BORGES-642
Los hombres se sintieron perdidos en el tiempo
y en el espacio. En el tiempo, porque si el futuro y el pasado
son infinitos, no habrá realmente un cuándo; en el espacio, porque
si todo ser equidista de lo infinito y de lo infinitesimal,
tampoco habrá un dónde. Nadie está en algún día, en algún
lugar; nadie sabe el tamaño de su cara.
James Joyce
Ulises 438 642-438=204
Si por ventura el mundo estuviera agora peor govemado que
nunca antes lo fuera por más que el pueblo ignoble lo creyera de otra suerte aunque ni la ley ni sus jueces
pongan remedio alguno. Que Dios nos libre. Malavés fuera eso dicho cuando todos vocearon en un solo
clamor que no, por la Virgen Madre, que la mujer debería vivir y la creatura morir. Con ocasión de lo cual
escalentáronse los ánimos sobre el tal artículo y ya fuera por la disputa ya por la bebida lo cierto es que el
hidalgo Lenehan estaba pronto a abocarles malta de suerte que desta guisa no faltara regocijo. Luego el
mozo Madden explicóles puntualmente todas las cuestiones y díjoles cómo ella estaba muerta ya fuera por
mor de la santa religión ya fuera avisado por romero o por santero o por promesa que él hiciera a San Ultan
de Arbraccan el marido de su casa dueño no quería aceptar la muerte della por lo que todos tomaron grandísima
aflicción. A lo que el mozo Stephen prosiguió diciendo estas palabras: Mormurar, caballeros, acaece
mesmamente entre legos. Amos, la creatura y la engendrante loando agora a su Criador, la una en caliginoso
limbo, la otra en el purgatorio. Mas, a fe mía ¿qué de esas almas por Dios eseíbles que nosotros
por las noches devedamos, que es gran pecado contra el Espíritu Santo, Dios Verdadero y Dador de Vida?
Porque, caballeros, folgar es breve. Somos instrumentos para esas pequeñas creaturas dentro de nosotros y
la naturaleza tiene otras metas que nosotros.
Luego dijo Dixon el joven a Ponche Costello si él sabía qué
metas fueran. Mas éste había bebido en demasía y las únicas palabras que dél pudo tener fue que con gusto
deshonraría a una dama fuera ella casada o mozuela o manceba si desa suerte acontecielle y estorciese la
ardicia de su lascivia. A esto Crotthers de Alba Longa elogió los complimientos quel mozo Malachi fizo de
la bestia de nombre unicornio y cómo una vez en el milenio córrese por el cuerno, el otro en tanto, espoleado
por las burlas con las que ellos mofábanse dél, todos a un tiempo dando fe por los torillos de San Follino
quél era capaz de hacer cualquier suerte de cosa que a hombre cupiérale hacer
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 642
Las marias de mi planeta (que no son mares) y sus lacus (que no son lagos) tienen
también, supongámoslo así, nombres propios; algunos son menos interesantes,
quizás, que los de los jardines de rosas; otros, con menos sentido que los nombres
de pila de aquellos que los observan (porque, por tomar un caso real, que un
astrónomo se llame Lampland es tan maravilloso como que un entomólogo se llame
Krautwurm) pero la mayoría tiene un estilo tan antiguo que el sonoro y corrupto
hechizo de su nombre puede competir con los topónimos de los romances de
caballería.
De la misma forma que nuestras Pinedas, aquí abajo, no tienen nada que ofrecer
más allá de una fábrica de zapatos a un lado de la carretera y el infierno
herrumbroso de un cementerio de coches al otro, así aquellas seductoras Arcadias e
Icarias y Cefirias de los mapas planetarios podrían muy bien resultar ser desiertos
muertos que incluso carecieran de las malas hierbas y los algodoncillos que adornan
nuestros vertederos. Los selenógrafos lo confirmarán, pero hay que decir que sus
lentes son más potentes que las nuestras. En el caso que nos ocupa, cuanto mayor es
el aumento de las lentes, tanto más abigarrada resulta la superficie del planeta, que
aparece ante la vista como un paisaje submarino contemplado por un buceador a
través del agua semitranslúcida. Y si algunas marcas, conectadas entre sí, se parecen
oscuramente al esquema de líneas y agujeros del tablero de ajedrez chino,
considerémoslas alucinaciones geométricas.
Edgar Allan Poe
Obras en español
SIN ALIENTO 542 642-542=100
El comprador me llevó a su casa y de inmediato se puso a trabajar. Sin embargo,
luego de cortarme las orejas descubrió ciertos signos de vida. Mandó entonces a llamar a
un boticario vecino para consultarlo con urgencia. Por si acaso se confirmaban sus
sospechas respecto de mi existencia, me practicó una incisión en el abdomen y me extrajo
varias vísceras para disecarlas privadamente.
El boticario era de la idea de que yo estaba muerto, idea que traté de refutar
pateando y saltando con todas mis fuerzas, y haciendo las más violentas contorsiones, pues
la operación del médico me había devuelto los sentidos. Sin embargo, todo se atribuyó a los
efectos de una nueva batería galvánica con la cual el boticario, que era un hombre instruido,
realizó varios extraños experimentos que no pude dejar de presenciar con interés debido a
mi participación personal en ellos. Sin embargo, lo que me mortificaba era que, pese a que
hice varios intentos de conversar, carecía de la facultad de hablar pues ni siquiera podía
abrir la boca, y menos aún responder a ciertas teorías ingeniosas pero estrafalarias que en
otras circunstancias mi profundo conocimiento de la patología hipocrática me habría
permitido rebatir rápidamente.
Al no poder arribar a una conclusión, decidieron dejarme en paz para un futuro
examen. Fui llevado a una buhardilla; y cuando la mujer del médico me hubo vestido con
calzoncillos y medias, el propio médico me ató las manos, y me ató también las mandíbulas
con un pañuelo. Luego cerró la puerta por fuera y se fue a cenar, dejándome en silencio,
entregado a la meditación.
Pronto descubrí con placer que, si no hubiese tenido atada la boca con el pañuelo,
podría haber hablado. Consolándome con esta reflexión, comencé a repetirme pasajes de la
Omnipresencia de la Divinidad, como acostumbraba hacer antes de dormir, cuando de
pronto dos gatos, de aspecto voraz y vituperioso, entraron por un agujero de la pared,
dieron un salto á la Catalani, y cayeron uno frente al otro sobre mi cara, tras lo cual
comenzaron una indecorosa disputa por la miserable recompensa de quedarse con mi nariz.
Pero, así como el haber perdido sus orejas sirvió para elevar al trono a Ciro, el
Mago de Persia, y así como la mutilación de su nariz le dio a Zopiro posesión de Babilonia,
del mismo modo la pérdida de unas onzas de mi rostro resultó ser la salvación de mi cuerpo.
Muerto de dolor y ardiendo de indignación, hice saltar de un solo golpe las ataduras y el
vendaje. Recorrí la habitación a grandes trancos, y lanzando una mirada de desprecio a los
contrincantes, abrí la ventana, y ante su horror y desencanto, me arrojé con destreza por
allí.
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