miércoles, abril 04, 2012

EL SIGLO DE ORO Y LA BASCULA

     

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El corazón me latió como un tambor en un sueño cuando Lo se sentó,
ahuecando la fresca falda, sumergiéndose, a mi lado, en el sofá, y empezó a
jugar con la fruta brillante. La arrojó al aire lleno de puntos luminosos, la atrapó
y oí el ruido como de ventosa que hizo en su mano.
Humbert Humbert arrebató la manzana.
«Dámela», suplicó, mostrando las palmas de mármol. Tendí la deliciosa
fruta. Lolita la tomó y la mordió. Mi corazón fue como nieve bajo esa piel
carmesí, y con una ligereza de mono, típica de esa nínfula norteamericana,
arrancó de mis distraídas manos la revista que yo había abierto (lástima que
ninguna película haya registrado el extraño dibujo, la trabazón monográfica de
nuestros movimientos simultáneos o sobrepuestos). Con precipitación, estorbada
por la manzana desfigurada que sostenía, Lo recorrió violentamente las páginas
en pos de algo que deseaba mostrar a Humbert. Al fin lo encontró. Me fingí
interesado y acerqué mi mejilla, mientras ella se limpiaba la boca con el dorso de
la mano. Reaccioné lentamente ante la fotografía, por culpa de la bruma
luminosa a través de la cual la observaba, mientras Lolita restregaba y
entrechocaba impaciente las rodillas desnudas. Confusamente fueron surgiendo
un pintor superrealista que descansaba, en posición supina, en una playa, y
junto a él, en la misma posición, semienterrado en la arena, un calco de la Venus
de Milo. «Fotografía de la semana» decía el epígrafe. Arrojé esa imagen obscena.
De inmediato, en un fingido esfuerzo por recobrarla, Lolita se tendió sobre mí. La
tomé por el fino talle. La revista escapó al suelo como un gallo asustado. Ella se
volvió, se echó hacia atrás y se apoyó en el ángulo derecho del escritorio.
Entonces, con perfecta sencillez, la impúdica niña extendió sus piernas sobre mi
regazo.

          

CORAN-MAHOMA   621

Sura 28. Al-Qasas (La Historia)

(31) Y [luego dijo Él]: "¡Tira tu vara!"
Pero cuando la vio moverse rápidamente, como si fuera una serpiente, huyó [atemorizado],
sin [atreverse a] volver.26
[Y Dios le habló de nuevo:] "¡Oh Moisés! ¡Acércate y no temas --pues, ciertamente, tú eres
de los que están a salvo [en este mundo y en el próximo]!27
(32) "[Y ahora] pon tu mano en tu costado: saldrá [luminosamente] blanca, sin mácula.28 Y
[en adelante] mantén tu brazo pegado al costado, libre de todo temor.

29 Tal como señala Samajshari, esta frase idiomática es una metonimia que recuerda un gesto de terror bien
conocido --la extensión involuntaria de las manos o brazos cuando alguien se ve de repente frente a algo aterrador:
por el contrario, "mantener el brazo [lit., "ala"] pegado a uno" indica ausencia de miedo. En este caso, la
frase es un eco de las palabras finales del versículo 31 --"ciertamente, tú eres de los que están a salvo [en este
mundo y en el próximo]".
30 Los "dos signos" (burhanán) pueden entenderse como la habilidad de Moisés para mantenerse, gracias a su
certeza en la omnipresencia de Dios, libre siempre de todo miedo físico o moral, así como su habilidad para
mostrar que la apariencia y la realidad no son siempre idénticas

 

 

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