domingo, diciembre 09, 2012

DESOLACION

 

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Robert Graves Rey Jesús      260

Es verdad. Anoche lo seguí hasta allí.
–Oh, Simeón, dime, ¿qué lo lleva a ese horrible lugar?
–Va a persuadir a las almas perdidas de que aún pueden
ser encontradas por la piedad del Señor. En una mano lleva
el rollo de las Escrituras, en la otra un bastón; predica desde
una elevación de arena, y ellos escuchan, aunque sólo Dios
sabe qué entienden de lo que oyen. Anoche me aventuré a espiar,
escondido detrás de una pared en ruinas. Esa gente desarrapada
y maloliente estaba sentada en el suelo, formando
un semicírculo, y él leía el Libro de Job.
A pesar de su mente generosa, no les decía suaves palabras
de consuelo, sino que los acusaba, con las palabras de Eliú el
Jebusita, de tener corazones duros y obstinados, y les ordenaba
que se volvieran llorando a su creador antes de que fuera
demasiado tarde. Ellos lo miraban de soslayo, con furia y temor,
gruñendo amenazas y blasfemias o pidiendo, inoportunamente,
limosnas en voz plañidera; pero sometidos a cierto
poder que él tiene, aunque no comprendo bien cuál es su naturaleza.
Mientras miraba, un demente intentó atacarlo; él lo
apartó con el bastón y le dio un golpe en la cabeza; el loco rebuznó
y se alejó saltando. El muchacho lloró, pero continuó
con su prédica. Yo me alejé en silencio.
–¿Le has dicho que el campamento de las almas perdidas
no es un lugar para él?

GRAVES, ROBERT LA DIOSA BLANCA, 260

tú alumbras todas
las ciudades del mundo con ésta tu claridad mujeril, y criando las simientes
alegres con tus húmidos rayos, dispensas tu lumbre incierta con las vueltas y
rodeos del Sol; por cualquier nombre, o por cualquier rito, o cualquier gesto y
cara que sea lícito llamarte, tú, señora, socorre y ayuda ahora a mis extremas
angustias. Tú levanta mi caída fortuna, tú da paz y reposo a los acaecimientos
crueles por mí pasados y sufridos; basten ya asimismo los peligros, y quita esta
cara maldita y terrible de asno, y tórname a mi Lucio y a la presencia y vista de
los míos

 

       Edgar Allan Poe
Obras en español    260

Y de improviso se levantó la luna a través de la fina niebla espectral y su color era
carmesí. Y mis ojos se posaron en una enorme roca gris que se alzaba a la orilla del río,
iluminada por la luz de la luna. Y la roca era gris, y espectral, y alta; y la roca era gris. En su
faz habla caracteres grabados en la piedra, y yo anduve por la marisma de nenúfares hasta
acercarme a la orilla, para leer los caracteres en la piedra. Pero no puede descifrarlos. Y
me volvía a la marisma cuando la luna brilló con un rojo más intenso, y al volverme y mirar
otra vez hacia la roca y los caracteres vi que los caracteres decían DESOLACION

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JAMES JOYCE
ULISES                    260

El señor Bloom, a punto de hablar, cerró
otra vez la boca. Los ojos de Martín
Cunningham, bien abiertos. Ahora mirando a
otro lado. Es simpático y humano. Inteligente.
Como la cara de Shakespeare. Siempre una
buena palabra pronta. No tienen misericordia
para eso aquí o para el infanticidio. Rehúsan la sepultura cristiana. Acostumbran atravesarles
el corazón con una estaca de madera en la
sepultura. Como si ya no lo tuvieran roto. Sin
embargo, a veces se arrepienten demasiado
tarde. Lo encontraron en el lecho del río
aferrando juncos. Me miró. Y esa horrible
borrachona de mujer que tiene. Montándose la
casa una y otra vez y ella empeñándole los
muebles casi todos los sábados. Le hace llevar
una vida infernal. Eso haría llorar a las piedras.
La mañana del lunes empezar de nuevo. El
hombro a la rueda

 

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