miércoles, febrero 25, 2015

TENEMOS LOS MISMOS ENEMIGOS.




Si por las noches, alguien se mete en tus sueños y quiere profanar la memoria de seres queridos.
Si pretende robar tu alma.
Si no conoce la música de las esferas y pretende cantar a tu oído.





PERE GIMFERRER  NOCHE EN EL RITZ   99

Es una tarde de invierno en las ramblas barcelonesas,color  de verde y de perla,con claridad de capilla en la lluvia despaciosa.Hay una gargantilla de luz en la copa de los árboles,bajo el aguacero solemne.

John Kennedy Toole
La conjura 
de los necios         99

 —Sí, será mejor que lo termine. No podemos permitir que Levy Pants quede rezagada en la lucha por la supervivencia del más apto.
Ignatius mordió su primer emparedado, arrancando la mitad, y mascó un rato muy satisfecho.
Espero que aparezca la señorita Trixie —dijo cuando terminó el emparedado, tras emitir una serie de eructos que sonaron como si todo su tracto digestivo se hubiera desintegrado—. Me temo que mi válvula no va a soportar carne para la comida.
Mientras liquidaba el relleno del segundo emparedado, arrancándolo del pan con los dientes, entró la señorita Trixie, con la visera verde de celuloide en la nuca.
Aquí está —dijo Ignatius al jefe administrativo a través de la gran hoja de lechuga mustia que le colgaba de la boca.
Oh, sí —dijo débilmente el señor González—. Señorita Trixie.
Ya suponía yo que la carne activaría sus facultades. Venga aquí, MADRE DEL COMERCIO.
La señorita Trixie tropezó con la estatua de San Antonio.

Toda la mañana he estado pensando que había algo especial que no recordaba, Gloria —dijo la señorita Trixie, cogiendo el emparedado y dirigiéndose a su escritorio. Ignatius observó fascinado el complicado proceso de encías, lengua y labios que ponía en movimiento cada trozo de emparedado.

TEXTOS DE LAS PIRAMIDES   99


JAMES JOYCE
ULISES             99

Bajaron los escalones de la terraza de
Leahy prudentemente, Frauenzimmer: y por la
costa en declive, flojamente, sus pies extendidos
hundiéndose en la arena cernida. Como yo, como
Algy, bajando a nuestra madre poderosa. La
número uno balanceó pesadamente su valija de
partera, el paraguas de la otra hurgó en la
playa. De las libertades, afuera por el día. La
señora Florence McCabe, viuda del difunto Pack
McCabe, profundamente lamentado de Bride
Street. Una de su hermandad me rastreó
chillando a la vida. Creación de la nada. ¿Qué
lleva ella en la valija? Un aborto a remolque de
su cordón umbilical, acondicionado en lana
rojiza. Los cordones de todos se encadenan hacia el pasado, cable de hebras retorcidas de toda
carne. De ahí los monjes místicos. ¿Queréis ser
como dioses? Contemplad vuestro omphalos.
Hola. Kinch aquí. Comuníquenme con Kenville.
Alef alfa: cero, cero, uno.

VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos              99

—la frente impecable, bañada, por
así decir, en el brillo recóndito de una especie de luna olivácea, los ojos
absolutamente oscuros, la expresión plácidamente expectante de sus labios
cerrados— le aclaraban la belleza real de la otra Maureen, que no paraba de reírse,
de fruncir la mirada, de mover las pupilas en lucha constante con la luz del sol,       cuyasmáculas brillantes se deslizaban por su vestido blanco mientras con la raqueta
separaba y abría las hojas crujientes de los matorrales buscando una pelota que se
había perdido entre la maleza escondida.


SUTRA DEL LOTO  99




Miguel de Cervantes
DON QUIJOTE DE LA MANCHA  99

Queda en su punto la verdad que la fama pregona de la bondad de Marcela, la
cual, fuera de ser cruel y un poco arrogante, y un mucho desdeñosa, la misma
envidia ni debe ni puede ponerle falta alguna.
—Así es la verdad —respondió Vivaldo.
Y, queriendo leer otro papel de los que había reservado del fuego, lo estorbó
una maravillosa visión, que tal parecía ella, que improvisamente se les ofreció
a los ojos, y fue que por cima de la peña donde se cavaba la sepultura, pareció
la pastora Marcela, tan hermosa, que pasaba a su fama su hermosura. Los
que hasta entonces no la habían visto la miraban con admiración y silencio, y
los que ya estaban acostumbrados a verla no quedaron menos suspensos que
los que nunca la habían visto.

Graves, Robert El Vellocino de Oro     99


La Isla De Las Mujeres
Hipsípila recibió a Equión en lo que había sido la sala de consejo de los hombres. Equión la indujo a creer que el Argo se dirigía a Tracia en un viaje comercial, y le dijo que Jasón el minia, su capitán,
solamente quería hacer escala en Mirina para proveerse de comida, bebida y para esparcimiento de la tripulación. Hipsípila le preguntó bajo qué auspicios se realizaba el viaje. Equión le respondió: -
Bajo los de Zeus, Poseidón, Apolo, Atenea y Artemisa.
Cuando ella repuso: «Está bien», pero en un tono bastante frío, él tuvo la astucia de añadir:
-Y más que todos ellos nos favorece la Triple Diosa.
Equión vio cómo se le iluminaba la cara de placer al oír estas palabras.
Como el argonauta no le hacia ninguna pregunta que pudiera resultar violenta acerca de la ausencia de todos los hombres de las calles y de las salas de consejo, Hipsípila conversó con él amistosamente, y le explicó que puesto que todos los hombres de Lemnos se habían ido a Tracia en
una expedición militar, el consejo de mujeres debía ahora deliberar si estaría bien, en su ausencia,permitir que unos hombres de otra raza desembarcaran en la isla. Esperaba que Jasón tendría paciencia durante una o dos horas, hasta que el consejo hubiera tomado una determinación.
Mientras, le entregó un tarro de miel como prueba de amistad.


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