VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 117
—¡Mire, mírelo bien!
McGore, a quien no le afectaba en absoluto la ira del coronel, sin embargo y como
sin querer posó la mirada en el punto que señalaba su mano y en verdad que vio
algo increíble. En el lienzo de Luciani, junto a la joven veneciana, había aparecido
una figura nueva. Era un retrato excelente, aunque apresurado, de Simpson.
Demacrado, su chaqueta negra en duro contraste contra el fondo más claro, con los pies vueltos hacia fuera en una postura extraña, tenía las manos alzadas como en
actitud de súplica, y su pálido rostro parecía contraerse en una expresión
desesperada de lástima.
—¿Le gusta? —preguntó el coronel furioso—. ¿No es peor que Bastiano, no cree? El
malvado jovenzuelo. Ésa es su venganza por mis amables consejos. Espere y verá...
El ayuda de cámara llegó, consternado.
Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA 117
Llegó Sancho a su amo marchito y desmayado, tanto, que no podía arrear
a su jumento. Cuando así le vio don Quijote, le dijo:
—Ahora acabo de creer, Sancho bueno, que aquel castillo o venta que es
encantado sin duda, porque aquellos que tan atrozmente tomaron pasatiempo contigo, ¿qué podían ser sino fantasmas y gente del otro mundo? Y confirmo
esto por haber visto que, cuando estaba por las bardas del corral mirando
los actos de tu triste tragedia, no me fue posible subir por ellas, ni menos pude
apearme de Rocinante, porque me debían de tener encantado; que te juro por
la fe de quien soy que, si pudiera subir o apearme, que yo te hiciera vengado
de manera que aquellos follones y malandrines se acordaran de la burla para
siempre, aunque en ello supiera contravenir a las leyes de la caballería, que,
como ya muchas veces te he dicho, no consienten que caballero ponga mano
contra quien no lo sea, si no fuere en defensa de su propia vida y persona, en
caso de urgente y gran necesidad.
Graves, Robert El Vellocino de Oro 117
-¡Oh, Zagreo, Zagreo, mi pequeño hijo del Sol, qué extrañas ideas has mamado de las ubres de tu nodriza, la Cerda de Dicte!
Él respondió:
-Mi nombre es Zeus, y no Zagreo; y yo soy el hijo del Trueno y no el hijo del Sol; y me amamantó la cabra Amaltea de Ida y no la Cerda de Dicte.
-Esa es una triple mentira -dijo Rea sonriendo.
-Eso ya lo sé -respondió él-. Pero ahora soy lo suficientemente grande y fuerte como para poder decir mentiras triples o incluso séptuples, sin temor a que me contradigan. Si tengo un
temperamento bilioso es porque los ignorantes pastores de Ida me hicieron comer demasiados panales de miel. Ten cuidado con mis imperiosos mandatos, madre, te lo advierto, pues de aquí en adelante soy yo, y no tú, el Único Soberano de todas las cosas.
Rea suspiró y respondió con placidez:
-Querido Zagreo, o Zeus, o como quieras que te llamen, ¿es que has adivinado lo cansada que estoy del orden natural y metódico de este patente universo y de la ingrata labor de supervisarlo?
Gobiérnalo tú, Hijo, ¡gobiérnalo, desde luego! Déjame que me recueste un rato para meditar sin prisas. Si, yo seré tu esposa, tu hija y tu esclava; y cuantas contiendas o perturbaciones traigas a mi hermoso universo por actos de razón, como lo llamas tú, te las perdonaré, porque tú aun eres muy joven y no se puede esperar que comprendas las cosas tan bien como yo. Pero te ruego que tengas cuidado con las Tres Furias, nacidas de las gotas de sangre que cayeron de los genitales cortados de tu padre; trátalas bien, o algún día lo vengarán. Registremos el tiempo, las fechas, la genealogía y la
historia, ¿por qué no?, aunque preveo que te van a causar mucha más ansiedad y mucho más placer del que merecen. Y, ¿cómo no?, utiliza la lógica como apoyo para tu inteligencia atrofiada y como justificación de tus absurdos errores. Sin embargo, primero he de imponerte una condición: habrá dos islas, una en el mar del Occidente y otra en el mar de Oriente, que yo conservaré para mi culto antiguo. Allí ni tú, ni ninguna otra deidad en la que puedas dividirte tendrá jurisdicción alguna;
solamente yo y mi serpiente Muerte, cuando se me antoje mandarla venir. La del Occidente será la isla de la inocencia, y la de Oriente será la de la iluminación; en ninguna de ellas se llevará cuenta del tiempo sino que cada día será como mil años, y viceversa.
Inmediatamente hizo surgir de las aguas la isla occidental, como un
jardín, a un día de navegación de España; y también cubrió con una nube el órgano seccionado de Cronos, que los Dáctilos se llevaron cuidadosamente a la isla oriental, que ya existía, donde se convirtió en su compañero, el alegre dios de cabeza de pez, Priapo.
Entonces Zeus dijo:
-Esposa, acepto tus condiciones si tú consientes que tu otro yo Anfitrite ceda el dominio de los mares a mi oscuro hermano Poseidón.
Rea contestó:
-Consiento, esposo, pero reservando para mi propio uso las aguas que se extienden a cinco millas alrededor de mis dos islas; también puedes gobernar el cielo en lugar de Eurínome, y poseer todas las estrellas y planetas y el propio sol; pero yo me reservo la luna para mí.
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