VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 824-675=149
¿Es que no piensas pagar? —preguntó Krause.
Y de repente Emma apareció detrás del reloj en el fondo del bar, miró a su padre,
después a su amante, y se quedó inmóvil, helada. Encima de ella, el cuco salió de su
casita de un salto y volvió a esconderse.
—Ya está bien —dijo el electricista lentamente, y salió.
Al oír aquello, Krause, con una agilidad asombrosa, se levantó y salió corriendo tras
él, dando un tirón a la puerta que se quedó abierta.
Yo terminé la cerveza y salí también a la calle, sintiendo el placer de una racha de
viento húmedo en el rostro.
Estaban frente a frente, en la negra acera brillante por la lluvia, y ambos no cesaban
de gritar. Aunque yo no podía captar todas las palabras, que se iban desgranando en
crescendo en aquel jaleo atronador, sí pude distinguir una palabra que se repetía
continuamente: veinte, veinte, veinte. Había gente que ya se había detenido a
observar la pelea, yo mismo estaba cautivado con ella, con los reflejos de la luz de la
farola en sus caras distorsionadas, con el tendón tenso del cuello desnudo de
Krause; por alguna razón me recordó una pelea espléndida que tuve yo hace años
en una tasca de un puerto con un italiano negro como la pez, en el transcurso de la
cual metí la mano sin saber cómo dentro de su boca y traté por todos los medios de
apretar y desgarrar la piel húmeda del interior de su cara.
JAMES JOYCE
ULISES 824
Afuera de la Maison Claire Blazes Boylan
acechaba al cuñado de Jack Mooney, giboso,
borracho, dirigiéndose a las libertades.
Juan Wyse Nolan iba atrás a la par del
señor Power, mientras Martín Cunningham
tomaba del codo a un apuesto hombrecito
metido en un traje escarhcado que caminaba con
pasos apresurados e indecisos debajo los relojes
de Micky Anderson.
—Los callos están dando qué hacer al
escribano auxiliar de la ciudad
Las baladas del ajo MO YAN 824
La puerta crujió cuando Gao Ma la
abrió levemente, y azotó el rostro de
Jinju una corriente de aire caliente y
nauseabundo que casi le hizo
tambalearse. Sin embargo, le siguió hacia el
interior de la estación, donde una
mujer que parecía ser una guardiana bostezaba abiertamente mientras
caminaba por la sala. Gao Ma arrastró a
Jinju hacia la guarda, que resultó ser
una mujer embarazada con el rostro
lleno de lunares.
—Camarada, ¿a qué hora sale el
autobús a Lanji? —preguntó Gao Ma.
La guardiana se rascó su abultado
vientre y miró a Gao Ma y a Jinju con el rabillo del ojo.
—No lo sé. Preguntad al vendedor de billetes.
Era una mujer atractiva que hablaba con voz suave.
—Por allí —añadió, señalando con la mano
Edgar Allan Poe
Obras en español 824-542=282
En la atalaya de proa iban varios vigías, pero ninguno vio nuestra barca hasta el
momento en que era ya imposible evitar el choque, y sus gritos de aviso eran los que me
habían asustado de un modo tan terrible. Según me contaron, el enorme barco pasó inmediatamente sobre nosotros, con más facilidad que nuestra pequeña embarcación
hubiera pasado por encima de una pluma, y sin notar el más leve impedimento en su marcha.
Ni un grito surgió de la cubierta de la víctima; sólo se oyó un débil y áspero chasquido
mezclado con el rugir del viento y del agua, al ser sumergida la frágil barca y rozar por un
instante la quilla de su destructor. Y eso fue todo. Creyendo que nuestra barca (que, como
se recordará, estaba desmantelada) era un simple e inútil casco a la deriva, el capitán
(capitán E. T. Block, de New London) siguió su ruta sin preocuparse más del asunto. Por
fortuna, dos de los vigías afirmaron resueltamente que habían visto a una persona en el
timón, y hablaron de la posibilidad de salvarla
DON QUIJOTE DE LA MANCHA 824
Llegó Sancho a su amo marchito y desmayado, tanto, que no podía arrear
a su jumento. Cuando así le vio don Quijote, le dijo:
—Ahora acabo de creer, Sancho bueno, que aquel castillo o venta que es
encantado sin duda, porque aquellos que tan atrozmente tomaron pasatiempo contigo, ¿qué podían ser sino fantasmas y gente del otro mundo? Y confirmo esto por haber visto que, cuando estaba por las bardas del corral mirando
los actos de tu triste tragedia, no me fue posible subir por ellas, ni menos pude
apearme de Rocinante, porque me debían de tener encantado; que te juro por
la fe de quien soy que, si pudiera subir o apearme, que yo te hiciera vengado
de manera que aquellos follones y malandrines se acordaran de la burla para
siempre, aunque en ello supiera contravenir a las leyes de la caballería, que,
como ya muchas veces te he dicho, no consienten que caballero ponga mano
contra quien no lo sea, si no fuere en defensa de su propia vida y persona, en
caso de urgente y gran necesidad.
Sura 51. Ad-Dariyat (Los Vientos Que Arrastran) 824
(22) Y en el cielo está [la fuente de] vuestro sustento [en la tierra]14 y [de] cuanto se os ha
prometido [para vuestra vida después de la muerte]: (23) ¡ pues, por el Sustentador del cielo
y la tierra, que esta [vida después de la muerte] es la pura verdad –tan verdad como que
podéis hablar!15
JORGE LUIS BORGES
OBRAS COMPLETAS 824
De la Diana triforme Apolodoro
Me dejó divisar la sombra mágica;
Hugo me dio una hoz que era de oro,
Y un irlandés, su negra luna trágica.
Y, mientras yo sondeaba aquella mina
De las lunas de la mitología,
Ahí estaba, a la vuelta de la esquina,
La luna celestial de cada día.
Sé que entre todas las palabras, una
Hay para recordarla o figurarla.
El secreto, a mi ver, está en usarla
Con humildad. Es la palabra luna.
Ya no me atrevo a macular su pura
Aparición con una imagen vana;
La veo indescifrable y cotidiana
Y más allá de mi literatura,
Sé que la luna o la palabra luna
Es una letra que fue creada para
La compleja escritura de esa rara
Cosa que somos, numerosa y una.
Es uno de los símbolos que al hombre
Da el hado o el azar para que un día
De exaltación gloriosa o de agonía
Pueda escribir su verdadero nombre.
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