martes, enero 03, 2012

EL CIEMPIES

 

                             

                                            

BORGES-   617

El sol había declinado cuando llegué. El barrio era popular
y humilde; la casa era muy baja; desde la acera entreví una
sucesión de patios de tierra y hacia el fondo una claridad. En
el último patio se celebraba no sé qué fiesta musulmana; un
ciego entró con un laúd de madera rojiza

JAMES JOYCE-ULISES   617

Bebió resignadamente, haciendo correr
sus dedos por las estrías del vaso.
—Sí, sí —dijo suspirando.
El señor Bloom, masticando de pie,
consideró su suspiro. Respiración de buzo. ¿Le
diré de ese caballo que Lenehan? Ya lo sabe.
Mejor que se olvide. Va y pierde más. El tonto y
su dinero. La gota de rocío está bajando otra
vez. Tendría la nariz fría besando a una mujer.
Sin embargo a ellas podrías gustarles. Les
gustan las barbas que pican. Las narices frías
de los perros. La vieja señora Riordan con el
terrier Skye de estomágo constantemente
sonoro en el hotel City Arms. Maruja haciéndole
cariños en su regazo. ¡Oh el grandote
pichichoguaguagua!
El vino empapó y suavizó meollo de pan
mostaza un momento queso nauseabundo.
Lindo vino éste. Le siento mejor gusto porque no
tengo sed

ROBERT GRAVES-LA DIOSA BLANCA 208*3=624-617=7

La «Yegua nocturna» o Pesadilla es uno de los aspectos más crueles de la Diosa
Blanca. Sus nidos, cuando se. les encuentra en los sueños, alojados en las grietas de las
rocas o en las ramas de enormes tejos huecos, están hechos con ramitas cuidadosamente
elegidas, forrados con pelos de caballo blanco y plumas de aves proféticas y sembrados
de mandíbulas y entrañas de poetas. El profeta Job dijo de ella: «Habitaba y permanecía
en la roca. Sus crías también chupaban sangre».

Haruki Murakami 1Q84       617

En la agrupación no había televisión, y la radio no estaba permitida salvo en
ocasiones excepcionales. Los periódicos y revistas estaban restringidos. Las noticias
que se consideraban necesarias eran comunicadas oralmente durante la cena en la
«sala de reuniones». La gente allí reunida reaccionaba con voces de júbilo o gruñidos
de desacuerdo según la noticia. Los gruñidos de desacuerdo eran mucho más
numerosos que los gritos de júbilo. Esa era la única relación de la niña con los medios
de comunicación. En su vida jamás había visto una película o leído un tebeo. Sólo le
estaba permitido escuchar música clásica. En la sala de reuniones había un equipo
estéreo y un gran número de discos que alguien había llevado. En sus horas libres la
niña escuchaba las sinfonías de Brahms, obras para piano de Schumann, música para
clave de Bach y música religiosa. Se convirtió en su más valiosa, y prácticamente
única, diversión.
Un buen día, a la niña le impusieron un castigo. Esa semana le habían ordenado
que cuidara unas cuantas cabras por la mañana y por la noche, pero agobiada con los
deberes de la escuela y las tareas diarias se despistó y lo olvidó. A la mañana
siguiente se descubrió que una cabra ciega, la más anciana del rebaño, se había
muerto de frío. Como castigo aislaron a la niña durante diez días de la agrupación

VLADIMIR NABOKOV-              617

La ceremonia del baño tenía lugar en otra parte de la playa. Unos bañistas
profesionales, vascos fornidos con trajes de baño negros, contribuían a que las
damas y los niños gozaran del terror de las olas. Aquellos baigneurs te colocaban de
espaldas a la ola que estaba a punto de romper y te tomaban de la mano en el
momento justo en el que aquella masa ascendente y giratoria de espuma y agua
caía violentamente sobre ti desde atrás, tirándote al suelo de un fuerte golpe. Tras
una serie de revolcones, el baigneur , reluciente como una foca, conducía al niño o a
la dama, jadeantes, tiritando, respirando mocos, hacia tierra, hasta la arena llana,
donde una inolvidable señora con unos pelillos grises en el mentón se apresuraba a
escoger un albornoz de entre los varios que colgaban de un tendedero. En la
seguridad de la cabina, otro sirviente te ayudaba a quitarte el traje de baño mojado
y lleno de arena, que se desplomaba con un plof en el suelo y se enredaba en los
pies. Luego, todavía tiritando, tratabas de sacar los pies de aquel barullo de tela azul
con rayas difusas sin conseguir más que pisotearlo una y otra vez. La cabina olía a
pino. El empleado, un jorobado con arrugas radiantes, traía una palangana de agua
hirviendo, en la que metías los pies. De aquel hombre aprendí, y lo he conservado
toda mi vida en una célula de cristal de mi memoria, que «mariposa» en vasco se
dice miresicoletea, o al menos eso es lo que yo creí entender (entre las siete
palabras que he encontrado en los diccionarios la que más se le acerca es la de
micheletea

En la zona más oscura y húmeda de la plage, esa parte donde, con marea baja, se
encuentra la mejor arena para hacer castillos, me encontré cavando, un día, al lado
de una niña francesa llamada Colette.
Iba a cumplir diez años en noviembre. Yo había cumplido diez en abril. Me fijé, nos
fijamos, en el trozo de concha mellada de un mejillón que acababa de pisar con la
planta desnuda de un pie estrecho y de largos dedos

Ian   McEwan
Solar                                 617

Fue una nota discordante aislada. Lo memorable y
sorprendente llegaba todas las noches, normalmente tarde, con los
vibrantes compases de una banda de música o el sonido de voces
cantando al unísono que, eufóricas en una actividad común,
eliminaban durante un rato todas las decepciones, toda la amargura.
Beard nunca habría creído que podría estar en una habitación
bebiendo con tantas personas poseídas por la misma suposición
particular, la de que el arte en sus formas más excelsas, la poesía, la
escultura, la danza, la música abstracta, el arte conceptual
impulsarían el tema del cambio climático, lo edulcorarían, lo
palparían, revelarían todo el horror y la belleza perdida y la amenaza
tremenda, e incitarían a la opinión pública a pensar en él, a adoptar
acciones o a exigir que las adoptaran otros. Guardaba un maravillado
silencio. El idealismo era tan ajeno a su carácter que no podía poner
objeciones. Estaba en un territorio nuevo, entre una tribu amistosa de
personas exóticas. Los muñecos de nieve que custodiaban como
centinelas el pie de la plancha, el sonido grabado del viento gimiendo
entre las jarcias, el disco de hielo pulido que refractaba durante todo
el día al sol poniente, los pingüinos de Jesús, treinta en total, y los
tres osos polares que desfilaban por el hielo hasta más allá de la proa
del barco, el crudo, impenetrable fragmento de una novela punteada
de palabrotas que Meredith leyó, o berreó, en voz alta una noche,
todas aquellas manifestaciones semejantes a plegarias, a bailes
alrededor de un tótem, tenían el objetivo de desviar el curso de una
catástrofe

RUIZ ZAFON-EL PRISIONERO DEL CIELO  160*4=640-617=23

Es un hecho científicamente comprobado que cualquier infante de pocos meses de vida sabe detectar con instinto infalible ese momento exacto de la madrugada en que sus padres han conseguido conciliar el sueño para elevar el llanto y evitar así que puedan descansar más de treinta minutos seguidos.

JAVIER MARIAS-LOS ENAMORAMIENTOS   617

‘El número de crímenes impunes supera con
creces el de los castigados; del de los ignorados y ocultos ya no hablemos, por fuerza ha de ser infinitamente mayor que el de los conocidos y registrados’. Y quizá también en esto
otro: ‘Lo peor es que tantos individuos dispares de cualquier época y país, cada uno por su
cuenta y riesgo, en principio no expuestos al contagio mutuo, separados unos de otros por
kilómetros o años o siglos, cada uno con sus pensamientos y sus fines particulares,
coincidan en tomar las mismas medidas de robo, estafa, asesinato o traición contra sus
amigos, sus compañeros, sus hermanos, sus padres, sus hijos, sus maridos, sus mujeres o
amantes de los que ya se quieren deshacer. Contra aquellos a los que probablemente más
quisieron alguna vez. Los crímenes de la vida civil están dosificados y esparcidos, uno
aquí, otro allá; al darse en forma de goteo parece que clamen menos al cielo y no levanten
oleadas de protestas por incesante que sea su sucesión: cómo podría ser, si la sociedad
convive con ellos y está impregnada de su carácter desde tiempo inmemorial’.

EL MENSAJE DEL QUR’AN
Tradución del Árabe y Comentarios
Muhammad Asad

Sura 28. Al-Qasas (La Historia) 

(15) Y [un día] entró en la ciudad mientras [la mayoría de] sus habitantes estaban [descansando
en sus casas] ajenos a lo que pasaba [en las calles];13 y encontró allí a dos hombres peleándose
--uno era de su gente,14 y el otro de sus enemigos. Y el que era de su gente le pidió
ayuda contra el que era de sus enemigos --y entonces Moisés le dio un puñetazo, causándole
[con ello] la muerte.
[Pero luego] dijo [para sí]: "¡Esto es obra de Satán! Ciertamente, es un enemigo declarado,
que extravía [al hombre]!"15

15 Acerca de la alusión a la "obra de Satán", véase la primera mitad de la nota 16 a 15:17. En este caso, los
versículos 16-17 parecen indicar que el culpable había sido el israelita, y no el egipcio (cf. la nota siguiente).
Obviamente, Moisés acudió en socorro del israelita por un sentimiento instintivo de solidaridad racial sin considerar
quien tenía razón en el caso; pero inmediatamente comprendió que había cometido una falta grave, no
sólo por haber matado a una persona inocente, aunque fuera sin querer, sino por haber basado su acción en un
mero prejuicio tribal --o, racial o nacional, como se denominaría hoy. Esta es claramente la enseñanza de este
segmento de la historia de Moisés en el Qur'án. Su lección moral ha sido destacada y explicada por el Profeta
en muchas ocasiones: cf. su famoso dicho: "No es de los nuestros quien proclama la causa del partidismo tribal
(aasabiyya); no es de los nuestros quien combate por la causa del partidismo tribal; y no es de los nuestros
quien muere por la causa del partidismo tribal" (Abu Da'ud, transmitido de Yubair ibn Mutiim). Cuando se le
pidió que explicara el significado de "partidismo tribal", el Profeta respondió: "Significa apoyar a tu gente en
una causa injusta" (ibid., transmitido de Wazila ibn al-Aqsa').

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