lunes, diciembre 19, 2011

NOVIA DEL AÑO

 

 Foto: JJ. Wuilbaut      seta            Foto: JJ. Wuilbaut

ANATOLE FRANCE-EL FIGON DE LA REINA PATOJA    pág 173

—Hermanito —le dijo—, ¿qué reliquias llevabais en el asno del segundo
vicario, en compañía de la hermana Catalina? ¿No serán vuestros calzones
los que dais a besar a los devotos, a semejanza de un cierto cordelero, de
quien Enrique Estienne ha referido la aventura?
—¡Ah, señor abate! —respondió el hermano Ángel, con la expresión de
un mártir que padece por la verdad—. No eran mis calzones, sino un pie
de san Eustaquio

Lo jurara si no fuera pecado —exclamó el abate agitando un alón de
ave—. Estos capuchinos desentierran santos desconocidos por los buenos
tratadistas de historia eclesiástica. Ni Tillemont, ni Fléury hablan de ese san
Eustaquio, a quien jamás debiósele una iglesia en París, habiendo tantos
santos reconocidos por autores dignos de fe que esperan aún semejante
honor. La vida de ese Eustaquio es un tejido de fábula ridicula. Lo propio
sucede con la de santa Catalina, la cual sólo ha existido en la imaginación
de algún picaro monje bizantino. No la quiero atacar, sin embargo, con

exceso, por ser la patrona de los escritores y la que sirve de divisa a la
librería del buen señor Blaizot, que es el lugar más delicioso del mundo.
—Llevaba también —repuso tranquilamente el hermanito— una
costilla de santa María Egipcíaca.
—¡Ah, ah!, en cuanto a ésa —gritó el abate mientras arrojaba al suelo
un hueso— la tengo por muy santa, a causa de que dio en vida un hermoso
ejemplo de humildad. Habéis de saber, señora
—agregó el abate tirando a mi madre de una manga— que santa María
Egipcíaca, yendo en peregrinación al sepulcro de Nuestro Señor, fue
detenida en su camino por un río muy profundo, y no teniendo dinero para
la barca, ofreció su cuerpo en pago a los barqueros. ¿Qué decís de esto, mi
buena señora?

JAMES JOYCE-ULISES  I      173

Ah,Mary perdió el alfiler de las bragas

No sabia qué hacer

para sostenerlo en alto

para sostenerlo en alto

¿Sostenerlo?Sostenerlas

Un dolor de cabeza
tan fuerte. Le habrá venido el asunto. Sus rosas.
O todo el día sentada escribiendo a máquina.
Fijar la vista es malo para los nervios del
estómago. ¿Qué perfume usa tu señora? Y
ahora, ¿podrías entender semejante cosa?

BORGES-OBRAS COMPLETAS    pág  173

Un buen día llegó a Puerto Ruiz un paisano lujosamente
vestido al estilo de la época: chiripá de merino negro, calzoncillo
cribado, pañuelo de seda al cuello, cinto cubierto de monedas de
plata, en buen caballo aperado regiamente: freno, pretal, estribos
y cabezada de plata con adornos de oro y facón haciendo juego.
Se dio a conocer diciendo que venía del saladero "Fray Bentos",
donde se había enterado de la fama de Fustel, y que, considerándose
muy hombre, deseaba probarse con él.
Fue fácil ponerles en contacto, y no habiendo motivos de ninguna
clase de malquerencia, se concertó el lance para el día y hora
determinados, en el mismo lugar.
En el centro de una gran rueda formada por todo el personal
del saladero y vecinos, comenzó la pelea, en la que ambos hombres
demostraban admirable destreza.
Después de largo rato de lucha, el negro Fustel consiguió alcanzar
a su rival con la punta del facón en la frente, haciéndole
una herida que aunque pequeña empezó a manar bastante sangre

Al verse herido, el forastero tiró el facón y, tendiéndole la mano
a su contrincante, le dijo: "Usted es más nombre, amigo"
Se hicieron muy buenos amigos, y al despedirse se cambiaron
los facones en prueba de amistad.

VLADIMIR NABOKOV-OBRAS   pág 173

Erwin se fijó en la cara de la niña, que caminaba mesuradamente junto al viejo poeta; había algo extraño en
aquel rostro, era extraña la mirada subrepticia de sus ojos excesivamente brillantes,
y de no ser por el hecho de que era todavía una niña, la nieta del viejo, sin duda, se
hubiera podido incluso sospechar que sus labios tenían un toque de carmín.
Caminaba balanceando sus caderas ligera, muy ligeramente, mantenía las piernas
muy juntas al andar, le preguntaba algo a su acompañante, algo con esa su voz
melodiosa, y aunque Erwin no dio ninguna orden, supo que su veloz deseo secreto
había sido cumplido.
—Desde luego, desde luego —contestó el viejo zalamero, inclinándose hacia la
niña.
Cuando pasaron a su lado, Erwin percibió un olor a perfume. Se volvió y luego
prosiguió su camino.
—Eh, ten cuidado —murmuró de repente al darse cuenta de que con ésta llegaban
a doce—, un número par. Tengo que encontrar una más, en la próxima media hora.
Le molestaba tener que seguir buscando, pero al mismo tiempo le agradaba que le
hubieran dado esta nueva oportunidad Elegiré una en mi camino hacia allá, se dijo,
después de un momento de pánico. ¡Seguro que encuentro una!
—Quizá sea la mejor de todas —observó en voz alta mientras escrutaba la noche
brillante

ANDRE MALRAUX-LA CONDICION HUMANA   173

¿Sabe usted, querido, que las mujeres persas, cuando son atacadas por la ira, zurran a sus maridos con sus babuchas erizadas de clavos? Son irresponsables. Y luego, ¿no es así?, vuelven a la vida ordinaria, a aquella en la que llorar con un hombre no las compromete, sino en la que acostarse con él las liberta –¿cree usted?–

He conocido a bastantes hombres para saber lo que hay que pensar de los caprichos: ninguna cosa deja de tener importancia para un hombre, en cuanto compromete su orgullo, y el placer es una palabra que permite hartarse de ella lo más pronto y con la mayor frecuencia. Me niego, por tanto, a ser un cuerpo, como usted a ser un talonario de cheques. Usted obra conmigo como las prostitutas con usted: «Habla, pero paga...» Soy también ese cuerpo que usted quiere que sea solamente: lo sé. No siempre me es fácil defenderme contra la idea que se tiene de mí. Su presencia me aproxima a mi cuerpo con disgusto, como la primavera me aproxima a él con júbilo. A propósito de la primavera, que se divierta usted mucho con los pájaros.

Y, desde luego, la próxima vez, deje usted tranquilos a los interruptores de la luz.

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