SILVIA R.MILLE PAGAZA INVERTEBRADOS pág 339
ANATOLE FRANCE-EL FIGON DE LA REINA PATOJA 197 págs 197*2=394-339=55
Podéis estar seguros, señores, de que si el diablo es tal y como se le pinta,
no habita en un elemento tan sutil como el fuego. Es un gran contrasentido
colocar a tan feísima bestia en el sol. Pero, como ya he tenido el honor de
decírselo, señor Dalevuelta, al capuchino de vuestra señora madre, yo
entiendo que los cristianos calumnian a Satanás y a los demonios. Que
pueda haber, en algún mundo desconocido, seres mucho más malvados y
perversos que los hombres, es posible, aun cuando casi es inconcebible.
Pero seguramente, si existen, habitarán regiones privadas de luz y, si arden,
serán en los hielos, que, en efecto, producen dolores de quemadura, y no en
las llamas ilustres, entre las ardientes hijas de los astros. Sufren porque son
malvados, y la maldad es un mal; pero sus padecimientos sólo deben
consistir en sabañones. Por lo que se refiere a vuestro Satán, que es el
horror o el coco de vuestros teólogos, yo no le considero tan despreciable
juzgándole por todo cuanto de él decís, y, si por ventura existiera, yo le
tendría, no por una bestia horrible, sino por un pequeño silfo o, por lo
menos, por un gnomo metalurgista, un poco burlón y muy inteligente.
El abate se tapó los oídos y huyó para no escuchar más.
BORGES-OBRAS pág 139
Los ángeles me comunicaron que cuando falleció Melanchton, le
fue suministrada en el otro mundo una casa ilusoriamente igual
a la que había tenido en la tierra. (A casi todos los recién venidos
a la eternidad les sucede lo mismo y por eso creen que no
han muerto.) Los objetos domésticos eran iguales: la mesa, el
escritorio con sus cajones, la biblioteca. En cuanto Melanchton
se despertó en ese domicilio, reanudó sus tareas literarias como si
no fuera un cadáver y escribió durante unos días sobre la justificación
por la fe. Como era su costumbre,' no dijo una palabra
sobre la caridad. Los ángeles notaron esa omisión y mandaron
personas a interrogarlo. Melanchton les dijo: "He demostrado
irrefutablemente que el alma puede prescindir de la caridad
y que para ingresar en el cielo basta la fe." Esas cosas les decía
con soberbia y no sabía que ya estaba muerto y que su lugar
no era el cielo. Cuando los ángeles oyeron ese discurso lo abandonaron.
NABOKOV-OBRAS pág 339
No, mirarla era todavía imposible; antes tenía que acostumbrarse a su
presencia en aquel salón que aunque grande era al tiempo limitado, porque la
música les había puesto cerco y se había convertido para ellos en una suerte de
prisión en la que ambos estaban destinados a permanecer cautivos hasta que el
pianista acabase de construir y mantener sus bóvedas de ruido.
Katherine Pancol Los ojos amarillos de los cocodrilos 339
El silencio era total. El realizador emitía planos de espectadores estupefactos que intercalaba entre cada tijeretazo.
Sólo se oía eso, el filo de las tijeras entre la sedosa masa de pelo. Producía un chirrido regular, terrorífico. Ni una sola voz se levantó para protestar. Ni un solo grito. Sólo un estupor general que se filtraba entre los labios cerrados de los espectadores como un murmullo sordo.
El presentador cortaba ahora sin ambages la masa de pelo como un jardinero armado con una podadora siega un seto. El ruido de las tijeras se había hecho más suave, más brutal. Los filos plateados bailaban por encima de la cabeza de Iris como un ballet metálico. Matas de pelo se resistían y el hombre se encarnizaba con un ímpetu de trabajador celoso. La audiencia iba a explotar. Iba a salir en todos los zappings de la semana. Sólo se iba a hablar de su programa. Se imaginaba los títulos, los comentarios, los celos de sus colegas.
Dejó caer, por fin, las largas tijeras y proclamó triunfante:
—Señoras y señores, Iris Dupin acaba de probar que ficción y realidad son sólo una, pues...
El psicoanalista
John Katzenbach 339
Recuperó fragmentos de su memoria y releyó partes que recordaba de sus días de universitario. Absorbió la escena en que Ulises cierra las puertas de golpe a los pretendientes y asesina a todos los hombres que le suponían muerto.
Obras completas
(y otros cuentos)
Augusto Monterroso 103 págs 103*4=412-339=73
Viernes 15
Ayer se me olvidó apuntar mis aventuras, pero como no tuve ninguna
aventura no importa. Ojalá que mañana consiga los cincuenta
centavos, pues quiero ver una película que dicen que está muy bonita y
el bandido muere al final buenas noches. [98]
Sábado 16
Hoy en la mañana salí con un libro debajo del brazo para venderlo,
a ver si así conseguía los cincuenta c.
Muriel Barbery La elegancia del erizo 170 170*2=340-339=1
Los martes y los jueves, Manuela, mi única amiga, toma el té conmigo en
mi casa. Manuela es una mujer sencilla a la que veinte años malgastados en
limpiar el polvo en casas ajenas no han despojado de su elegancia. Limpiar el
polvo es además un eufemismo de lo más púdico. Pero, en casa de los ricos, las
cosas no se llaman por su nombre.
—Vacío papeleras llenas de compresas —me dice con su acento dulce y
sibilante—, recojo la vomitona del perro, limpio la jaula de los pájaros —quién
diría que unos animalitos tan pequeños puedan hacer tanta caca— y saco brillo
a las tazas de los váteres. Así que, ¿el polvo?, ¡vamos, hombre, eso es lo de
menos!
Hay que tener en cuenta que cuando baja a la portería a las dos de la
tarde, los martes desde la casa de los Arthens, los jueves desde la casa de los de
Broglie, Manuela ha limpiado minuciosamente con bastoncillos de algodón,
hasta dejarlos impolutos, unos retretes de postín cubiertos de pan de oro que,
no obstante, son tan sucios y apestosos como todos los meaderos y cagaderos
del mundo, porque si hay una cosa que los ricos comparten a su pesar con los
pobres es unos intestinos nauseabundos que siempre acaban por zafarse en
algún sitio de lo que los hace tan apestosos.
Por ello Manuela merece nuestras reverencias y nuestros aplausos. Pese a
sacrificarse en el altar de un mundo en el que las tareas ingratas están
reservadas para algunas, mientras otras se tapan la nariz sin mover un dedo,
ella no renuncia por ello a una inclinación al refinamiento que supera con creces
todo revestimiento de pan de oro, por muy sanitario que sea.
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