martes, diciembre 13, 2011

LA TIERRA GIRA ¿A DERECHA O A IZQUIERDA?

 

 

       4h 18m de la noche

Un ser con gafas negras me mira desde mi izquierda.Por el día es invierno,pero en la noche debe de ser verano pues voy en manga corta.Paso por una verja que rodea un jardín con arboles.De repente me doy cuenta que voy desnudo de cintura para abajo,momentos después llevo un pantalón corto que no es mío.El lunar que tengo por el día en el muslo izquierdo  no lo veo.Tres guitarras me rodean,una de ellas empieza a arder con una llama vibrante y sube hacia el cielo. Momentos después ,me hablan en italiano enseñándome una moneda de un euro,no le entiendo, le digo que tengo sangre en los ojos y no veo muy bien.Hay una línea que separa el día de la noche,alguien corre desesperadamente de la obscuridad hacia el sol,pero la tierra gira más deprisa que él y nunca puede atravesarla.Yo estoy en el sol pero no me rio.

                                     

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BORGES-OBRAS   131

La guitarra, descaminada enumeración de imágenes
bobas, indigna del autor de En el barrio y que parece desdeñar
o ignorar las situaciones de eficacia poética motivadas por el
instrumento: la música prodigada a la calle, el aire venturoso que
nos es triste por el recuerdo incidental que le unimos, las amistades
que apadrina y corona. Yo he visto amistarse dos hombres y
empezar a correr parejo sus almas, mientras punteaban en las
dos guitarras un gato que parecía el alegre sonido de esa confluencia.
La última es Los perros del barrio, que es una sorda reverberación
de Almafuerte, pero que tradujo una realidad, pues el
pobrerío de esas orillas abundó siempre en perros, ya por lo centinelas
que son, ya por curiosear su vivir, que es una diversión
que no cansa, ya por incuria. Alegoriza indebidamente Carriego
esa perrada pordiosera y sin ley, pero trasmite su caliente vida en
montón, su chusma de apetitos. Quiero repetir este verso
cuando beben agua de luna en los charcos
y aquel otro dé
aullando exorcismos contra la perrera,
que tira de uno de mis fuertes recuerdos: la visitación disparatada
de ese infiernito, vaticinado por ladridos en pena, y precedido
—cerca— por una polvareda de chicos pobres, que espantaban a
gritos y pedradas otra polvareda de perros, para resguardarlos
del lazo.

VLADIMIR NABOKOV-CUENTOS   131

—Van a dar las dos de la mañana, amigo mío. La única justificación que se me
ocurre para su visita ha de ser un acontecimiento de inusitada importancia.
—Exactamente —dijo el tabernero en un tono tranquilo, aunque la verruga no
dejaba de moverse. Esto es lo que contó:
Había echado a la calle a cinco obreros completamente borrachos. Debían de
haber visto algo extraordinariamente raro en el exterior, porque todos ellos se
echaron a reír: «Oh, oh, oh —gruñía una de las voces—, igual es que he bebido de
más, ya que veo ante mis narices, grande como la vida, la hidra
contrarrevoluciona...».
No tuvo tiempo de terminar, porque se produjo un estallido, un ruido aterrador,
poderoso, y alguien dio un grito. El tabernero salió fuera a ver qué pasaba. Un
monstruo, brillando en las tinieblas como una montaña mojada, se estaba tragando
algo enorme, con la cabeza inclinada hacia atrás, dejando al descubierto su cuello
blanquecino que al moverse conformaba como una cadena de colinas; se tragaba
aquello y chupaba los huesos, sin dejar de balancearse con todo su cuerpo, hasta
que finalmente se acomodó tumbado en medio de la calle.
—Creo que se ha quedado dormido —acabó el tabernero, sujetándose su verruga
crispada con el dedo.
El propietario de la fábrica se levantó. Los robustos empastes de sus muelas
destelleaban con el fuego dorado de su inspiración. La llegada de un dragón de
carne y hueso no le sugería otro sentimiento distinto del deseo apasionado que
guiaba su existencia entera, el deseo de infligir una derrota a la compañía rival.
—¡Eureka! —exclamó—. Escucha, buen hombre, ¿hay algún otro testigo?
—No creo —replicó el otro—. Estaba todo el mundo en la cama, y decidí no
despertar a nadie y venir directamente a verle. Para evitar el pánico

MIENTRAS DUERMES-ALBERTO MARINI  pág 131

Repasó la lista de las cosas que iba a necesitar esa noche y que había apuntado en su libreta negra, junto con las ideas de cómo iba a utilizarlas. No había olvidado nada. Cerró la bolsa y miró el reloj. Las 18.40. Faltaba más de una hora para el regreso de Clara, pero quería que le sobrara tiempo, para evitar sorpresas.

Se pasó con generosidad el desodorante por todo el cuerpo y se vistió. Optó por ropa cómoda, que le permitiera la mayor libertad de movimientos posible. Eligió un chándal que no había utilizado nunca. Uno de los tantos regalos malogrados de su madre. Los colores, rojo y amarillo, eran llamativos, exageradamente llamativos. No es que a Cillian le importara demasiado su aspecto, pero pensaba que para todo había un límite: nunca se habría puesto algo así para salir a la calle.

Sin embargo, en ese momento la esencia era más importante que la estética, y ese atuendo cumplía con la necesidad.

ANATOLE FRANCE-LA REBELION DE LOS ANGELES   131

Los ángeles que renuncian a la beatitud celeste por el sufrimiento de la vida terrenal ensanchan su inteligencia, disponen de recursos para engañarse y adquieren la facultad de contradecirse, de modo que sus asambleas son tumultuosas y confusa como las de los hombres. En cuanto uno de los conjurados precisaba una cifra, los otros la ponían en duda, y no era posible sumar dos números sin producirse un altercado, porque hasta la aritmética pierde su exactitud ejercida con apasionamiento. El querube, que arrastró a Teófilo llevándole a viva fuerza, indignase al oírle alabar al Señor y le asestó sobre la cabeza varios puñetazos que hubieran desnucado a un buey; pero la cabeza de un músico es mas dura que el testuz de un cornalón y los golpes no modificaban la idea que Teófilo se formó de la Providencia Divina. Opuso Arcadio, con insistencia, su idealismo científico al pragmatismo de Zita, y logró impacientar al arcángel de bella forma femenina, que al fin le dijo:

—Razonas mal.

NABOKOV-PNIN    131

—Jazz, jazz, siempre tienen que oír su jazz estos jovenzuelos — murmuró Pnin para sí, y torció por el sendero que conducía al bosque y al río. Recordaba sus juveniles entusiasmos y los de Mira: teatro de aficionados, baladas gitanas,la pasión que ella sentía por la fotografía artística. ¿Dónde estarían ahora esas instantáneas que solía tomar: animales regalones, nubes, flores, un bosque en abril con sombras de abedules en"la nieve húmeda; soldados haciendo equilibrios en el techo de un furgón; la línea del horizonte en una puesta de sol, una mano sosteniendo un libro?

PHILIP ROTH Indignación 

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Un día en que estaba rebanando un hígado, que puede resbalar o culebrear bajo tu mano si no lo sujetas con suficiente firmeza, se hizo un profundo corte en la palma y hubo que llevarla corriendo al hospital para que le pusieran doce dolorosos puntos. Y yo mismo, por cuidadoso y atento que fuese, me había cortado docenas de veces, había sido necesario vendarme y luego mi padre me había reprendido por distraerme mientras estaba trabajando con el cuchillo. Crecí con sangre -con sangre y grasa y afiladores de cuchillos y aparatos para rebanar y dedos amputados o trozos de dedos cortados de las manos de mis tres tíos y también de mi padre-, y jamás me acostumbré a ello ni me gustó. Mi abuelo paterno, muerto antes de que yo naciera, había sido carnicero kosher (el Marcus por el cual recibí mi nombre y a quien, debido a los riesgos de su profesión, le faltaba medio pulgar), al igual que los tres hermanos de mi padre, tío Muzzy, tío Shecky y tío Artie, cada uno de los cuales tenía una tienda como la nuestra en una zona distinta de Newark. Sangre en la tarima de madera con ranuras detrás de las vitrinas refrigeradas de porcelana y vidrio, en las balanzas, en los afiladores, orlando el borde del papel parafinado, en la boca de la manguera que utilizábamos para limpiar el suelo de la cámara frigorífica… el olor a sangre era lo primero que notaba cada vez que visitaba a mis tíos y tías en sus tiendas. Ese olor a animal después de haber sido sacrificado y antes de ser cocinado me asaltaba cada vez. Entonces Abe, el hijo y heredero forzoso de Muzzy, cayó en Anzio, y a Dave, hijo y heredero forzoso de Shecky, lo mataron en la batalla de las Ardenas, y los Messner que los sobrevivieron quedaron empapados en la sangre de aquellos muchachos.

  CARLOS RUIZ ZAFON-EL PRISIONERO DEL CIELO  pag.131

Me gustaba saborear cada giro y desmenuzar la arquitectura de cada frase, creyendo que si descifraba la música de aquella prosa descubriría algo acerca de aquel hombre al que nunca había conocido y que todos me aseguraban que no era mi padre. Pero aquella noche era incapaz. Antes de finalizar una fiase, mi pensamiento se levantaba de la página

El psicoanalista

John Katzenbach  131

Toda la mañana había esperado que sonara el teléfono, con una respuesta de su agente de bolsa. Le sorprendía un poco no tener noticias de él, porque en el pasado había manejado siempre el dinero de Ricky con diligencia y seriedad. Marcó el número otra vez y volvió a salirle la secretaria.

Pareció algo nerviosa al oír su voz.

—Oh, doctor Starks, el señor Williams estaba a punto de llamarle. Ha habido cierta confusión con su cuenta —aseguro.

—¿Confusión? —A Ricky se le hizo un nudo en el estómago—.

¿Cómo puede confundirse el dinero? Las personas pueden confundirse. Los perros pueden confundirse. El dinero no.

JAMES JOYCE-ULISES  131

Una mirada de reojo a mi sombrero de
Hamlet. ¿Si me quedara súbitamente desnudo
aquí mismo donde estoy sentado? No lo estoy.
—A través de las arenas de todo el
mundo, seguida hacia el oeste por la espada
llameante del sol, emigrando hacia tierras
crepusculares. Ella marcha agobiada, schleppea,
remolca, arrastra, trascina su carga. Una marca
hacia el oeste, selenearrastrada, en su estela.
Mareas, dentro de ella, miríadinsulada, sangre
no mía, oinopa pontos, un mar vino oscuro. He
aquí la criada de la luna. En sueños el signo
líquido le dice su hora, le ordena abandonar el
lecho. Lecho nupcial natal mortal,
cirioespectroiluminada. Omis caro ad te veniet.
Él viene, pálido vampiro, atravesando la
tormenta con sus ojos, su velamen de murciélago navega ensangrentando el mar, boca
al beso de su boca.

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