Michel Houellebecq
Las partículas elementales 151
El cementerio estaba a un centenar de metros por encima del pueblo. Dos hombres en traje de faena llevaban el ataúd. Habían elegido el modelo básico, de pino blanco, que tenían almacenado en una sala municipal; los servicios funerarios parecían notablemente bien organizados en Saorge. Caía la tarde, pero el sol seguía calentando. Bruno y Michel andaban juntos, a dos pasos por detrás de los hombres; el Hippie Gris iba con ellos, quería acompañar a Jane a su última morada. El camino era pedregoso, árido, y todo aquello debía de tener algún sentido. Un ave rapaz —seguramente un cernícalo— planeaba despacio en el aire, a media altura. —Esto debe de ser un hervidero de serpientes... —concluyó Bruno. Cogió una piedra blanca muy afilada. Justo antes de entrar en el recinto funerario, como para confirmar sus palabras, apareció una víbora entre dos matorrales que crecían contra el muro del recinto; Bruno apuntó y tiró con todas sus fuerzas. La piedra se estrelló contra el muro, fallando por poco la cabeza del reptil.
—Las serpientes tienen su lugar en la naturaleza... —observó el Hippie Gris con cierta severidad.
—¡Me meo en la naturaleza, hombre! ¡Me cago en ella! —Bruno estaba otra vez fuera de sí—. Naturaleza de mierda..., ¡que le den por culo! —Siguió farfullando con violencia durante unos minutos. Sin embargo se portó correctamente mientras bajaban el cuerpo a la fosa, conformándose con menear la cabeza y contener algunas risitas, como si el acontecimiento le sugiriese ideas inesperadas, pero todavía demasiado vagas como para expresarlas de forma explícita
Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA 151
Pasamonte, que no era nada bien sufrido, estando ya enterado que don
Quijote no era muy cuerdo, pues tal disparate había acometido como el de
querer darles libertad, viéndose tratar de aquella manera, hizo del ojo a los
compañeros y, apartándose aparte, comenzaron a llover tantas piedras sobre
don Quijote, que no se daba manos a cubrirse con la rodela, y el pobre de
Rocinante no hacía más caso de la espuela que si fuera hecho de bronce.
Sancho se puso tras su asno, y con él se defendía de la nube y pedrisco que
sobre entrambos llovía. No se pudo escudar tan bien don Quijote que no le
acertasen no se cuantos guijarros en el cuerpo, con tanta fuerza, que dieron
con él en el suelo; y, apenas hubo caído, cuando fue sobre él el estudiante y le
quitó la bacía de la cabeza, y diole con ella tres o cuatro golpes en las espaldas
y otros tantos en la tierra, con que la hizo pedazos. Quitáronle una ropilla que
traía sobre las armas, y las medias calzas le querían quitar si las grebas no lo
estorbaran. A Sancho le quitaron el gabán y, dejándole en pelota, repartiendo
entre sí los demás despojos de la batalla, se fueron cada uno por su parte, con
más cuidado de escaparse de la Hermandad que temían que de cargarse de la
cadena e ir a presentarse ante la señora Dulcinea del Toboso.
Solos quedaron jumento y Rocinante, Sancho y don Quijote; el jumento,
cabizbajo y pensativo, sacudiendo de cuando en cuando las orejas, pensando
que aún no había cesado la borrasca de las piedras que le perseguían los oídos;
Rocinante, tendido junto a su amo, que también vino al suelo de otra pedrada;
Sancho en pelota y temeroso de la Santa Hermandad; don Quijote, mohinísimo
de verse tan malparado por los mismos a quien tanto bien había hecho.
El Vellocino De Oro
Robert Graves 151
Si Hércules quiere vengarse sobre alguno de nosotros, que sea sobre aquellos
dos tracios. Por lo visto Jasón, Argo, Tifis y los demás están sumidos en un trance divino y no
pueden ser considerados responsables. En cuanto a ti, Idas, un día vas a decir una burla de más: y la
burla volverá volando a tu boca como si fuera un genio, y te picará la lengua.
Continuaron navegando en un silencio que no tardó en romper la voz rasposa de Ascálafo de Orcómeno.
-Oigo un extraño ruido que viene de la proa, como si fuera una canción -dijo-. ¿No será la rama de Zeus?
-No es más que el viento que agita el cordaje -dijo Equión.
Pero Mopso, el adivino, subió a la proa, hizo callar a la tripulación y escuchó atentamente. Por fin asintió con la cabeza y habló:
-La rama dice: «Hércules ha quedado atrás por designio del propio Zeus. La cólera de Hércules
allanará nuestro camino de regreso. Zeus también tiene una tarea preparada para que la ejecute
Polifemo en la desembocadura del Cío. Cesad, hijos míos, de pelearos entre vosotros, y proseguid
vuestro viaje devotamente en busca del objeto sagrado que hace mucho tiempo una yegua robó a un carnero. »
Esto resolvió el asunto y volvió a restablecerse la paz entre los argonautas
TEXTO DE LAS PIRAMIDES 151
GRAVES, ROBERT LA DIOSA BLANCA, 151
El Alfabeto De Árboles (Segunda Parte)
Las vocales del alfabeto Beth-Luis-Nion forman una serie estacional
complementaria, y como las vocales de Boibel-Loth representan estaciones del año. Yo
considero que son árboles consagrados particularmente a la Diosa Blanca, que
gobernaba el año y a la que estaba consagrado el número cinco; pues Gwion, en su poema Kadeir Taliesin («La cátedra de Taliesin»), que era la cátedra que reclamaba
como jefe de los Poetas de Gales después de haber desconcertado a Heinin y los otros bardos, describe la Caldera de la Inspiración, o caldera de Cerridwen, como:
Fragante caldera de los Cinco Arboles36
En Creta, Grecia y el Mediterráneo Oriental en general los árboles sagrados son
representados como columnas, por lo que estos cinco árboles pueden ser los mismos que las cinco columnas con estrías verticales y espirales adorando a las cuales aparece un hombre en un sello cilíndrico de Micenas37. En el Evangelio de Tomás gnóstico recién
descubierto se mencionan cinco árboles del Paraíso, pero éstos son símbolos de los cinco inmortales: Abrahán, Isaac, Jacob, Enoch y Elías.
EVANGELIO SEGÚN TOMÁS
19. Dijo Jesús: «Dichoso aquel que ya existía antes de llegar a ser. Si os hacéis mis discípulos (y) escucháis mis palabras, estas piedras se pondrán a vuestro servicio. Cinco árboles tenéis en el paraíso que ni en verano ni en invierno se mueven y cuyo follaje no cae: quien los conoce no gustará la muerte».
29. Dijo Jesús: «El que la carne haya llegado a ser gracias al espíritu es un prodigio; pero el que el espíritu (haya llegado a ser) gracias al cuerpo, es prodigio [de prodigios]. Y yo me maravillo cómo esta gran riqueza ha venido a alojarse en esta pobreza».
30. Dijo Jesús: «Dondequiera que hubiese tres dioses, dioses son; dondequiera que haya dos o uno, con él estoy yo».
77. Dijo Jesús: «Yo soy la luz que está sobre todos ellos. Yo soy el universo: el universo ha surgido de mí y ha llegado hasta mí. Partid un leño y allí estoy yo; levantad una piedra y allí me encontraréis».
82. Dijo Jesús: «Quien esté cerca de mí, está cerca del fuego; quien esté lejos de mí, está lejos del Reino».
83. Dijo Jesús: «Las imágenes se manifiestan al hombre, y la luz que hay en ellas permanece latente en la imagen de la luz del Padre. Él se manifestará, quedando eclipsada su imagen por su luz».
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