VLADIMIR NABOKOV
Cuentos completos 350
Entre las olas amarillo-azuladas, lejos de la costa, el rostro de David surgía del agua
en espasmos breves y su boca abierta era como un agujero negro. Emitía un grito
farfullado y desaparecía. También una mano aparecía durante un momento para
desvanecerse a continuación. Ivanov se quitó la chaqueta. «Ya voy», gritó. «Ya voy.
¡Aguanta!» Chapoteó en el agua, perdió pie, sus pantalones fríos como el hielo se le
pegaban a las pantorrillas. Le pareció que la cabeza de David acababa de emerger
del agua momentáneamente. Pero luego le embistió una ola, llevándose consigo el
sombrero de Ivanov, cegándole; quería quitarse las gafas, pero su agitación, el frío,
la debilidad entumecedora, le impidieron hacerlo. Se dio cuenta de que al retirarse
una ola le había arrastrado un buen trecho alejándole de la orilla. Empezó a nadar
tratando de avistar a David. Se sentía encerrado en un saco estrecho y
dolorosamente frío; tenía el corazón insoportablemente cansado. De repente, algo
muy rápido atravesó todo su ser, un relámpago de dedos sobre el teclado del piano
—y precisamente eso era lo que había estado tratando de recordar toda la mañana.
Salió del agua a la arena. La arena, el mar y el aire tenían un tinte extraño, apagado,
opaco, y todo estaba absolutamente tranquilo. Vagamente pensó que debía de
haber llegado el crepúsculo y que David había perecido hacía mucho tiempo, y
experimentó en su ser lo que sabía de esta vida terrena, el intenso calor de las
lágrimas.
James Joyce
Ulises 350
Mi legítima esposa que hace
siete años que no la veo, navegando de un lugar para otro.
Mr. Bloom podía fácilmente figurarse su advenimiento a esa escena, el regreso al hogar del hombre de mar
a su choza a la vera del camino tras hacerle el corte de mangas a la reina de los mares, una noche lluviosa
sin luna. Cruzando el mundo tras el rastro de una esposa. Más de una historia había sobre ese particular, el
tema de Alice Ben Bolt, Enoch Arden y Rip van Winkle y se acuerda alguien por aquí de Caoc O'Leary,
una pieza favorita y diflcil de declamar dicho sea de paso del pobre John Casey y un fragmento de poesía
perfecta a su manera. Nunca sobre la esposa fugada que vuelve, por muy devota que fuera del ausente. ¡La
cara en la ventana! Juzguen cuán asombrado se quedaría cuando por fin llegara a la meta y cayera en la
cuenta de la horrible verdad en lo tocante a su media naranja, destrozada por su cariño. No me esperabas
pero he venido a quedarme y empezar de nuevo. Ahí sentada, mujer sin hombre, al amor de la lumbre de
siempre. Me cree muerto, mecido en la cuna de las profundidades. Y ahí sentado el tío Chubb o Tomkin,
según se trate, el tabernero del Crown and Anchor, en mangas de camisa, comiéndose un filete de lomo con
cebolla. No queda silla para el padre. ¡Bruu! ¡El viento! A su flamante recién llegado lo tiene sobre las rodillas,
hijo postmortem. ¡Galopín, galopante, mi alegre galope rompe el viento, galopín, galopante! Resígnate
ante lo inevitable. Sonríe y aguanta.
GRAVES, ROBERT LA DIOSA BLANCA 206 350-206=144
Podemos considerar mellizas a las letras D y T: «Los niños lirios blancos todos
vestidos de verde» de la canción medieval Green Rushes. La D es el roble que gobierna
la parte creciente del año, la sagrada encina druídica, la encina dé La Rama Dorada. La
T es el roble que gobierna la parte menguante, el roble sangriento: así, un robledal en las
cercanías de la Asopos corintia estaba consagrado a las Furias. Dann, o Tann, el
equivalente de Tinne, es una palabra céltica que significa árbol sagrado. En Galia y
Britania significaba «roble», en la Germania céltica significaba «abeto»; en Cornualles
el compuesto glas-tann («árbol verde sagrado») significaba «encina», y el verbo inglés
to tan (curtir) proviene del uso de su corteza en la curtiembre. Sin embargo, en la Italia
antigua era el acebo y no la encina el que utilizaban los agricultores en las Saturnales
del solsticio de invierno. Tannos era el nombre del dios del Trueno galo y Tina el del
dios del Trueno armado con un rayo triple que los etruscos tomaron de las tribus
goidélicas, entre las que se establecieron.
La identificación del pacífico Jesús con el acebo o la encina debe ser lamentada
como poéticamente absurda, excepto en cuanto declaró qué había venido a traer, no la
paz, sino la espada. El tanista fue originalmente el ejecutor de su mellizo; era el rey del
roble, no el rey del acebo, que fue crucificado en una cruz en forma de T. Luciano, en su
Juicio en el tribunal de las vocales (alrededor de 160 d. de C.) es explícito:
Los hombres lloran y lamentan su suerte, y maldicen a Cadmo
con muchas imprecaciones por haber introducido la Tau en la familia de
las letras; dicen que fue su cuerpo el que los tiranos tomaron como
modelo, su forma la que imitan cuando instalan las estructuras en las
que los hombres son crucificados. Llaman al detestable artefacto
stauros, que deriva de ella su vil nombre. Ahora bien, pesando sobre ella
todos esos delitos, ¿no merece la muerte, más aún, muchas muertes? Por
mi parte no conozco ninguna tan mala como la que aporta su propia
forma, esa forma que dio al patíbulo que los hombres llaman stauros por
ella.
Y en un Evangelio de Tomás gnóstico, compuesto más o menos en la misma
época, se repite el mismo tema en una disputa entre Jesús y su maestro de escuela
acerca de la letra T. El maestro golpea a Jesús en la cabeza y profetiza la crucifixión. En
la época de Jesús la letra hebrea Tav, la última del alfabeto, tenía la misma forma que la
griega Tau.
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