MEMORIAS DE ADRIANO
MARGUERITE YOURCENAR pág 145
No, no es la sangre lo
que establece la verdadera continuidad humana: el heredero directo de Alejandro es
César, no el débil infante nacido de una princesa persa en una ciudadela del Asia;
Epaminondas, al morir sin posteridad, se jactaba con razón de que sus victorias
fueran sus hijas. La mayoría de los hombres notables de la historia tuvieron
descendientes mediocres, por no decir peor, dando la impresión de que habían
agotado en sí mismos los recursos de una raza. La ternura del padre se halla casi
siempre en conflicto con los intereses del jefe. Y si no fuera así, el hijo del emperador
tendría que sufrir además las desventajas de una educación de príncipe, la peor de
todas para un futuro monarca. Afortunadamente, en la medida en que nuestro
Estado ha sabido crearse una regla para la sucesión imperial, ésta se determina por
la adopción; reconozco en ella la sabiduría de Roma. Conozco los peligros de la
elección y sus posibles errores; no ignoro que la ceguera no es privativa de los afectos paternales; pero una decisión presidida por la inteligencia, o en la cual ésta toma por lo menos parte, me parecerá siempre infinitamente superior a las oscuras
voluntades del azar y de la ciega naturaleza. El imperio debe pasar al más digno;
bello es que un hombre que ha probado su competencia en el manejo de los
negocios mundiales elija su reemplazante, y que una decisión de tan profundas
consecuencias sea al mismo tiempo su último privilegio y su último servicio al
Estado. Pero tan importante elección se me antoja más difícil que nunca
EL MENSAJE DEL QUR’AN
Tradución del Árabe y Comentarios
Muhammad Asad pág 145
(43) ¡OH VOSOTROS que habéis llegado a creer! No os acerquéis a la oración en estado de embriaguez,
54 [sino esperad] hasta que sepáis lo que decís; ni tampoco en un estado que requiera
la ablución mayor,55 hasta haberos bañado --a menos que estéis de viaje [y no podáis hacerlo].Pero si estáis enfermos o de viaje, o acabáis de hacer vuestras necesidades,56 o habéis cohabitado
con una mujer y no encontráis agua, recurrid a tierra limpia y pasáosla ligeramente por el
rostro y las manos.57 Ciertamente, Dios es en verdad perdonador, indulgente.
54 La alusión a la oración en este punto sigue a la mención, en los versículos anteriores, del Día del Juicio,
en el que el hombre habrá de responder ante Dios de lo que hizo en su vida: pues es en la oración cuando
el hombre se sitúa, espiritualmente, frente a Dios. En cuanto a la prohibición de acercarse a la oración "en
estado de embriaguez", varios comentaristas consideran esta ordenanza como el primer estadio de la
prohibición absoluta del uso de estupefacientes, que más tarde quedó "abrogado" con la promulgación de
la ley de abstinencia total de todo tipo de estupefacientes (5:90). Sin embargo, aparte del hecho de que la
doctrina de la "abrogación" es del todo insostenible (véase sura 2, nota 87), nada autoriza a considerar al
susodicho versículo como un "primer estadio" que quedaría invalidado, por así decirlo, una vez decretada
la prohibición absoluta. Es cierto, desde luego, que el Qur’an prohibe el uso de estupefacientes en todo
momento, y no sólo en el momento de la oración; pero dado que "el hombre ha sido creado débil" (4:28),
su alejamiento del camino de la virtud es una posibilidad constante: el versículo anterior fue promulgado
a fin de evitar que se añada a la falta de usar estupefacientes la de rezar en estado de embriaguez. Además,
la expresión "en estado de embriaguez (sukara)" no se aplica exclusivamente a la intoxicación alcohólica,
ya que el término sukr, en su sentido más amplio, significa cualquier estado de desequilibrio mental
que impide a una persona ejercitar plenamente sus facultades mentales: es decir, que puede significar
también un ofuscamiento temporal debido a medicamentos, a un mareo o a un arrebato de pasión, así
como el estado de somnolencia que se describe metafóricamente como "ebrio de sueño" --en suma, cualquier
estado en el que la capacidad normal de discernimiento esté confusa o paralizada. Debido a la gran
importancia que en todo el Qur’an se da a la consciencia como elemento indispensable en todo acto de
adoración, la oración sólo es permisible cuando el hombre está en plena posesión de sus facultades mentales
y "sabe lo que dice".
CARMEN MARTIN GAITE-CAPERUCITA EN MANHATTAN 145
—¿De verdad estás segura de que los hombres esos del cine no te vieron convertirte en estatua?
Miss Lunatic sonrió.
—Completamente segura. Hay cosas que sólo pueden ver los que tienen, como tú, los ojos limpios.
—O sea que tu vives dentro de la estatua.
—Por el día sí. Envejezco allí dentro para insuflarle vida a ella, para que pueda seguir siendo la antorcha que ilumine el camino de muchos, una diosa joven y sin arrugas.
—¿Como si fueras su espíritu? —preguntó Sara.
—Exactamente, es que soy su espíritu. Pero me aburro muchísimo. Estoy deseando que se haga de noche para salir a trotar por Manhattan. En cuanto dejan de llegar turistas, le enciendo las luces de la corona y de la antorcha y, bueno, atiendo a mil detalles rutinarios que llevan bastante tiempo. Luego me aseguro de que está dormida y se acabó; me largo yo aquí por mi cuenta.
—¿Como si te despegaras de ella?
—Pues sí, más o menos. Está bien dicho. ¿Sabes que eres muy lista?
CITAS DEL
PRESIDENTE
MAO TSE-TUNG
EDICIONES EN LENGUAS EXTRANJERAS
PEKIN 145
Discurso de apertura en la I Sesión Plenaria de la
Conferencia Consultiva Política del Pueblo Chino
(21 de septiembre de 1949).
El proletariado aspira a transformar el universo según su concepción del mundo, y la burguesía,
según la suya. A este respecto, aún no ha sido resuelta en definitiva la
cuestión de quién vencerá: el socialismo o el capitalismo
Antonio Gala
La pasión turca 140 págs 145-140=5
La niña de aquellas navidades en que mi padre me llevó a un pueblo de Somontano, no lejos de
Barbastro, donde había de entregar cirios y velas para la fiesta de la santa, y oí a las otras niñas, coloradas
y felices, que cantaban por el aguinaldo...
Santa Lucía bendita
nos viene a visitar,
con los ojos en el plato
pidiendo la caridad.
Ángeles somos,
del cielo venimos,
chullas y huevos pedimos
John Kennedy Toole
La conjura
de los necios 145
¿Cuánto dinero se llevó?
—¿Dinero? No robó dinero. En realidad, no había dinero que robar, pues no había conseguido vender ni uno de esos manjares siquiera. Robó las salchichas.
»En fin, al parecer, no se las llevó todas. Cuando recobré el conocimiento, examiné el carro. Aún quedan una o dos, creo.
—Nunca oí nada parecido.
—Quizá tuviera mucha hambre. Quizás alguna deficiencia vitamínica de su organismo en desarrollo necesitase urgentemente una compensación. El deseo humano de alimento y de sexo es relativamente similar. Si hay violaciones a mano armada, ¿por qué no habría de haber robos de salchichas a mano armada? No veo nada insólito en el asunto.
—Todo eso es un cuento.
¿Un cuento? El incidente es sociológicamente válido. La culpa la tiene nuestra sociedad. Los jóvenes, enloquecidos por sugestivos programas de televisión y publicaciones lascivas se han dedicado, al parecer, a asociarse con ciertas adolescentes más bien convencionales que se niegan a participar en sus imaginativos programas sexuales. Sus deseos físicos insatisfechos han de buscar, en consecuencia, una sublimación en la comida. Yo, por desgracia, fui la víctima de todo esto. Podemos dar gracias a Dios de que el muchacho haya recurrido a la comida como vía de desahogo. Si no, podría haberme violado allí mismo en plena calle.
—Sólo ha dejado cuatro —-dijo el viejo, atisbando en el pocilio de las salchichas—. El muy hijo de puta... y cómo habrá podido llevárselas todas.
Antes de Adán Jack London 74*2=148-145=3
Me acerque por fin a la jaula del león, asustado y tembloroso, después de haberme animado mucho mi padre. ¡Oh! ¡Le reconocí instantáneamente! ¡Era la fiera terrible! Sentí relampaguear en mi visión anterior las reminiscencias de mis sueños: el sol ardiente del mediodía sobre las hierbas altas, el toro salvaje que pacía apaciblemente, el rápido abrirse de las hierbas ante el veloz salto de la fiera de atezada piel, un salto sobre la espalda del toro, la explosión de un bramido y un crujir de huesos rotos... Otras veces, la fresca quietud del abrevadero, el caballo salvaje que se arrodillaba para beber, suavemente, y luego, la fiera de atezada piel, un relincho doloroso, un salpicar de agua y el crujir y roer de huesos... Otras veces, el crepúsculo sombrío y el silencio triste del morir del día, y luego el rugido a toda voz del león calenturiento, repentino como si fuera la trompeta del destino, que nos hacía estremecer y encoger de pavor entre los árboles, y yo era uno de los que temblorosos, se recogían en la selva, castañeteando que miedo los dientes.
Al contemplarle impotente tras de los barrotes de su jaula, sentí brotar mi cólera. Le enseñé los dientes apretujados, dancé dando brincos, ululé en una burla incoherente, entre extraños y grotescos gestos. Él contestó abalanzándose contra los barrotes y rugiendo entre dientes contra mí en su ira impotente ¡Oh! ¡Él también me reconocía! ¡Mis gritos eran los de pesadas edades remotas, inteligibles para él!
Se asustaron mis padres. "El niño está enfermo", dijo mi madre. "Es un histérico", añadió mi padre. Nunca se lo dije y nunca lo supieron. Había aprendido a guardar la más absoluta reserva en cuanto concierne a mi dualidad, a esta semidisociación de la personalidad, como creo llamarla justamente.
Vi al encantador de serpientes, y allí se acabó para mí el circo de aquella noche. Me tuvieron que llevar a casa, nervioso, destrozado, enfermo por la invasión en mi vida real de aquella otra vida de mis sueños.
El Señor de la Noche
Tanith Lee 103 145-103=42
¿Qué debo hacer? –se preguntó a sí misma, y se tendió en el suelo, la oreja pegada a él, como si quisiera escuchar alguna respuesta.
Y una respuesta llegó. En verdad que parecía venir de la tierra, o quizá del Mundo Inferior. Vio ante ella una hilera de puertas, con el cerrojo echado, algunas con llaves esperando a ,girar en la cerradura, otras con las llaves reposando en un gran montón entre las sombras. Eran esas puertas de la magia oscura sobre las que el sacerdote la había precavido y que, hasta ahora, nunca se le había ocurrido abrir.
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