sábado, diciembre 14, 2013

BUSCAME.

 

 

CAPITULO VI
De lo que le pasó a don Quijote con su sobrina y con su ama, y es uno de los
importantes capítulos de toda la historia

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mandó al barbero que le
fuese dando de aquellos libros, uno a uno, para ver de qué trataban, pues
podía ser hallar algunos que no mereciesen castigo de fuego.
—No —dijo la sobrina—, no hay para qué perdonar a ninguno, porque
todos han sido los dañadores; mejor será arrojarlos por las ventanas al patio y
hacer un rimero de ellos y pegarles fuego, y, si no, llevarlos al corral, y allí se
hará la hoguera, y no ofenderá el humo.
Lo mismo dijo el ama: tal era la gana que las dos tenían de la muerte de
aquellos inocentes; mas el cura no vino en ello sin primero leer siquiera los títulos.

Ya no hay aposento
ni libros en esta casa, porque todo se lo llevó el mismo diablo.
—No era diablo —replicó la sobrina—, sino un encantador que vino sobre
una nube una noche, después del día que vuestra merced de aquí se partió, y,
apeándose de una sierpe en que venía caballero, entró en el aposento y no sé
lo que se hizo dentro, que a cabo de poca pieza salió volando por el tejado y
dejó la casa llena de humo, y, cuando acordamos a mirar lo que dejaba hecho,no vimos libro ni aposento alguno; sólo se nos acuerda muy bien a mí y al ama
que, al tiempo del partirse aquel mal viejo, dijo en altas voces que, por enemistad
secreta que tenía al dueño de aquellos libros y aposento, dejaba hecho
el daño en aquella casa que después se vería; dijo, también, que se llamaba el
sabio Muñatón.
—Frestón diría —dijo don Quijote.
—No sé —respondió el ama— si se llamaba Frestón o Fritón, sólo sé que
acabó en ton su nombre.
—Así es —dijo don Quijote—; que ese es un sabio encantador, grande
enemigo mío, que me tiene ojeriza, porque sabe por sus artes y letras que
tengo de venir, andando los tiempos, a pelear en singular batalla con un caballero
a quien él favorece, y le tengo de vencer sin que él lo pueda estorbar, y
por esto procura hacerme todos los sinsabores que puede; y mándole yo que
mal podrá él contradecir ni evitar lo que por el cielo está ordenado

 

                      

 

                                   

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