BORGES 512
Hacia el alba, soñó que se había ocultado en una de las naves
de la biblioteca del Clementinum. Un bibliotecario de gafas negras
le preguntó: ¿Qué busca? Hladík le replicó: Buscó a Dios.
El bibliotecario le dijo: Dios está- en una de las letras de una de
las páginas de uno de los cuatrocientos mil tomos del Clementinum.
Mis padres y los padres de mis padres han buscado esa letra;
yo me he quedado ciego buscándola. Se quitó las gafas y Hladík
vio los ojos, que estaban muertos. Un lector entró a devolver
un atlas. Este atlas es inútil, dijo, y se lo dio a Hladík. Éste lo
abrió al azar. Vio un mapa de la India, vertiginoso. Bruscamente
seguro, tocó una de las mínimas letras. Una voz ubicua
le dijo: El tiempo de tu labor ha sido otorgado. Aquí Hladík
se despertó.
Recordó que los sueños de los hombres pertenecen a Dios y
que Maimónides ha escrito que son divinas las palabras de un
sueño, cuando son distintas y claras y no se puede ver quién las
dijo. Se vistió; dos soldados entraron en la celda y le ordenaron
que los siguiera.
JAMES JOYCE
ULISES 252
INTELIGENTE, MUCHO
—Inteligente —dijo Lenehan—. Mucho.
—Les sirvió todo sobre un plato caliente
—dijo Myles Crawford—toda la trágica historia.
Pesadilla de la que nunca se ha de
despertar.
Yo lo vi —dijo el director
orgullosamente—. Yo estaba presente. Dick
Adams, el mejor corazón de Cork en que Dios
haya puesto jamás el aliento de la vida, y yo.
Lenehan se inclinó saludando al aire, y
anunció:
—Madam, yo soy Adán. ¡Ay, a su ave Eva
usa ya! Nada yo soy, madam.
—¡La historia! —gritó Myles Crawford—.
La vieja de la calle Prince estuvo allí antes.
Hubo llantos y crujir de dientes por eso. En
medio de un aviso. Gregor Grey fue el que hizo
el croquis. Eso le dio una mano. Luego Paddy
Hooper trabajó a Tay Pay que lo llevó al Star.
Ahora está con Blumenfeld. Eso es periodismo.
Eso es talento. ¡Pfui! Es el papá de todos.
Sura 20. Ta Ha (Oh Hombre) 252
(115) Y, EN VERDAD, impusimos antaño Nuestro mandamiento a Adán;102 pero lo olvidó, y
no hallamos en él firmeza de propósito.
(116) Pues [así fue:] cuando dijimos a los ángeles: “¡Postraos ante Adán!” –se postraron todos,
excepto Iblís, que se negó [a hacerlo];103 (117) y entonces dijimos: “¡Oh Adán! En verdad, este es
un enemigo tuyo y de tu esposa: no dejéis que os expulse del jardín y te haga desgraciado.104 (118)
Ciertamente, en él no pasarás hambre ni te sentirás desnudo,105 (119) y no pasarás sed ni sufrirás el
ardor del sol.”
(120) Pero Satán le susurró, diciendo: “¡Oh Adán! ¿Quieres que te indique el árbol de la vida
eterna, y [por medio de él] un dominio que no se extingue?”106
(121) Y comieron ambos de él: y entonces se hicieron conscientes de su desnudez y comenzaron
a cubrirse con hojas del jardín. Y [así] desobedeció Adán a su Sustentador, y así cayó en el
extravío.107
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 252
«¡Qué
colores tan increíbles!», y seguía su penoso camino bajo la lluvia. Alas de ojos
abiertos de asombro, trémulo satén azul, magia negra —la mirada retenía al
transeúnte rezagado, detenida en aquella maravilla, haciendo tiempo hasta que
llegara el momento de subirse al trolebús o de comprar el periódico. Y la memoria
retenía también en el recuerdo, junto con las mariposas, algunos de los objetos
expuestos que compartían con ellas espacio y magia: un globo, unos lápices y el
cráneo de un mono sobre un montón de cuadernos.
Manuel Mujica Lainez
EL VIAJE DE LOS SIETE
DEMONIOS 128*5=640-512=128
A la puerta del Pandemónium los aguardaban sus alígeras cabalgaduras, y
corrieron a montarlas, para escapar cuanto antes del tórrido ambiente y eludir la
curiosidad de los pequeños diablos que, como un hervidero de periodistas -alguno
llevaba un aparato grabador- los asedió, inquiriendo noticias sobre el motivo de la
convocatoria. Brincaban los aprendices de Mefistófeles y hurtaban los cuerpos a las
lumbraradas. Olía el contorno a chamusquina, y hasta los más esforzados de los
siete demonios, como Lucifer y Satanás, echáronse a toser y a gimotear y a
experimentar palpitaciones, tal era la oposición entre la temperatura de la cámara
blanca y el furor candente que imperaba allí.
Belfegor fue el único que no necesitó otro transporte. Los cuatro monos que
sustentaban sus angarillas desplegaron las alas pilosas, y la mujerona
semiamodorrada acomodó el pesado caparazón de carey y cerró los ojos, mientras
que su vehículo se elevaba por los aires. Saltaron los demás sobre sus bestias:
Lucifer sobre un grifo, mitad águila y mitad león; Satanás, sobre una serpiente de
escamas azules; Mammón, sobre una reproducción mecánica del Vellocino de Oro;
Asmodeo, sobre una sirena provocante; Leviatán, sobre un sapo gigantesco, vestido
de terciopelo escarlata; y Belcebú sobre un toro asirio (asirio como él), con barbado
rostro de hombre, y a poco sobrevolaron la vastísima hoguera, en cuyo corazón se
destacan, como solitario témpano, los cristales del palacio del Diablo.
Abajo, entre vapores, con planicies y volcanes, con cavernas y riscos,
extendíase el imperio del cual eran príncipes. Daba todo él la impresión de una
importantísima empresa industrial, por la multitud de hornos encendidos,
almacenes, depósitos, vehículos en movimiento, chimeneas humeantes y crisoles
en los que bramaba el metal de fundición. Muchedumbres regimentadas recorrían
sus distintos sectores, atravesaban sus puentes, trepaban a sus baluartes,
conducidos por guardias, y al abarcarlo se comprendía la inquietud del Diablo
porque su obra, tan amplia y compleja, pudiese aminorar el ritmo fabril y febril y
transformarse en un sitio de desorden
Los propios siete lo corroboraron y, para
borrar una visión que certificaba su culpa, agitaron las alas y espolearon las bestias.
Lamentáronse la sirena de Asmodeo y el toro barbado de Belcebú; la sierpe azul de
Satanás tiró un mordisco venenoso al sapo del Almirante; y siguieron más arriba,
más arriba, hasta que los ríos infernales -el Stix, el Aqueronte, el Cocito, el Flagetón
y, en los límites, el Leteo- se adelgazaron y convirtieron en cintas brumosas. Pero
pronto debieron aplacar la alada propulsión, pues al Aqueronte no se lo cruza por lo
alto, sino en barca, cosa archisabida, y emprendieron el descenso y aterrizaje,
Mammón, el avaro, con más dificultad que el resto, por la pésima calidad de sus
alas de algodón zurcido.
Ya aproximaba Caronte su célebre esquife y ya se aprestaban a comprar los
pasajes, cuando el concupiscente Asmodeo los detuvo.
BIBLIA
NUEVO TESTAMENTO 252
Los setenta volvieron con gozo, diciendo: — Señor, ¡aun los demonios se
nos sujetan en tu nombre! 18 El les dijo: — Yo veía a Satanás caer del cielo
como un rayo. 19 He aquí, os doy autoridad de pisar serpientes, escorpiones, y
sobre todo el poder del enemigo; y nada os dañará. 20 Sin embargo, no os
regocijéis de esto, de que los espíritus se os sujeten; sino regocijaos de que
vuestros nombres están inscritos en los cielos.
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