El psicoanalista
John Katzenbach 529 613-529=84
Ricky sacudió la cabeza. En veinticinco años había tenido tres pacientes que se habían suicidado. A dos de ellos se los habían enviado con todos los síntomas clásicos del suicida potencial y sólo los había tratado poco tiempo antes de que acabaran con sus vidas. En esas ocasiones se había sentido impotente, pero era una impotencia libre de culpa. La tercera muerte, en cambio, había sido de un paciente de mucho tiempo, cuya espiral descendente no había sido capaz de detener, ni siquiera con fármacos antidepresivos, tratamiento que rara vez recetaba, y no había querido mencionarlo a la detective Riggins, ni siquiera ahorrándole los detalles. «Ése era el retrato de un suicida. Zimmerman no», pensó con un ligero estremecimiento, como si la habitación se hubiese enfriado de repente. La torre herida por el rayo -Ferndando Arrabal 101*7=707-613=94 De Kerguelen logró escaparse de su covachuela y avisar a la policía. Concluía con ello un ciclo que le había llevado de la guerrilla urbana al arrepentimiento, de la tuberculosis a la venganza y del surrealismo a la delación. Cuando Amary y sus cómplices del Comité Communiste International fueron detenidos y encarcelados, pensó que ya era demasiado tarde para intentar suicidarse por tercera vez... procurándose solitariamente el deleite carnal.Por favor especialísimo, el Ministerio de Justicia permitió a Tarsis visitar a Amary dos meses después de su triunfo. El guardián de la Cárcel de la Santé que le acompañó le advirtió: —No le va a reconocer: ha engordado una barbaridad. Se pasa el día en la celda sin salir al paseo y hablándose constantemente, como si se representara todos los personajes de una función de cine. Cuando Tarsis entró en la celda de su adversario, comprendió al fin dónde y cuándo le había conocido. Amary, obeso, se refugió detrás del váter, y le dijo con voz de falsete: —«El niño» hará todo lo que pidas. EL ESTADO SALVAJE-GEORGES CONCHON pag 613 ¿Te duele,Avit? !No¡ Tenia sangre en los ojos,alrededor de la boca,y los riñones le molestaban un poco.”Y eso es todo-se decía-,no hay que hacer un drama con ello.” JAMES JOYCE-ULISES 613
Sí, ahora me acuerdo —dijo Nosey Flynn,
metiéndose la mano en el bolsillo para rascarse
la ingle—. ¿Quién era que me lo estaba
contando? ¿No anda Blazes Boylan mezclado en
eso?
Un cálido golpe de aire calor de mostaza
se montó sobre el corazón del señor Bloom.
Levantó los ojos y se encontró con la mirada de
un reloj bilioso. Dos. El reloj del bar cinco
minutos adelantado. El tiempo pasa. Las
manecillas se mueven. Las dos. Todavía no.
Anhelosamente su diafragma subió, se
hundió dentro de él, subió más largamente,
largamente.
Vino.
Oliósorbió el zumo cordial y, ordenando a
su garganta vehementemente que lo
apresurara, asentó luego con delicadeza su vaso
de vino
BORGES-OBRAS 613
El señor Villari, al principio, no dejaba la casa; cumplidas
unas cuantas semanas, dio en salir, un rato, al oscurecer. Alguna
noche entró en el cinematógrafo que había a las tres cuadras.
No pasó nunca de la última fila; siempre se levantaba un poco
antes del fin de la función. Vio trágicas historias del hampa;
éstas, sin duda, incluían errores; éstas sin duda, incluían imágenes
que también lo eran de su vida anterior; Villari no los
advirtió porque la idea de una coincidencia entre el arte y la
realidad era ajena a él. Dócilmente trataba de que le gustaran
las cosas; quería adelantarse a la intención con que se las mostraban.
A diferencia de quiénes han leído novelas, no se veía
nunca a sí mismo como un personaje del arte.
EDGAR ALLAN POE-OBRAS EN ESPAÑOL 542 págs 613-542=71
Mientras tanto, el aprendiz a quien había sido confiado el original, voló sin perder
un instante a su “caja” y se dispuso a “componer” el manuscrito.
En primer lugar, por supuesto y dado que la palabra inicial era ¡Oh...!, metió la
mano en el agujero correspondiente al signo de admiración y la retiró triunfante con uno de
dichos signos. Entusiasmado por este éxito, se lanzó de inmediato y con gran ímpetu a la
caja de las “oes” mayúsculas; pero, ¿quién describirá su horror cuando sus dedos volvieron a
salir sin la anticipada letra entre ellos? ¿Quién pintará su estupefacción y su rabia al
advertir, mientras se frotaba los nudillos, que su mano no había hecho otra cosa que
tantear inútilmente el fondo de una caja vacía? En el compartimiento de la “o” mayúscula no
quedaba una sola “o” mayúscula; y, lanzando una ojeada temerosa al de la “o” minúscula, el
aprendiz comprobó para su indescriptible espanto que tampoco había allí ninguna letra.
Despavorido, su primer impulso fue correr en busca del encargado.
¡Señor! - jadeó, tratando de recobrar el aliento -. ¡No puedo componer nada si me
faltan las oes!
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