martes, febrero 04, 2014

ELLAS NUNCA FALLAN.

 

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Joyas y armas ceremoniales encontradas en el enterramiento de la Reina Ahhotep, incluyendo un hacha en cuyo filo se representa al faraón Amosis I abatiendo a un soldado hicso y las moscas de oro concedidas a la reina por su apoyo en la lucha contra los hicsos.

La reina madre

todo Egipto tenía con la reina madre Ahhotep  una deuda que nunca se podría salvar. Agradecido por siempre a ella, Ahmose condecoró en una bella ceremonia a su madre con tres grandes moscas de oro, el mayor galardón militar posible. Era su forma de reconocer los grandes esfuerzos y sacrificios a los que se había sometido una reina entregada a su causa.

 Queen Ahhotep II's sarcophagus.jpg      http://es.wikipedia.org/wiki/Ahhotep

Se han usado a menudo las moscas en la mitología y literatura para representar a agentes de muerte y deterioro, como la cuarta plaga Bíblica de Egipto. Se han retratado como las malvadas (por ejemplo, en la mitología griega, Myiagros era un dios que ahuyentaba las moscas durante los sacrificios a Zeusy Atena, y Zeus envió a una mosca a morder el caballo Pegasus que causa Bellerophon para retirarse a la Tierra cuando él la intentó montar para Montar el Olimpo).

Joyas y armas ceremoniales encontradas en el enterramiento de la ReinaAhhotep, incluyendo un hacha en cuyo filo se representa al faraón Amosis I abatiendo a un soldado hicso y las moscas de oroconcedidas a la reina por su apoyo en la lucha contra los hicsos.

No obstante, en algunas culturas la connotación no es tan negativa (por ejemplo, en la religión de Navajotradicional, la Mosca Grande es un espíritu importante).

La mosca, como símbolo de valor indomable, insistencia y tenacidad frente al conflicto, era el mayor galardón militar en la cultura egipcia, la más alta distinción concedida por el faraón a sus valientes. El faraón Ahmosecondecoró en una bella ceremonia a su madre, Ahhotep, con un collar con tres grandes moscas de oro, de 9 cm de altura. Ninguna otra reina de Egipto recibió esta condecoración militar. Ahmosis reconocía así que la inspiradora de la guerra de liberación había sido Ahhotep; era su forma de reconocer los grandes esfuerzos y sacrificios a los que se había sometido esta reina, entregada a la causa de liberar a Egipto del yugo de los hicsos.

Los habitantes de Cirene ofrecían sacrificios al dios Acoro para que les librase de estos insectos. Losacarnanios veneraban a las moscas y los naturales de Accaron ofrecían incienso a la divinidad que las cazaba. Los griegos tenían así mismo su dios Cazamoscas (Myiagros). Eliano dice que las moscas se retiraban por sí solas en los juegos olímpicos y pasaban a la otra parte del río Alfeo. En el templo de Apolo en Accio, cuando se acercaba la fiesta, se inmolaba un toro a las moscas que, una vez saciadas, se retiraban.

El demonio Belcebú recibe el nombre de "el señor de las moscas", debido a un juego de palabras que convirtió al dios cananeo Ba'al Zebûl (literalmente "el señor príncipe") en Baal Zabut ("el señor de las moscas").

En Roma, había un templo, el de Hércules vencedor en el cual no entraban jamás las moscas por más que aquel héroe no hubiese podido jamás ahuyentarlas ya que, según Teófilo y Paracelso, ni el mismo Júpiter tiene este poder. Las moscas acudían a miríadas a los sacrificios de Molloch y los judíos consideraban de feliz agüero que no se viera jamás una mosca en el templo de Salomón.

El poema de Emily Dickinson dice "yo oí el zumbido de una mosca cuando moría" hace la referencia a las moscas en el contexto de la muerte. De igual manera, en el arte y ficción, se usan también principalmente las moscas para introducir elementos de horror o una sensación de suciedad; un ejemplo de lo anterior es una película de ciencia ficción de 1958 llamada "La mosca" (nueva versión en La mosca) en la que se observaba a un científico intercambiar partes de su cuerpo (ADN) accidentalmente con los de una mosca. La habilidad de moscas de aferrarse a casi cualquier superficie también ha inspirado el título de "hombre mosca" para personas con habilidades de escalado y paracaidismo en los edificios.

Las moscas son uno de los símbolos personales del poeta Antonio Machado; en su poema "Las moscas" las retrata como animalillos revoltosos y entrañables que evocan la infancia del poeta y no tiene respeto ni por los "parpados de los muertos"

 

Habilidad para escapar

Investigadores en Estados Unidos han descubierto que estos insectos deben su habilidad para escapar al hecho de que cuentan un sofisticado sistema de defensa que los hace anticiparse a los movimientos de su atacante. Mediante avanzados métodos estos científicos han descubierto que una mosca es capaz de mover sus patas traseras y colocarlas justo en la posición idónea para emprender el vuelo con el fin de huir. Cuentan también que son capaces de hacer esto y no necesariamente cumplirlo, es decir, si finalmente el atacante no ataca a la mosca, vuelven a su posición normal. También son capaces de usar este sistema mientras realizan otras acciones. La investigación ha corrido a cargo del profesor Michael Dickinson.

http://es.wikipedia.org/wiki/Mosca

Robert Graves
La Diosa Blanca       53

Cerca, poco más o menos, del primer sueño de la noche, despertado con
un súbito pavor, vi la gran redondez de la Luna relumbrando y con un
resplandor grande, que a la hora salía de las ondas de la mar. Así que,
hallando ocasión de la obscura noche, que es aparejada y llena de silencio, y
también siendo cierto que la Luna es diosa soberana y que resplandece con
gran majestad, y que todas las cosas humanas son regidas por su providencia,
no tan solamente las animalias domésticas y bestias fieras, más aún las que son
sin ánima se esfuerzan y crecen por la divina voluntad de su lumbre y deidad,
también por consiguiente los mismos cuerpos en la tierra, en el aire y en la mar
ahora se aumentan con los crecimientos de la Luna, ahora se disminuyen,
cuando ella mengua; pensando yo asimismo que mi fortuna estaría ya harta con
tantas tribulaciones y desventuras como me había dado, y que ahora, aunque
tarde, me mostraba alguna esperanza de salud, deliberé de rogar y suplicar a
aquella venerable hermosura de la diosa presente, y luego, quitada de mí toda
pereza, levantéme alegre, y con gana de limpiarme y purificarme, lancéme en la
mar, metiendo la cabeza siete veces debajo del agua, porque aquel divino
Pitágoras manifestó que aquel número septenario era en gran manera
aparejado para la religión y santidad, y con el placer alegre, saliéndome las
lágrimas de los ojos, suplicábale de esta manera:
-¡Oh reina del cielo!

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos           53

Un tipo algo mayor con canas en las orejas se ocupaba en disponer
lentamente unas jaulas que contenían diversos tipos de aves, que no paraban de
moverse en el aire helado; luego se reclinó soñoliento en una estera, porque la
niebla de la aurora todavía oscurecía las manos doradas de la esfera negra del reloj
del Ayuntamiento. Apenas se había dormido cuando alguien empezó a tirarle de la
manga. De un saltó se levantó el anciano y vio ante sí a un joven sin aliento. Era
larguirucho, enjuto, con la cabeza pequeña y una nariz puntiaguda. Su chaleco,
plateado con rayas negras, estaba mal abotonado, la cinta de su coleta estaba
suelta, una de sus medias blancas le caía toda arrugada sobre el zapato. «Necesito
un pájaro, cualquier ave me basta... un pollo servirá», dijo el joven, después de
lanzar una precipitada mirada a las jaulas todo nervioso. El anciano sacó
cautelosamente una pequeña gallina blanca de la jaula y la depositó, no sin un
combate de plumas, en las manos renegridas del joven. «¿Qué le pasa... está enferma?», preguntó el joven, como si estuviera discutiendo la compra de una vaca.
«¿Enferma? Será de comer pescado», juró el vejete sin demasiada convicción.
El joven le lanzó una moneda reluciente y corrió por entre los puestos apretando la
gallina contra el pecho. Luego se detuvo, rehízo bruscamente su camino con la
coleta volando al viento y corrió hasta el viejo comerciante.
—También necesito la jaula —dijo.
Cuando por fin se marchó, con la jaula en la mano extendida, separada del cuerpo y
equilibrando el paso con el otro brazo que balanceaba como si llevara un cubo, el
viejo dio un bufido y volvió a tenderse sobre su estera. Lo que vendiera aquel día o
lo que le ocurriera después no es asunto que deba interesarnos para nada.
En cuanto al joven, era nada más y nada menos que el hijo del famoso físico
Charles. Charles miró por encima de sus lentes a la gallina, dio un breve golpe a la
jaula con sus uñas amarillas y dijo: «Está bien... ahora también tendremos un
pasajero». Luego, con un severo destello de sus gafas, añadió: «En cuanto a ti y a mí,
hijo mío, nos tomaremos nuestro tiempo. Sólo Dios sabe cómo será el aire ahí arriba
entre las nubes».

Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA  53

Se vino adonde don Quijote estaba, al cual mandó hincar de rodillas, y, leyendo en su manual como que decía alguna devota oración, en mitad de la leyenda alzó la mano y diole sobre
el cuello un buen golpe y, tras él, con su misma espada, un gentil espaldarazo,
siempre murmurando entre dientes, como que rezaba. Hecho esto, mandó a
una de aquellas damas que le ciñese la espada, la cual lo hizo con mucha
desenvoltura y discreción, porque no fue menester poca para no reventar de
risa a cada punto de las ceremonias; pero las proezas que ya habían visto del
novel caballero les tenía la risa a raya.
Al ceñirle la espada, dijo la buena señora:
—Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y le dé ventura en
lides.

                                          Viaje Astral.

 

 

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