VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 37
Los rayos de luna que formaban vigas en el techo se habían desplazado
imperceptiblemente. Unos pasos cruzaron silenciosos el pasillo, en algún lugar chirrió una cerradura, se oyó un débil zumbido; y de nuevo, pasos, el murmullo y el
susurro de los pasos.
Eso quiere decir que el baile ha terminado, pensó Kern. Le dio la vuelta a su
almohada para ventilarla.
Ahora, todo era un inmenso silencio que gradualmente iba adquiriendo tonos
gélidos. Sólo se movía su corazón, tenso y pesado. Kern tanteó la mesilla, localizó la
jarra de agua, y bebió un trago directamente del pico de la jarra. Un chorro helado
le escaldó el cuello y la clavícula.
Empezó a pensar en métodos para conciliar el sueño. Se imaginó unas olas que se
montaban rítmicamente hacia la orilla de la costa. Y luego unas ovejas grises y
gordas que muy despacio iban saltando y cayendo por una cerca. Una oveja, dos,
tres...
Isabel está durmiendo en la puerta de al lado, pensó Kern. Isabel está despierta, y
lleva probablemente un pijama amarillo. El amarillo le sienta bien. Un color español.
Si rascara con las uñas la pared me oiría. Malditas palpitaciones...
La vida y la muerte me
están desgastando MO YAN 37
Mi amo pasó los brazos alrededor de mi
cabeza y me masajeó las orejas con sus ásperas manos, mientras que su esposa,
Yingchun, me limpiaba la pata herida con agua salada y la envolvía en un pedazo
de paño blanco. En ese momento tan doloroso y al mismo tiempo tan cálido, yo
no era Ximen Nao, era un burro, un asno que estaba a punto de convertirse en
adulto y en el acompañante de su amo para lo bueno y para lo malo. Como dice
la canción que escribió Mo Yan para su nueva obra, «El burro negro»:
El alma de un hombre encerrada en el cuerpo de un burro.
Los acontecimientos del pasado flotan como las nubes.
Todos los seres renacen entre los seis caminos, plagados de amargura.
La llama del deseo no se puede apagar, los sueños afectuosos persisten.
¿Cómo es posible que no recuerde su vida pasada y pase los días como un burro satisfecho?Los Gons y los tambores retumban en los cielos
JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 37
REMORDIMIENTO POR CUALQUIER
MUERTE
Libre de la memoria y de la esperanza,
ilimitado, abstracto, casi futuro,
el muerto no es un muerto: es la muerte.
Como el Dios de los místicos,
de Quien deben negarse todos los predicados,
el muerto ubicuamente ajeno
no es sino la perdición y ausencia del mundo.
Todo se lo robamos,
no le dejamos ni un color ni una sílaba:
aquí está el patio que ya no comparten sus ojos,
allí la acera donde acechó su esperanza.
Hasta lo que pensamos podría estárlo> pensando él también;
nos hemos repartido como ladrones
el caudal de las noches y de los días.
EL LIBRO TIBETANO DE LOS MUERTOS
BARDO-THODOL
Atribuido a Padmasambhava 37
Según los testimonios místicos de las más diversas relaciones, el espíritu, como luz, no
es una metáfora o una imagen, es una experiencia íntima de su esencia.
En el budismo, la meditación de la luz es en principio un reconocimiento de la esencia
del espíritu. Cuando todas las actividades del espíritu, el diálogo interior
ininterrumpido, se han calmado, cuando el espíritu se aclara y ningún pensamiento le
perturba, aparece entonces en toda su luz. Existen varios métodos para reconocer la
verdadera naturaleza de ese diálogo interno: concentración en las sílabas (y no en
mantras), en destellos de luz, etc.
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA 37
–Es de noche y nadie podrá echarme en cara mañana lo que pueda decir
ahora, porque puede haber sido dicho en sueños.
Luego dije:
–Eso es. Pero ¿de qué hablábamos? No podíamos hablar de la iluminación del cielo, ya que estamos en la profundidad de un zaguán. No...,
sin embargo, hubiéramos podido hablar de ello, porque, ¿no somos
acaso completamente independientes en nuestra conversación? No buscamos
ni fin ni verdad, sólo diversión y esparcimiento. Pero ano podría
contarme de nuevo la historia de la señora del jardín? ¡Qué admirable,
qué sabia es esta mujer! Debemos comportarnos según su ejemplo.
¡Cómo me agrada! Y además está bien que me encontrara con usted y
lo atrapara. Ha sido para mí un gran placer conversar con usted. He
oído algunas cosas que (tal vez deliberadamente) ignoraba. Me alegro.
Parecía satisfecho. Aunque el contacto con un cuerpo humano siempre
me es desagradable, tuve que abrazarlo.
Luego salimos del zaguán y miramos el cielo. Mi amigo acabó de dispersar
con el aliento algunas nubes ya deshechas, y se nos ofreció la ininterrumpida
extensión de las estrellas. Caminaba penosamente
John Boyne
EL NIÑO CON EL
PIJAMA DE RAYAS 37
—Pero si esto es el campo, como dices, ¿dónde
están todos esos animales de los que hablas?
Gretel abrió la boca para replicar, pero no se le
ocurrió ninguna respuesta adecuada, así que miró de
nuevo y escudriñó el terreno en busca de los animales.
No los había por ninguna parte.
—Si fuera una granja, habría vacas, cerdos, ovejas
y caballos —dijo Bruno—. Y gallinas y patos.
—Pues no hay ninguno —admitió Gretel en voz
baja.
—Y si aquí cultivaran alimentos, como has dicho
—continuó Bruno, disfrutando de lo lindo—, la tierra
tendría mejor aspecto, ¿no crees? No me parece
que se pueda cultivar nada en una tierra tan árida.
Gretel volvió a mirar y asintió con la cabeza; no
era tan tonta como para empeñarse en tener razón
cuando era evidente que no la tenía.
—A lo mejor resulta que no es ninguna granja
—dijo.
—No lo es —confirmó Bruno.
—Y eso significa que esto no es el campo
Edgar Allan Poe
Obras en español 37
Había tres personas en nuestro grupo y dos de ellas ya han sido objeto de nota.
Había una tercera y esa persona era yo misma. Yo soy la Signora Psyche Zenobia. No soy
Suky Snobbs. Mi apariencia es imponente. En la memorable ocasión de la que hablo estaba vestida con un atuendo de satén carmesí y un mantelet árabe azul-cielo. El vestido estaba
guarnecido de agraffas verdes y siete gráciles velos de aurícula naranjas. Así era la
tercera del grupo. Estaba la perra de lana. Estaba Pompeyo. Estaba yo misma. Éramos tres.
Del mismo modo que originalmente las Furias no eran sino tres: Meltia, Nimia y Hetia, la
Meditación, la Memoria y el Violín.
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