaña, todos somos la montaña. La montaña es como una guirnalda de flores y es como el pistilo de una flor, es como el diente de una niña y como la pezuña de un búfalo. La montaña es mi cuerpo, yo soy la Montaña del Alma. Cuando la serpiente suba hasta lo más alto de la montaña, yo también podré entrar en la médula del saúco del Monasterio de la Comprensión. Entonces podré ver el centro del loto y comprender el universo. Entonces, por fin, sabré quién Soy.

 

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