ROBERT MERLE WEEK-END EN ZUYDCOOTE 329
Maillat se tapó los oídos con las manos.Pero esto no cambiaba nada.Era en su cuerpo donde esa masa de ruido retumbaba.Ya no tenia miedo,pero se sentía bamboleado,sacudido,vaciado por el ruido.Se preguntó si el sonido, como el aire,podía matar también.Maillat se sentó en un rincón de la pared,detrás del coche.Rodeó las rodillas con las manos.Miró en torno suyo.Las paredes eran de ladrillo,naturalmente.El garaje era bajo,coronado por una terraza-lo recordaba-,y se respaldaba por ambos lados en villas.Podía resistir a la expansión del aire.Y el cierre metálico era tranquilizador.Transcurrieron algunos segundos.Una vez más desde que llegara a la costa.Maillat se pregunto si todo lo que estaba a punto de vivir no seria un sueño.Era cómico estar allí,completamente solo,en aquel garaje desconocido,sentado en el suelo y fumando un cigarrillo en espera de la muerte.Era absurdo,no tenia nada de serio.Maillat recordó su propio garaje en Primerol.No era más grande que aquel,y en el mismo momento su automóvil estaba allá,sobre calzas también,cubierto igualmente con una tela amarillenta atada con cordeles a las cuatro esquinas del del coche.Pero él estaba allí,en aquel garaje que no era el suyo,sentado,sin moverse,en un rincón, esperando la muerte.Pese al estruendo de la DCA oyó claramente el tictac de los segundos.Era un ruidito amistoso y familiar que le llegaba de muy lejos,una infinita y pequeña pulsación que le decía que la vida del mundo no había muerto,que las horas,en alguna parte,seguían transcurriendo y que la esperanza seguía existiendo.De pronto,un silbido más fuerte le hizo encogerse cortándole el aliento.Casi inmediatamente hubo un estallido desgarrador y Maillat sintió un choque en la nuca que le derribo hacia adelante.Cuando volvió a abrir los ojos se pregunto que estaba haciendo allí y trató de incorporarse.Con gran extrañeza lo consiguió al primer intento .Luego sintió una rigidez en la nuca y recordó el golpe que le había proyectado hacia adelante.Se pasó la mano por la nuca.No sangraba.
James Joyce
Ulises 329
STEPHEN
(al soldado Compton) No conozco tu nombre pero tienes mucha razón. El Doctor Swift dice que un hombre
con armadura vence a diez en camisa. Lo de la camisa es una sinécdoque. La parte por el todo.
CISSY CAFFREY
(a la muchedumbre) No, yo estaba con los soldados.
STEPHEN
(amigablemente) ¿Por qué no? El soldadito valiente. En mi opinión cualquier señora que por ejemplo .....
SOLDADO CARR
(con lagorra torcida, avanza hacia Stephen) Digo ¿qué te parece, jefe, si te saltara las muelas de una hostia?
STEPHEN
(mira al cielo) ¿Que qué? Muy desagradable. Noble arte del auto fingimiento. Personalmente, detesto la acción.
(sacude la mano) La mano me duele algo. En fin ce sont vos oignons. (a Cissy Caffrey) Algún tipo de
camorra está teniendo lugar aquí. ¿Qué sucede en realidad?
DOLLY GRAY
(desde su balcón ondea el pañuelo, haciendo la señal de la heroína de jericó) Rajab. Hijo de Cook, adiós.
Vuelve sano a casa con Dolly. Sueña con la chica que dejaste atrás y ella soñará contigo.
(Los soldados vuelven los ojos anegados)
BLOOM
(a codazos por entre la muchedumbre, le da un repelón de la manga a Stephen con fuerza) Vamos ya, profesor,
el cochero espera.
STEPHEN
(se vuelve) ¿Eh? (se suelta) ¿Por qué no he de hablar con él o con cualquier otro ser humano que ande erguido
sobre esta naranja achatada por los polos? (señala con el dedo) No tengo miedo a hablar de nada
siempre que le vea los ojos. Manteniendo la perpendicular. (da un traspié hacia atrás)
BLOOM
(sosteniéndole) Mantenga la suya propia.
STEPHEN
(ríe sin sentido) Tengo el centro de gravedad desplazado. He olvidado el truco. Sentémonos en algún sitio y
discutamos. La lucha por la vida es la ley de la existencia pero pero los compasivos pacifistas, en particular
el zar y el rey de Inglaterra, han inventado el arbitraje. (se da en la frente) Pero es aquí dentro donde tengo
que matar al sacerdote y al rey.
La Tierra bajo alerta por 'tormenta solar del siglo'
http://noticias.terra.com/ciencia/la-tierra-bajo-alerta-por-tormenta-solar-del-siglo,e86d9ff0abd89310VgnVCM4000009bcceb0aRCRD.html
Ian McEwaIan McEwan
Solar 227+2=454-329=125
—Me encantaría saber de dónde ha sacado esa historia.
—¿Qué historia?
—Ya sabe. La del hombre del tren.
—Ya lo he dicho. Me ha sucedido esta tarde.
—Vamos, profesor Beard. Aquí somos todos adultos.
Los gestores de fondos, intuyendo que un hombre estaba
pidiendo explicaciones a otro, se apretujaron para escuchar por
encima del barullo de voces.
—No le sigo —dijo Beard—. Tendrá que explicarse.
—La ha contado muy bien, y entiendo que fuera muy apropiada
para sus propósitos.
—¿Cree que me la he inventado?
—Al contrario. Es un cuento muy conocido, con muchas
variaciones y muy estudiado en mi disciplina. Incluso tiene un
nombre: «El ladrón involuntario.» —¿Ah, sí? —dijo Beard fríamente—.
Qué interesante.
JORGE LUIS
BORGES
OBRAS COMPLETAS 329
1923-1972
EL TORO
En el fin de la luna de xabán del año 158, el aire del desierto
estaba muy claro y los hombres miraban el poniente en busca
de la luna de ramadán, que promueve la mortificación y el ayuno.
Eran esclavos, limosneros, chalanes, ladrones de camellos y matarifes.
Gravemente sentados en la tierra aguardaban el signo,
desde el portón de un paradero de caravanas en la ruta de Merv.
Miraban el ocaso, y el color del ocaso era el de la arena.
Del fondo del desierto vertiginoso (cuyo sol da la fiebre, así
como su luna da el pasmo) vieron adelantarse tres figuras, que
les parecieron altísimas. Las tres eran humanas y la -del medio,
tenía cabeza de toro. Cuando se aproximaron, vieron que éste
usaba una máscara y que los otros dos eran ciegos.
Alguien (como en los cuentos de las 1001 Noches) indagó la
razón de esa maravilla. Están ciegos, el hombre de la máscara declaró,
porque han visto mi cara.
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