NABOKOV-773
El cuadro era realmente muy hermoso. Luciani había pintado a la belleza veneciana
de medio perfil, contra un cálido fondo negro. El ropaje rosáceo revelaba su cuello
prominente de tintes oscuros, con unos pliegues extraordinariamente tiernos tras la
oreja, y la piel de lince gris, que orlaba su manto color cereza, se le escapaba
deslizándose a lo largo de su hombro derecho. Los alargados dedos de su mano
derecha extendidos como a pares parecían apuntar que la dama estaba a punto de
ajustarse la piel que caía, pero era como si se hubiera quedado impávida e inmóvil
en el momento previo, con la mirada de avellana fija en su uniforme oscuridad, y
también lánguida, en el lienzo. Su mano izquierda, cuya muñeca rodeaban blancos
rizos de batista de Cambray, sostenía una cesta de fruta amarilla; la copa de su
tocado relucía sobre su cabello castaño oscuro. A la izquierda, el fondo se
interrumpía con una gran vista en ángulo recto sobre el aire del crepúsculo y el
abismo verde azul de la noche nublada.
Sin embargo, no fueron esos prodigiosos detalles del juego de sombras, ni tampoco
la calidez umbrosa del cuadro en su totalidad los que chocaron a Simpson.
Ladeando la cabeza levemente y sonrojándose de inmediato, dijo:
—Dios mío, cómo se parece a...
BOLAÑO 2666 733
Durante todo el trayecto Azucena Esquivel Plata
permaneció en silencio, fumando arrebujada en su manta escocesa,
y Sergio se dedicó a mirar por la ventana. La casa de la
diputada era grande, de una sola planta, con patios en donde
antiguamente entraban carruajes y viejas caballerizas y abrevaderos
tallados directamente en la piedra. La siguió hasta una
sala en donde colgaba un Tamayo y un Orozco. El Tamayo era
rojo y verde. El Orozco negro y gris. Las paredes de la sala,
blanquísimas, evocaban de alguna manera un hospital privado
o la muerte.
BORGES- 733
Tan compleja es la realidad, tan fragmentaria y tan simplificada
la historia, que un observador omnisciente podría redactar
un número indefinido, y casi infinito, de biografías de
un hombre, que destacan hechos independientes y de las que
tendríamos que leer muchas antes de comprender que el protagonista
es el mismo. Simplifiquemos desaforadamente una vida:
imaginemos que la integran trece mil hechos. Una de las hipotéticas
biografías registraría la serie 11, 22, 33. . .; otra, la serie 9,
13, 17, 2 1 . . . ; otra, la serie 3, 12, 21, 30, 3 9 . . . No es inconcebible
una historia de los sueños de un hombre; otra, de los
órganos de su cuerpo; otra, de las falacias cometidas por él; otra,
de todos los momentos en que se imaginó las pirámides; otra,
de su comercio con la noche y con las auroras
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