¿No te diste cuenta de que era todo muy raro?.En aquellos momentos no.Empecé a darle vueltas cuando escuche en la televisión casos muy parecidos al que nos paso a nosotros. Pero, no tener partida de nacimiento,ni de defunción,ningún papel que demuestre que la habías enterrado.En aquellos años(1952-1953),te daban dos hostias por menos que canta un duro.La vi nacer y me fui a trabajar,se la veía sana.Me dijo el medico que al mamar, se la había ido la leche por otro conducto y había muerto.No me dejaron verla.En un carro de un caballo,me dieron una caja que apenas pesaba.A doscientos metros del cementerio,tuve que llevarla a hombros hasta la entrada,los del carro no podían pasar de allí.La estaban esperando.No me dieron el pésame ni nada.Lo vi todo normal,¿quien iba a pensar?.La imagen de la niña no la tengo porque no la vi,pero cada vez que le doy vueltas,no se me va de la cabeza el carro con la caja y,me acuerdo en la guerra ,cuando tuve que recoger en la fuente del Viso(Albacete),a mis hermanos que venían,uno del frente de Teruel y el otro de un campo de concentración,con los pies llenos de sangre y piojos para hacer una torrá.Son muchos años, pero lo voy a intentar,quizá este viva y nos este buscando.Existen las mismas posibilidades de encontrarla que de recuperar los 21.000 euros que te robaron con las participaciones preferentes.
NIÑA- FINALES 1952, PRINCIPIO 1953-CLINICA 18 DE JULIO-VALENCIA.
Lolita
Vladimir Nabokov 184 *4=736-592=143
El viaje nos había llevado casi todo junio, pues apenas habíamos andado
más de ciento cincuenta millas por día. Pasábamos el resto del tiempo –hasta
cinco días, en un caso– en diversos paraderos, todos ellos también dispuestos de
antemano, sin duda. Ése, pues, era el trecho por el cual debía buscar el rastro
del demonio; ésa fue la tarea a la cual me consagré después de varios días
indescriptibles, durante los cuales fui y vine por los caminos infinitamente
reiterados en la vecindad de Elphinstone.
Imagíname, lector, con mi timidez, mi repudio de toda ostentación, mi
sentido inherente del comme il faut; imagíname disfrazando el frenesí de mi
dolor con una trémula sonrisa propiciatoria mientras urdía algún pretexto para
echar una ojeada al registro del hotel. «Ah, es casi seguro que pasé por aquí una
vez –decía–. Permítame usted ver los asientos de mediados de junio... no, creo
que después de todo me equivoco... Qué hermoso nombre para una ciudad,
Kawtagain. Muchas gracias». O: «Hay un cliente mío aquí... He perdido su
dirección... ¿Puedo?...» De cuando en cuando, sobre todo si el encargado del
lugar pertenecía a cierto sombrío tipo masculino, la inspección personal de los
libros me era negada.
Tengo aquí un memorándum: entre el 5 de julio y el 18 de noviembre,
cuando volví a Beardsley por unos pocos días, registré, si no permanecí en ellos,
trescientos cuarenta y dos hoteles, alojamientos y casas para turistas. Esa cifra
incluye unos cuantos registros entre Chestnut y Beardsley, en uno de los cuales
encontré una sombra del demonio («N. Petit Larousse, III»). Debía espaciar mis
investigaciones con toda cautela para no atraer una atención indebida. Y por lo
menos en cincuenta lugares me limité a preguntar en la administración... Pero
ésas eran preguntas fútiles, y prefería echar una cierta base de verosimilitud y
buena voluntad pagando un cuarto innecesario. Mi investigación demostró que
de los trescientos o más libros revisados, veinte por lo menos me suministraron
una clave: el demonio errabundo se había detenido con más frecuencia que
nosotros o bien –era muy capaz de eso– había inventado registros adicionales
para abastecerme bien de datos falsos.
Edgar Allan Poe
Obras en español 542 593-542=51
»Los tres – mis dos hermanos y yo - cruzamos hacia las islas a las dos de la tarde
y no tardamos en llenar el queche con una excelente pesca que, como pudimos observar, era
más abundante ese día que en ninguna ocasión anterior. A las siete - por mi reloj - levamos
anclas y zarpamos, a fin de atravesar lo peor del Ström en el momento de la calma, que
según sabíamos iba a producirse a las ocho.
»Partimos con una buena brisa de estribor y al principio navegamos velozmente y
sin pensar en el peligro, pues no teníamos el menor motivo para sospechar que existiera.
Pero, de pronto, sentimos que se nos oponía un viento procedente de Helseggen. Esto era
muy insólito; jamás nos había ocurrido antes, y yo empecé a sentirme intranquilo, sin saber
exactamente por qué. Enfilamos la barca contra el viento, pero los remansos no nos dejaban
avanzar, e iba a proponer que volviéramos al punto donde habíamos estado anclados cuando,
al mirar hacia popa vimos que todo el horizonte estaba cubierto por una extraña nube del
color del cobre que se levantaba con la más asombrosa rapidez.
James Joyce
Ulises 437 593-437=156
Con la tibia brisa del oeste y la del este los encumbrados
árboles ondean en diferentes direcciones su inestimable follaje, el oloroso sicómoro, el cedro del Líbano,
el cimero plátano, el eugenésico eucalipto y otros ornamentos del mundo arbóreo con los que aquella
comarca está tan copiosamente bien suplida. Encantadoras doncellas se sientan en vecina proximidad a las
raíces de los encantadores árboles cantando las más encantadoras canciones mientras juguetean con toda
clase de encantadores objetos como por ejemplo lingotes de oro, pececillos argénteos, cestas de arenques,
contingentes de anguilas, bacalaos pequeños, nasas de salmoncillos, purpúreas gemas marinas e insectos
retozones. Y los héroes se aventuran desde muy lejos para seducirlas, desde Eblana a Slievemargy, los
príncipes sin par de la indómita Munster y de Connacht los intachables y de la sedosa aterciopelada Leinster
y de la tierra de Cruachan y de la espléndida Armagh y del noble distrito de Boyle, príncipes, los hijos
de reyes.
Y allí se levanta un radiante palacio cuyo tejado de cristal o rutilante es contemplado por los hombres de
mar que surcan el ancho océano en naves construidas expresamente con esa intención, y hasta allá llegan
los rebaños y cebones y los primeros frutos de aquella tierra porque O'Connell Fitzsimon recibe tributos de
ellas, caudillo descendiente de caudillos. Hasta allá los inmensos colosales carromatos transportan la abundancia
de los campos, seras de coliflores, carradas de espinacas, rodajas de piñas, alubias de Rangún, carretadas
de tomates, bateas de higos, hileras de nabos, patatas esféricas y lotes de bretón irisado, de York y de
Saboya, y cajas de cebollas, perlas de la tierra, y canastillas de champiñones y cremosos calabacines y gordas
arvejas y cebada y colza y rojas verdes amarillas marrones rojizas dulces gruesas agrias maduras manzanas
a pintas y canastitos de fresas y cestadas de uvaespina, pulposas y vellosas, y fresas dignas de príncipes
y frambuesas en sus ramas.
Que me planto, como dice él, y me replanto. ¡Vamos, anda, Geraghty, conocido bandido maricón y bribón!
JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 593
En Buenos Aires el Zahir es una moneda común, de veinte centavos;
marcas de navaja o de cortaplumas rayan las letras N T
y el número dos; 1929 es la fecha grabada en el anverso. (En
Guzerat, a fines del siglo xvm, un tigre fue Zahir; en Java, un
ciego de la mezquita de Surakarta, a quien lapidaron los fieles;
en Persia, un astrolabio que Nadir Shah hizo arrojar al fondo
del mar; en las prisiones de Mahdí, hacia 1892, una pequeña
brújula que Rudolf Cari von Slatin tocó, envuelta en un jirón
de turbante; en la aljama de Córdoba, según Zotenberg, una veta
en el mármol de- uno de los mil doscientos pilares; en la judería
de Tetuán, el fondo de un pozo.)
KIOTO – YASUNARI KAWABATA 593
Es una antigua y célebre tragedia china en la que
intervienen el héroe Hang Yu y la princesa Yu. La princesa se clava una
espada en el pecho y muere en brazos de Hang Yu, mientras suenan
nostálgicas canciones. Después, Hang Yu cae en la lucha. El cuadro
siguiente se desarrollaba en el Japón y era la historia de Kumagai
Naozane, Taira Atsumori y la princesa Tamaori. Kumagai, que ha dado
muerte a Atsumori, se siente consternado por la fugacidad de las cosas
terrenas y se hace monje. Cuando vuelve a la escena del combate, con
el propósito de recitar una oración fúnebre, ve unas flores de
adormidera esparcidas sobre la tumba de Atsumori. Suena la flauta que
solía tocar Atsumori y aparece el espíritu de Atsumori, que le pide que
haga ofrenda de su flauta en el templo de Kurotani. Entonces aparece
también el espíritu de la princesa Tamaori, quien expresa el deseo de
que las rojas flores de adormidera esparcidas sobre la tumba sean
ofrecidas a Buda.
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