VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 269
El interior del taxi huele a gasolina. No debemos estropear nuestros placeres con
las minucias de unos breves contactos auscultativos. ¿Llegaremos pronto? Qué
ciudad tan aburrida. ¿Pronto? El deseo se me está haciendo insoportable. Esa tienda
y esa marca las conozco. Ah, ya hemos llegado.
El taxi se detiene delante de una casa vieja, negra como el carbón con persianas
verdes. Suben hasta el rellano del cuarto piso y al llegar allí ella se detiene y dice:
—¿Y qué hacemos si hay alguien ? ¿Cómo sabe que le voy dejar entrar? ¿Qué es eso
que tiene en los labios?
—Una llaga ya medio curada —dice Kostya—, es sólo una llaga. Dése prisa. Abra.
Olvidémonos del mundo entero y de sus conflictos. Rápido. Abra.
Entran. Un vestíbulo con un gran armario, una cocina y un dormitorio pequeño.
—No, por favor, espere. Tengo hambre. Es mejor que cenemos algo primero. Déme
ese billete de cincuenta marcos, aprovecharé para cambiarlo.
—Está bien, pero, por lo que más quiera, dése prisa —dice Kostya registrando la
cartera—. No hay necesidad de que cambie ningún billete. Aquí tiene uno de diez.
—¿Qué quiere que compre?
—Cualquier cosa, lo que usted quiera. Sólo le imploro una cosa, que se dé prisa.
Ella desaparece. Lo deja encerrado con las dos llaves. No quiere correr ningún
riesgo. ¿Pero qué botín iba a encontrar nadie allí? Ninguno. En mitad del suelo de la
cocina hay una cucaracha muerta, de espaldas, con las patas, marrones, al aire.
Sura 8 Al-Anfal (El Botín) 269
(17) Y no obstante, [Oh creyentes,] no fuisteis vosotros quienes matasteis al enemigo,18 sino
que fue Dios quien les mató; y no fuiste tú quien arrojó [el terror dentro de ellos, Oh Profeta],
cuando lo arrojaste, sino que fue Dios quien lo arrojó:19 y [Él hizo todo esto] para probar a los
creyentes con una prueba saludable ordenada por Él.20 ¡En verdad, Dios todo lo oye, es omnisciente!
19 Según varias Tradiciones, el Profeta arrojó al comienzo de la batalla un puñado de piedrecillas, o de
tierra, en dirección al enemigo, para indicar simbólicamente su inminente derrota. Sin embargo, ninguno
de esos relatos alcanza el grado de autenticidad calificado como sahih (e.d., “fidedigno”) por los grandes
representantes de la ciencia de las Tradiciones (ilm al-hadiz), y no pueden, por consiguiente, explicar de
modo satisfactorio este pasaje coránico (véase el comentario de Ibn Kazir a este versículo, y también
Manar IX, 620 s.). Dado que el verbo rama (lit., “él arrojó” o “lanzó”) se aplica también al acto de “disparar
una flecha” o “arrojar una lanza”, podría explicarse como una referencia a la participación activa del
Profeta en la batalla. También, puede denotar que “arrojó el terror”, e.d., en los corazones de sus enemigos,
por el extraordinario valor de que dieron muestra tanto él como sus seguidores. Cualquiera que sea la
explicación elegida, este versículo da a entender que la victoria de los musulmanes sobre el ejército de los
Quraish, mucho más numeroso y mucho mejor pertrechado, se debió únicamente a la gracia de Dios: y es,
por esto, una advertencia a los creyentes, de todos los tiempos, para que no se sientan excesivamente orgullosos
de ninguno de sus logros (que es el significado de la “prueba” que se menciona en la frase siguiente).
JAMES JOYCE
ULISES 269
Escuchar: un
cuatropalabras olasdiscurso: seesu, jrss, rsseeiss
uuos. Vehemente aliento de las aguas entre
serpientes marinas, caballos encabritados,
rocas. En tazas de roca se derrama: aletea,
vierte, golpetea: clop, slop, slap, embalado en
barriles. Y, agotado, su discurso cesa. Fluye en
murmullo, manando ampliamente, flotante
espumacharco, flor desplegándose.
Bajo el influjo del flujo vio las algas
convulsionadas erguirse lánguidamente y
cimbrar desganados brazos, arremangando sus
faldas en susurrante agua, meciendo y agitando
tímidas frondas de plata. Día a día: noche a
noche: elevadas, inundadas y dejadas caer.
Señor, están cansadas: y el cuchicheo del agua
suspiran. San Ambrosio las oyó, suspiro de
hojas y olas, esperando, aguardando la plenitud
de sus tiempos, diebus ac notibus iniurias
patients ingemiscit. Reunidas sin finalidad
alguna, libertadas luego vanamente, flotando
avanzando, retrocediendo, telar de luna.
Cansadas también a la vista de amantes,
hombres lascivos, una mujer desnuda radiante
en sus reinos, ella arrastra una red de aguas
Roberto Bolaño
2666 269
dijo la voz, y
en los asesinatos que se cometen a diario en esta ciudad, y en
las mariconas nubes de Baudelaire (perdón), pero no has pensado
seriamente si tu mano realmente es una mano. No es cierto,
dijo Amalfitano, lo he pensado, lo he pensado. Si lo hubieras
pensado, dijo la voz, otro pájaro te cantaría. Y Amalfitano
se quedó en silencio y sintió que el silencio era una suerte de
eugenesia. Miró la hora en su reloj. Eran las cuatro de la mañana.
Oyó que alguien ponía en marcha el motor de un coche. El
coche tardaba en arrancar. Se levantó y se asomó a la ventana.
Los coches estacionados enfrente de su casa estaban vacíos.
Miró hacia atrás y luego puso la mano en el pomo de la cerradura.
La voz dijo: cuidado, pero lo dijo como si se encontrara
muy lejos, en el fondo de un barranco en donde asomaban trozos
de piedras volcánicas, riolitas, andesitas, vetas de plata y vetas
de oro, charcos petrificados cubiertos de minúsculos huevecillos,
mientras en el cielo morado como la piel de una india
muerta a palos sobrevolaban ratoneros de cola roja. Amalfitano
salió al porche. A la izquierda, a unos diez metros de su casa,
un coche negro encendió los faros y se puso en marcha. Al pasar
delante del jardín el chofer se inclinó y contempló a Amalfitano
sin detenerse. Era un tipo gordo y de pelo muy negro, vestido
con un traje barato y sin corbata. Cuando desapareció, Amalfitano
volvió a la casa. Mala pinta, dijo la voz, no bien franqueó
la puerta de entrada. Y después: tienes que tener cuidado, camarada,
me parece que aquí las cosas están al rojo vivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario