James Joyce
Ulises 438 635-438=197
Es como escupir al cielo. Se pegan
el uno al otro como con cola. Puede que también sea culpa de las mujeres. Ahí es donde Molly está por
encima de ellas. Es la sangre del sur. Mora. También la forma, la figura. Manos buscaban sus opulentas.
Compara sencillamente por ejemplo con esas otras. Mujer encerrada en casa, vergüenza de la familia. Permítame
que le presente a mi. Luego te sacan algo indescriptible, que no sabrían cómo llamarla. Siempre se
ven los puntos débiles de un hombre en su mujer. Aun así es el destino, enamorarse. Tienen sus secretos
entre ellos. Fulanos que se hundirían si no fuera porque alguna mujer los toma en sus manos. Luego chicas
aniñadas, que no miden medio metro, con sus manditos. Dios los hizo y ellos se juntan. Algunas veces los
niños salen bastante bien. Cero más cero igual a uno. O el tipo viejo y rico de setenta y novia vergonzosa.
Casarse en mayo y arrepentirse en diciembre. Esta humedad resulta desagradable. Pegajosa. Bueno el prepucio
no se ha puesto en su sitio. Mejor subir.
¡Ay!
Y al contrario un tío de dos metros con una mujercita que le llega a la cintura. El punto y la i. Grande él
pequeña ella. Muy extraño lo de mi reloj. Los relojes de pulsera no funcionan nunca. A saber si hay alguna
influencia magnética entre la persona porque ésa era la hora que él. Sí, supongo, al punto. El gato fuera, los
ratones se divierten. Recuerdo haber pasado por Pill Lane. También eso bien mirado es magnetismo. Detrás
de todo está el magnetismo. La tierra por ejemplo atrayendo esto y siendo atraída. Eso origina el movimiento.
Y la hora, bueno es el tiempo que el movimiento emplea. Entonces si algo se para todo el castillo
se viene abajo piedra a piedra. Porque todo está ordenado. La aguja magnética nos dice lo que está pasando
en el sol, en las estrellas. Piececitas de acero. Cuando alargas la horquilla. Venga. Venga. Tic. La mujer y
el hombre eso es. La horquilla y el acero. Molly, él. Vestirse elegante y mirar e insinuar y te deja ver y ver
más y te desafia a ver si eres hombre para ver eso y, como si fuera a estornudar, las piernas, mira, mira y si
tienes lo que hay que tener. Tic. Hay que empezar a dar leña.
A saber qué siente ella en esa parte. Una pena que todas finjan delante de terceros. Se molestan más por
un agujero en la media. Molly, con cara de a palmo, la cabeza echada para atrás, por el granjero con botas
de montar y espuelas en el concurso hípico. Y cuando los pintores estaban en Lombard Street West. Bonita
voz tenía aquel tipo. Así empezó Giuglini. Oler lo que hice. A flores. Era así. Violetas. Procedía de la trementina
probablemente en la pintura. Se sirven de todo. Al mismo tiempo que lo estaba haciendo restregaba
la zapatilla por el suelo para que no oyeran. Pero muchas no consiguen correrse, creo. Mantener la cosa
tiesa durante horas. Algo así como algo general por todo el cuerpo y media espalda.
Espera. Ummm. Ummm. Sí. Es su perfume. Por eso dijo adiós con la mano. Te dejo esto para que pienses
en mi cuando esté lejos en la almohada. ¿Qué es? ¿Heliotropo? No. ¿Jacinto? Ummm. Rosas, creo. Tenía
que gustarle un perfume de esa clase. Dulzón y vulgar: en seguida rancio. Por eso a Molly le gusta el
opopónaco. Le sienta bien, con un poco de jazmín mezclado. Sus notas altas y sus notas bajas. La noche del
baile que lo conoció, el baile de las horas. El calor lo resaltaba. Ella llevaba su traje negro que tenía el perfume
de la vez anterior. Buen conductor ¿no es así? ¿O es malo? La luz también. Supongamos que hay alguna
conexión. Por ejemplo si vas a un sótano donde está oscuro. Algo misterioso también. ¿Por qué lo he
olido precisamente ahora? Tardó lo suyo en llegar como ella, despacio pero seguro. Supongamos que es por
todos esos millones de partículas arrastradas por el aire. Sí es eso. Porque esas islas de las especias, los cingaleses
de esta mañana, se huelen a leguas. Te diré lo que es. Es como un sutil fino velo o membrana que
tienen por toda la piel, sutil como cómo se dice eso la gasa, y la van dando de sí, sutil como lo que más,
como los colores del arco iris sin saberlo. Se agarra a todo lo que se quita. La empella de la media. Zapato
caliente. Corsé. Bragas: una patadita, al quitárselas. Adiós y hasta la próxima vez. También a la gata
le gusta olfatear la camisa en la cama. Distingo su olor entre miles. El agua del baño también. Me recuerda las
fresas con nata. A saber dónde se encuentra realmente. Ahí o en los sobacos o bajo el cuello. Porque te llega
de todos los agujeros y rincones. El perfume de jacinto se hace de aceite de éter o algo así. El almizclero.
Bolsa debajo del rabo. Un grano da olor para años. Los perros los unos a los otros detrás. Buenas noches.
Buenas. ¿Cómo te va el olfateo? Ummm. Ummm. Muy bien, gracias. Los animales se orientan por
eso. Sí bueno, visto de esa manera. Nosotros somos lo mismo. Algunas mujeres, por ejemplo, te echan para
atrás cuando tienen el periodo. Arrímate. Y te sueltan un tufo que te tira de espaldas. ¿Como qué? Arenques
en lata echados a perder o. ¡Uf! Cuidado.
Quizá ellas huelen a hombre en nosotros. ¿Y qué? Los guantes vegueros que Long John tenía en el escritorio
el otro día. ¿El aliento? Lo que comes y bebes lo produce. No. Olordehombre, quiero decir. Tiene
que estar relacionado con eso porque los curas que se suponen que lo son son diferentes. Las mujeres mosconean
a su alrededor como las moscas alrededor de la meladura. A este lado de la barandilla del altar se
empeñan en saltarla a toda costa. El árbol del sacerdote prohibido. Oh, padre ¿querría? Déjeme ser la primera
que. Eso se difunde por todo el cuerpo, se impregna. Germen de vida. Y es extremadamente cunoso el
olor. Salsa de apio. Permítame.
Mr. Bloom introdujo la nariz. Ummm. En la. Ummm. La abertura del chaleco. Almendras o. No. A limones
es. Ah no, es el jabón.
JEAN M. AUEL
LOS HIJOS DE PIEDRA 566 635-566=69
Marthona guió a Ayla hacia el muro de piedra caliza, al fondo de su dormitorio. En el muro se había realizado un orificio, y encajada en éste se hallaba la base de una cornamenta de megaceros, que se ensanchaba y alisaba en su característica forma palmeada. En la parte de la cornamenta que sobresalía de la pared, los troncos estaban partidos, dejando un estante ligeramente irregular con un borde cóncavo y festoneado. Encima, apoyada contra el muro en pendiente, casi perpendicular al suelo, descansaba una pequeña plancha de madera con la superficie muy lisa.
Mientras Ayla se aproximaba, advirtió que la plancha reflejaba con sorprendente claridad los recipientes de madera y mimbre de la habitación, así como la llama de un candil de piedra cercano. De pronto, asombrada, se detuvo.
–¡Me veo a mí misma! –exclamó. Alargó la mano para tocar la superficie. La madera había sido lijada con arenisca, coloreada de un negro intenso mediante óxido de manganeso, y abrillantada con grasa para darle mayor lustre.
–¿Nunca habías visto un reflector? –preguntó Folara. Estaba de pie junto al panel de la entrada, muriéndose de curiosidad por ver el obsequio que su madre había entregado a Ayla.
–No como éste –respondió Ayla–. Me había mirado antes en un charco de agua quieta en un día soleado, pero éste está justo aquí, en tu habitación de dormir.
Roberto Bolaño
2666 635
La última semana de abril se encontró otra mujer muerta.
Según el forense, antes de morir había sido golpeada en todo
el cuerpo. La muerte, sin embargo, se produjo por estrangulamiento
y rotura del hueso hioides. El cadáver fue encontrado
en el desierto, a unos cincuenta metros de una carretera secundaria
que va hacia el este, hacia las montañas, en un lugar
donde no era extraño ver aterrizar de vez en cuando las avionetas
de los señores de la droga. Del caso se encargó el judicial
Ángel Fernández. La muerta no tenía papeles que la identificaran
y su desaparición no aparecía en registro alguno de ninguna
comisaría de Santa Teresa. Su foto no salió en los periódicos,
pese a que la policía facilitó tres copias de su rostro
mutilado
El código Da Vinci
Dan Brown 635
Que Jesús fuera un hombre casado
es mucho más lógico Lo que es raro es la visión bíblica que tenemos de él
como soltero.
—¿Por qué? —preguntó Sophie.
—Porque Jesús era judío —dijo Langdon, adelantándose a Teabing, que
seguía sin encontrar el libro que buscaba—, y las pautas sociales durante
aquella época prácticamente prohibían que un hombre judio fuera soltero.
Según la tradición hebrea, el celibato era censurable y era responsabilidad
del padre buscarle una esposa adecuada a sus hijos. Si Jesús no hubiera
estado casado, al menos alguno de los evangelios lo habría mencionado o
habría ofrecido alguna explicación a aquella soltería excepcional.
Teabing dio finalmente con un ejemplar enorme. Tenía las cubiertas de
piel y era de gran tamaño, como uno de esos grandes atlas. En la tapa se leía
el título: Los Evangelios Gnósticos. Lo abrió y Langdon y Sophie se acercaron
a él para verlo mejor. Sophie veía que contenía fotografías de lo que parecían
ser pasajes ampliados de documentos antiguos, papiros deteriorados con
textos manuscritos No reconocía la lengua en que estaban escritos, pero en
las páginas de la izquierda estaban impresas las traducciones.
Son las copias de los rollos de Nag Hammadi y del Mar Muerto de los
que hablaba antes. Los primeros documentos del cristianismo.
Curiosamente, no coinciden con los evangelios de la Biblia. —Fue pasando
hojas y, más o menos hacia la mitad del libro señaló un párrafo—. El
evangelio de Felipe es siempre un buen punto de arranque.
Sophie lo leyó:
Y la compañera del Salvador es María Magdalena. Cristo la amaba más
que a todos sus discípulos y solía besarla en la boca. El resto de discípulos se
mostraban ofendidos por ellos y le expresaban su desaprobación. Le decían:
¿Por qué la amas más que a todos nosotros?
Sura 29. Al-Aankabut (La Araña) 635
(28) Y LOT, [también, fue inspirado por Nosotros] cuando dijo a su pueblo: "¡Os entregáis,
en verdad, a una abominación que nadie en el mundo ha cometido antes! (29) ¿Cómo es
posible que vayáis a los hombres [con deseo], quebrantando la vía [natural]?24 --y, ¿cómo es
posible que cometáis estos actos reprobables [abiertamente] en vuestras reuniones?"
Pero la única respuesta de su pueblo fue decir: "¡Haz que caiga sobre nosotros el castigo
de Dios, si eres hombre veraz!"
GEORGES CONCHON- LA CONDICION HUMANA 635
La azafata contemplaba a Avit con esa expresión maravillada que muestran muchas mujeres ante las heridas.-!Oh,señor,señor!-decía-,¿Le duele mucho?-Un poco-replico Avit.
Se ablandaba,regresaba al hogar.Respiraba el perfume de la azafata.Veía mechones rubios sobre un cuello dorado.Se sentía completamente placido. Se disponía a ceder a la necesidad de quejarse cuando recordó que lo que acababa de vivir le imponía,más bien,el deber de protestar
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