VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 342
Perfección
«Mira estos dos versos que tenemos aquí», le decía a David con alegría en la voz,
casi con entusiasmo, como si el hecho de tener dos versos fuera un preciado regalo
de la fortuna, algo de lo que sentirse orgulloso. David era amable pero aburrido. Al
ver cómo las orejas de David iban adquiriendo un cierto brillo rojizo Ivanov se dio
cuenta de que dentro de treinta o cuarenta años aparecería a menudo en los sueños
de David: los sueños humanos no olvidan fácilmente las querellas antiguas.
David, rubio y delgado, llevaba un jersey amarillo de punto sin mangas, ceñido al
cuerpo con un cinturón de piel, y un reloj de pulsera cuya esfera estaba protegida
por una especie de reja como las de las ventanas de las cárceles, con las rodillas
llenas de rasguños estaba sentado a la mesa en una postura incomodísima y se
entretenía dándose golpecitos en los dientes con la punta roma de su pluma. Le iba
mal en los estudios y había sido necesario contratar a un profesor particular.
«Y ahora fijémonos en el segundo verso», continuó Ivanov sin perder su estudiada
jovialidad. Se había licenciado en geografía pero no podía servirse de sus
conocimientos especializados: riquezas muertas, la magnífica casa solariega de un
pobre de alta alcurnia. ¡Qué hermosas son, por ejemplo, las antiguas cartas marinas!
Los mapas de las rutas romanas, alargados, ornados, con márgenes como serpientes
que representaban los mares acanalados: o aquellos trazados en la antigua
Alejandría, donde Inglaterra e Irlanda parecían dos salchichitas; o también, los
mapas de la Cristiandad medieval, de color verde hierba y carmesí, con el
paradisíaco Oriente arriba y Jerusalén, el ombligo dorado del mundo, en el centro.
Relatos de peregrinaciones maravillosas: aquel monje viajero que comparaba el
Jordán con el riachuelo de su Chernigov nativo, aquel enviado del zar que llegó
hasta un país donde la gente se paseaba bajo sombrillas amarillas, el mercader de
Tver que se abría camino a través de una densa Zhengel (la voz rusa para jungla),
llena de monos, hasta llegar a una tierra tórrida gobernada por un príncipe
desnudo. El islote que es el mundo conocido crece crece: de entre las nieblas
fabulosas emergen vacilantes contoros y perfiles nuevos, lentamente el globo va
quitándose los ropa—. qUe le cubren —y he aquí que de entre la lejanía allende los
mares surge el brazo de Suramérica y que desde sus más recónditos lugares soplan
vientos poderosos, uno de los cuales se nos presenta incluso con sus gafas puestas
TALIESIN R.LAWHEAD 342
JORGE LUIS BORGES—OBRAS COMPLETAS HISTORIA UNIVERSAL DE LA INFAMIA
HISTORIA DE LOS DOS QUE SOÑARON 342
HISTORIA DE LOS DOS QUE SOÑARON
El historiador arábigo El Ixaquí refiere este suceso:
"Cuentan los hombres dignos de fe (pero sólo Alá es omnisciente
y poderosa y misericordioso y no duerme), que hubo en El
Cairo un hombre poseedor de riquezas, pero tan magnánimo y
liberal que todas las perdió menos la casa de su padre, y que se
fio forzado a trabajar para ganarse el pan. Trabajó tanto que el
sueño lo rindió una noche debajo de una higuera de su jardín
y vio en el sueño un hombre empapado que se sacó de la boca
una moneda de oro y le dijo: 'Tu fortuna está en Persia, en Isfajan;
vete a buscarla.' A la madrugada siguiente se despertó y
emprendió el largo viaje y afrontó los peligros de los desiertos,
de las naves, de los piratas, de los idólatras, de los ríos, de las
fieras y de los hombres. Llegó al fin a Isfaján, pero en el recinto
de esa ciudad lo sorprendió la noche y se tendió a dormir en el
patio de una mezquita. Había, junto a la mezquita, una'casa y
por el decreto de Dios Todopoderoso, una pandilla de ladrones
atravesó la mezquita y se metió en la casa, y las personas que
dormían se despertaron con el estruendo de los ladrones y pidieron
socorro. Los vecinos también gritaron, hasta que el capitán
de los serenos de aquel distrito acudió con sus hombres y los bandoleros
huyeron por la azotea. El capitán hizo registrar la mezquita
y en ella dieron con el hombre de El Cairo, y le menudearon
tales azotes con varas de bambú que estuvo cerca de la muerte.
A los dos días recobró el sentido en la cárcel. El capitán lo mandó
buscar y le dijo: '¿Quién eres y cuál es tu patria?'. El otro
declaró: 'Soy de la ciudad famosa de El Cairo y mi nombre
es Mohamed El Magrebí.' El capitán le preguntó: '¿Qué te trajo
a Persia?'. El otro optó por la verdad y le dijo: 'Un hombre me
ordenó en un sueño que viniera a Isfaján, porque ahí estaba mi
fortuna. Ya estoy en Isfaján y veo que esa fortuna que prometió
deben ser los azotes que tan generosamente me diste.'
"Ante semejantes palabras, el capitán se rió hasta descubrir las
•muelas del juicio y acabó por decirle: 'Hombre desatinado y crédulo,
tres veces he soñado con una casa en la ciudad de El Cairo
en cuyo fondo hay un jardín, y en el jardín un reloj de sol y
después del reloj de sol una higuera y luego de la higuera una
fuente, y bajo la fuente un tesoro. No he dado el menor crédito
a esa mentira. Tú, sin embargo, engendro de una muía con un
demonio, has ido errando de ciudad en ciudad, bajo la sola fe de
tu sueño. Que no te vuelva a ver en Isfaján. Toma estas monedas
y vete.'
"El hombre las tomó y regresó a la patria. Debajo de la fuente
de su jardín (que era la del sueño del capitán) desenterró el tesoro.
Así Dios le dio bendición y lo recompensó y exaltó. Dios
es el Generoso, el Oculto."
(Del Libro de las 1001 Noches, noche 351.)
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