Robert Ludlum
Narrativa, Novela, Thriller - EL CAOS OMEGA - 58
Descansaremos aquí unas horas —dijo Strasser—. No intentes huir. No dormiré.
— ¡Estás loco, amigo! ¡Te necesito tanto como tú a mi! ¡Un oficial americano solo, a sesenta y cinco kilómetros de su compañía, que da la casualidad que está en el frente! ¡Usa la cabeza!
— Eres muy persuasivo, pero yo no soy como nuestros decrépitos generales imperiales. No hago caso de los argumentos convincentes. Vigilo mis flancos.
— Como quieras. Hay unos buenos cien kilómetros de Cotteréts a París, y no sabemos con qué nos encontraremos. Necesitaremos dormir… Sería más inteligente que nos turnáramos.
— Jawohl! —exclamó Strasser con una carcajada despectiva—. Hablas como los banqueros judíos de Berlín. «Haz esto. ¡Haremos esto! ¿Por qué discutir?» No, gracias, Amerikaner, no dormiré.
— Como tú digas. —Scarlett se encogió de hombros—. Empiezo a entender por qué habéis perdido la guerra. —Scarlett se echó de costado—. Os empeñáis en ser tercos.
Durante unos minutos ninguno de los dos dijo nada. Al fin, Gregor Strasser respondió al americano en voz baja.No hemos perdido la guerra. Nos han traicionado.Claro. Las balas no contenían pólvora, y la Artillería no ha funcionado. Voy a dormir.
El oficial alemán habló con voz suave, como para sí.
— Había muchas balas con cartuchos vacíos. Muchas armas funcionaron mal… Traición…
VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 58
El tren se puso en movimiento. La mujer volvió al compartimiento. La sonrisa que
tenía en el rostro se había desvanecido, y había sido reemplazada por una expresión
preocupada. Las traseras de ladrillo de las casas se deslizaban al otro lado de la
ventanilla: una de ellas mostraba el anuncio pintado de un cigarrillo ingente, relleno
de lo que parecía paja dorada. Los tejados, mojados con la lluvia, brillaban bajo los
rayos del sol poniente.
La anciana princesa Ukhtomski no pudo aguantar más. Preguntó amablemente en
ruso: «¿Le molesta que ponga mi bolso aquí?».
La mujer dio un respingo y contestó: «No, en absoluto, por favor».
El hombre de beige y oliva del rincón escrutaba su periódico con atención.
—Yo voy a París —inició la conversación la princesa con un leve suspiro—. Tengo
un hijo allí. Me da miedo Alemania, sabe usted.
Y sacó de su bolso de viaje un gran pañuelo que se pasó por la nariz y por toda la
cara.
—Sí, miedo. La gente dice que va a estallar una revolución comunista en Berlín.
¿No ha oído usted nada?
La mujer negó con la cabeza. Miró con suspicacia al hombre del periódico y al
matrimonio alemán.
—Yo no sé nada. Llegué de Rusia, de Petersburgo, anteayer.
EL HOMBRE DE KIEV
JAMES JOYCE
ULISES 58
—Pasa la llave, Kinch —dijo Buck
Mulligan—, para sujetar mi camisa.Esteban le alargó la llave. Buck Mulligan
la colocó sobre sus ropas amontonadas.
—Y dos peniques —dijo—, para una
pinta. Tira eso ahí.
Esteban arrojó dos peniques sobre el
montón blando. Vestirse, desnudarse. Erecto,
con las manos juntas adelante, Buck Mulligan
dijo solemnemente:
—El que roba al pobre presta al Señor.
Así hablaba Zaratustra
OBRAS COMPLETAS – FRANZ KAFKA 58
–Exacto –dijo él; en la ciudad se puede renunciar perfectamente a aquello que no le es saludable a uno. Si no se renuncia, uno sólo se
puede hacer reproches por las malas consecuencias. Se sentirá pena y
entonces se verá claramente, a causa de esto, cómo hay que comportarse
la próxima vez. Y si esto separadamente... (faltan dos hojas).
–No insinuó nada de ello. No insinuó absolutamente nada –se apresuró
a decir a Raban, presto, si fuera posible, a perdonar la abstracción del
señor, puesto que quería jactarse aún un poco más. Todo pertenece a
los libros que antes le nombré, que acabo de leer por la noche igual que
otros en los últimos tiempos.
Casi siempre estaba solo. Las relaciones familiares eran así. Pero prescindiendo
de todo luego de la cena prefiero un buen libro. Desde siempre.
El otro día leí en un prospecto una cita de no sé qué escritor: "Un
buen libro es el mejor amigo." Y es realmente así, un buen libro es el
mejor amigo.
Miguel de Cervantes DON QUIJOTE DE LA MANCHA 58
Donde se prosigue la narración de la desgracia de nuestro caballero
Viendo, pues, que, en efecto, no podía menearse, acordó de acogerse a su
ordinario remedio, que era pensar en algún paso de sus libros, y trújole su locura
a la memoria aquel de Valdovinos y del Marqués de Mantua, cuando Carloto
le dejó herido en la montiña, historia sabida de los niños, no ignorada de los
mozos, celebrada y aun creída de los viejos, y, con todo esto, no más verdadera
que los milagros de Mahoma. Esta, pues, le pareció a él que le venía de
molde para el paso en que se hallaba; y así, con muestras de grande sentimiento,
se comenzó a volcar por la tierra y a decir con debilitado aliento lo
mismo que dicen decía el herido caballero del bosque:
—¿Dónde estás, señora mía,
que no te duele mi mal?
O no lo sabes, señora,
o eres falsa y desleal.
Roberto Bolaño
2666 58
Comenzaba ella preguntándole de dónde era. Archimboldi
respondía que era prusiano. La señora le preguntaba si su
nombre era de la nobleza rural prusiana. Archimboldi le respondía
que era muy probable. La señora murmuraba entonces
el nombre de Benno von Archimboldi, como si mordiera una
moneda de oro para saber si era de oro. Acto seguido decía que
no le sonaba y mencionaba de pasada otros nombres, por si Archimboldi
los conocía. Éste decía que no, que de Prusia sólo
había conocido los bosques.
La vida y la muerte me
están desgastando MO YAN 58
Su cabello parecía una bola de hilo enmarañado y estaba cubierta de
suciedad, como si hubiera salido de un agujero excavado en el suelo. Sus
brazos colgaban torpemente a lo largo de los costados mientras se
balanceaba con cada paso que daba para no perder el equilibrio. Cuando la
multitud vociferante que se congregaba en el recinto la vio, guardó
silencio y abrió paso de manera instintiva para despejar el camino que
conducía al edificio principal. Hubo un tiempo en el que la puerta de mi
finca daba a una pared sobre la que estaban grabadas las palabras Buena
fortuna, pero había sido demolida por un par de milicianos ávidos de
dinero en una segunda inspección llevada a cabo durante la reforma
agraria. Pensaban que dentro de la pared estaba oculto un centenar de
lingotes de oro, pero lo único que encontraron fue un par de tijeras
oxidadas.
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