miércoles, enero 11, 2012

SOL DE INVIERNO

 

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JAMES JOYCE-ULISES  I       135

A través de las arenas de todo el mundo,seguida por la espada flamígera del sol,hacia occidente,marchando hacia tierras de poniente.Una marea occidentalizaste,tirada por la luna,sigue su estela.Mareas,de miríadas de islas,dentro de ella,sangre no mía,oinopa ponton,un mar vinoso oscuro.He aquí la esclava de la luna.En sueño,el signo húmedo marca su hora,la manda levantarse.Cama de esposa,cama de parto,cama de muerte,con velas espectrales.Omnis caro ad te veneit.Viene él,pálido vampiro,a través de la tempestad sus ojos,sus alas de murciélago ensanguinolando el mar,boca al beso de la boca de ella.Ea.Clávale un alfiler¿quieres?

MURAKAMI-1Q84     135

Al acabar de cenar, Aomame se desnudó y se dio una ducha caliente. Salió de la
ducha, se secó con una toalla y miró su cuerpo desnudo reflejado en el espejo de la
puerta. Un vientre plano y unos músculos firmes. El pecho un poco desproporcionado entre ambos lados y un pubis que recordaba a un campo de fútbol
mal cuidado. «Otra vez se acerca el maldito cumpleaños. ¡Joder, mira que llegar a los
treinta precisamente en un mundo sin sentido como éste!», pensó Aomame, y frunció
el ceño. 1Q84.
Ahí era donde estaba ella.

A LA SOMBRA DE UN GRANADO –ALI TARIQ     135

-¡Quemad este lugar! -gritó el capitán.
Luego ordenó a otros dos soldados que se acercaran, pero para entonces Umar
ya había cogido la espada de uno de los caídos y participaba otra vez en la
lucha.
Fueron necesarios seis hombres para volver a capturar al jefe del Banu Hudayl.
Esta vez fue decapitado de inmediato y su cabeza se exhibió en la punta de una
lanza en un desfile que se paseó primero por el zaguán y luego por el patio exterior.
Se oyeron aullidos y lamentos de dolor, seguidos por gritos de furia y el estrépito
de las espadas al chocar unas con otras

 

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ANATOLE FRANCE-EL CRIMEN DE UN ACADEMICO-  135

Le seguí a su despacho,donde brillaban carabinas y cuchillos de monte al resplandor de los quinqués y sobre el papel oscuro.Me hizo sentar en un sofá de cuero.-Pero ¿qué ha hecho usted?

VLADIMIR NABOKOV   135

El amo se quedó sentado en su rincón, en aquella butaca de terciopelo, como si
estuviera en la sala de espera de la consulta de un médico. La habitación flotaba en
la oscuridad; el denso azul de las primeras horas del crepúsculo se filtraba a través
de las láminas de cristal de escarcha del paño de la ventana. Ivan, el criado
silencioso y corpulento, que se había quitado el bigote no hacía mucho y que ahora
se parecía bastante a su padre, el mayordomo de la familia, ya fallecido, trajo un
quinqué de gas, dispuesto como es debido y rebosante de luz. Lo depositó en una
mesa pequeña y silenciosamente lo introdujo en su pantalla de seda rosa. Un espejo
ligeramente inclinado reflejó por un instante su cabello gris y el dorso de su cabeza.
Luego se retiró y la puerta se cerró con un crujido suave

 

ROBERT GRAVES-LA DIOSA BLANCA    135

LA CANCION DE AMERGIN
(Dios habla y dice) (Glosas)
Yo soy un viento del mar,                                  por la profundidad
Yo soy una ola del mar,                                    por el peso
Yo soy un sonido del mar,                                 por el horror
Yo soy un buey de siete peleas,
o Yo soy un ciervo de siete astas,
                                                                       por la fuerza
Yo soy un grifo en un risco,
o Yo soy un halcón en un risco,
                                                                       por la destreza
Yo soy una lágrima del sol,                              «una gota de rocío», por la claridad
Yo soy bello entre las flores,
Yo soy un jabalí,                                               por el valor
Yo soy un salmón en un estanque,                    «los estanques del conocimiento»
Yo soy un lago en una llanura,                           por la extensión
Yo soy una colina de poesía,                             «y conocimiento»

ORHAN PAMUK-ME LLAMO ROJO   135

¿Qué es lo que significa el rojo? —volvió a preguntar el ilustrador ciego que había dibujado
el caballo de memoria.
—El significado de los colores es que están ante nosotros y podemos verlos —le contestó el
otro—. No se puede explicar el rojo a quien no lo ha visto.
—Para negar la existencia de Dios, los ateos, los impíos y los incrédulos dicen que no se le
puede ver —continuó el ilustrador ciego que había dibujado el caballo.
—Pero Él se aparece a quienes son capaces de ver —contestó el otro maestro—. Es por eso
por lo que el Sagrado Corán dice que no son lo mismo el ciego y el que ve.

El apuesto aprendiz me aplicó lentamente sobre el cobertor de la silla del caballo. Es una
sensación tan agradable introducirme con mi plenitud, mi fuerza y mi vitalidad en el blanco y
negro de una hermosa ilustración, que cuando el pincel de pelo de gato me extiende sobre el papel
siento un cosquilleo de alegría. Y así, al darle color, es como si le ordenara al mundo «existe» y el
mundo toma mi color de sangre. El que no ve puede negarlo, pero estoy en todas partes.

 

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HERTA MULLER-TODO LO QUE TENGO LO LLEVO CONMIGO     135

Un día mi ángel del hambre fue abogado

No se lo cuentes nunca a mi marido, me advirtió Heidrun Gast. Ocurrió un día que pudo sentarse entre Trudi Pelikan y yo porque el abogado Paul Gast no vino a comer, le supuraban los dientes. Ese día Heidrun Gast pudo hablar.

Contó que en el techo, entre el taller de automóviles y la nave de la fábrica bombardeada, hay un agujero del tamaño de la copa de un árbol. Arriba, en la nave de la fábrica, llevan a cabo labores de desescombro. A veces abajo, en el suelo del taller, se ve una patata que un hombre arroja desde arriba para Heidrun Gast. Siempre es el mismo hombre, ella alza la vista hacia arriba y él mira hacia abajo. No pueden hablar, él está tan vigilado arriba como ella en el taller. El hombre viste una fufáika a rayas, es un prisionero de guerra alemán. La última vez, cayó una patata muy pequeña entre las cajas de herramientas. Es posible que Heidrun Gast no la encontrase en el acto y llevase allí uno o dos días. O el hombre tuvo que tirarla más rápido que de costumbre. O por ser tan pequeña se alejó rodando más lejos de lo habitual. O tal vez él la arrojó deliberadamente a otro lugar. En un primer momento Heidrun Gast no estaba segura de que procediese realmente del hombre de arriba y no la hubiese colocado el nachálnik para tenderle una trampa. Empujó la patata debajo de la escalera con la punta del zapato, de forma que sólo pudiera verse si se sabía que estaba allí. Ella prefirió esperar hasta cerciorarse de que el nachálnik no la espiaba. Poco antes de finalizar la jornada recogió la patata, y entonces se percató de que llevaba un hilo atado alrededor. Como de costumbre, también ese día Heidrun Gast miró cuanto pudo hacia arriba por el agujero, pero no vio al hombre. Cuando llegó por la noche a su barracón, rompió el hilo con sus dientes. La patata estaba partida por la mitad. Entre las dos mitades había un jirón de tela. En él ponía ELFRIEDE RO, CALL, ENSBU y, abajo del todo, ALEM. Las demás letras habían, sido corroídas por la fécula. Después de la bazofia de la cantina, cuando el abogado se marchó a su barracón, Heidrun Gast arrojó el trapo a una tardía hoguerita del patio y asó las dos mitades de patata. Sé, refirió, que me comí una noticia, eso aconteció hace sesenta y un días. Seguro que él no pudo irse a casa, y sin duda no ha muerto, aún estaba sano. Ha desaparecido de la faz de la tierra, dijo, igual que esa patata en mi boca. Lo echo de menos.

 

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